Castro
siempre ha sostenido contactos y realizado transacciones con
el "bajo mundo". El área de la Sierra Maestra, donde se
desarrolló la lucha guerrillera contra el dictador Batista,
era la principal zona productora de marihuana de Cuba. Castro
no sólo permitió que en los territorios bajo su control se
continuase cosechando la droga, sino que la utilizó para
recoger fondos que le permitiesen adquirir armamentos. Fue a
través del bandolero Crecencio Pérez, por años refugiado en
esas serranías y ascendido a comandante guerrillero por el
propio Castro, que tuvo lugar esta fructífera transacción
comercial.
En julio de
1957, varios líderes de la oposición política opuestos también
a los métodos de Castro, visitaron a los rebeldes en la Sierra
Maestra. Luego de ese encuentro, Raúl Chibás, figura central
de este Frente Cívico Revolucionario, ofreció una conferencia
de prensa en el Hotel Sands de Miami Beach con portavoces de
grupos anti-batistianos. Ante los líderes políticos y
representantes de la prensa, Chibás expresó con desilusión1
"la gente de Fidel ha organizado siembras de marihuana en
distintos puntos inaccesibles, y Fidel lo permite porque dice
que la marihuana excita la combatividad de las gentes. Desde
la Sierra se transporta la marihuana para los pueblos cercanos
y se vende, y de este modo recaudan dinero".
Durante los
años cincuenta, algunas de las familias más poderosas de la
mafia de los Estados Unidos habían decidido trasladar sus
centros operacionales y estados mayores a La Habana para
burlar la vigilancia del FBI. Así, personajes como Lucky
Luciano, Anastasia, Santos Trafficante, Meyer Lansky, las
familias Gambino y Colombo operaban desde los lujosos hoteles
y casinos de esta isla tropical.
En noviembre
de 1957 tuvo lugar una convención de las veintisiete
“familias” de la Mafia en los montes Apalache, al norte
del estado de Nueva York, convocada por Vito Genovese, capo
di tutti capi de Nueva York. A la convención de Apalache
asistieron entre otros Carmine (Lilo) Galante, Joseph
Dipalermo, Salvatore Santora, Santos Trafficante, "Big John"
Ormento, Natale-Evola, Joseph Bonnano, las familias Luchese,
Gambino, Colombo, Rusotti, Buffalino, LaRocca, Licavoli,
Balistrieri, Aiuppa, etcétera.
El propósito
de la conferencia era organizar el negocio más fantástico de
casinos concebido hasta el momento; el lugar escogido era una
franja de 120 kilómetros que corría de La Habana a Varadero,
en la costa norte de Cuba, donde se erigiría una verdadera
cordillera de hoteles y cientos de casinos. En La Habana se
hallaba Lucky Luciano que sería el organizador de todo este
andamiaje; y el negocio envolvería también el tráfico de
heroína europea a Estados Unidos, vía Cuba. El plan no se pudo
efectuar debido al derrocamiento de Batista, y la Mafia
desarrolló entonces a Las Vegas y Atlantic City como
alternativas a La Habana.
Cuando se
inicia la revolución cubana, casi todas las operaciones de la
mafia norteamericana cesaron, al interrumpirse sus vínculos
con el antiguo régimen. Ello no fue óbice para en el
transcurso del año 1959, el propio Castro se entrevistase con
la mayoría de los grandes mafiosos que abandonaban la Isla, o
que regresaban a ella para cancelar sus negocios. De tales
conversaciones quedaron lazos y compromisos que luego fueron
utilizados ventajosamente por Castro para realizar operaciones
comerciales ilícitas a través de México, Suiza y Canadá, que
también conseguían burlar el embargo norteamericano.
¿Cuál era el
tipo de relaciones que Castro mantenía con cuatro poderosos
grupos de la mafia norteamericana desde aquella época? Arthur
M. Schlesinger, asesor personal del presidente Kennedy,
explica en su libro Robert Kennedy and his Time, cómo
tales conexiones permitieron que Castro sobreviviera
fácilmente a los elaborados planes que la CIA acarició durante
largo tiempo para asesinarle. Sus nexos con la familia de
Santos Trafficante, entre otros, le mantenían informado sobre
los planes de Washington.
En un
informe de la época, emitido por el Buró Federal de Narcóticos
de Estados Unidos, se especulaba ya sobre los tempranos
orígenes de la coalición de Castro con el tráfico de
narcóticos en los Estados Unidos a través de esas cuatro
familias. Schlesinger comenta en su libro que, en julio de
1961, el Buró conocía que Santos Trafficante, uno de los jefes
del crimen organizado con lazos en La Habana, representaba los
intereses de Castro en el narcotráfico hacia Estados Unidos.
Mediante esas lazadas ilegales, Cuba realizó durante la década
de los sesenta una serie de transacciones comerciales, muchas
veces en alta mar, a través de las que se adquirían semillas
de arroz, pastos, semen congelado, ejemplares vacunos y otros
productos agrícolas de alto rendimien to.
EPIDEMIA
ROSADA
Pero éstos
no serían los únicos vínculos que Cuba explotaría. En el
verano de 1960, Raúl Castro, ministro de defensa cubano,
visitó Checoslovaquia donde sostuvo largas entrevistas con su
contraparte, el general Jan Sejna. El resultado fue un acuerdo
de asistencia mutua entre ambos ministerios para la
experimentación de la producción de drogas. Este acercamiento
checo-cubano sucede al tiempo que la URSS comienza a
desarrollar una comunidad de inteligencia con el concurso de
todos los aparatos de espionaje del bloque soviético, en que
ha de figurar destacadamente el "Departamento Z" de la
inteligencia checoslovaca.
En 1961, la
Unión Soviética solicitó los servicios de especialistas checos
para iniciar a Cuba en este campo, con instrucciones de
prestar atención especial al estudio del tráfico de drogas
desde América Latina hacia los Estados Unidos2. El GRU y la
KGB soviética, asistidos por el Departamento Z de
Checoslovaquia, y la Segunda Administración de espionaje,
ayudaron a conformar los trabajos ilegales de Cuba, incluyendo
el narcotráfico. Según el general Sejna, esta operación
recibió el nombre de “epidemia rosada”.
De inmediato,
los checoslovacos comenzaron un programa de tecnología
especial en su centro de investigación secreta de Milovice
para desarrollar las técnicas de producción necesarias. Los
resultados fueron luego facilitados a los servicios cubanos
que hasta el momento sólo conocían las crudas técnicas usadas
en América del Sur. A pedidos del entonces premier moscovita
Jruschov, y con la intención de acelerar los ya coordinados
planes de inteligencia, el general soviético Nikolai Savinkin
visitó a todos los países del bloque comunista, entre ellos a
Cuba, para precisar detalles sobre el delicado componente del
narcotráfico y disponer su despegue.
Una noche de
noviembre de 1960, fue ultimado a balazos en un pequeño hotel
de Ciudad Méjico el nicaragüense Jail Zarruck, en lo que las
autoridades al principio calificaron de crimen pasional.
Zarruck recién había regresado de un viaje a La Habana. Con
posterioridad se comprobó que el asesino había sido Francisco
Otero Lastra, conocido como "Paco el cubano" en el vasto
mercado negro latinoamericano, cuya relación con Castro en la
compra y venta de armas era sabida.
Esa misma
semana, agentes de la policía mexicana allanaron una casa
ubicada en la calle Berlín, donde encontraron paquetes de
drogas junto a varios cargamentos de ametralladoras, rifles
M-1 y otros efectos militares provenientes de Cuba. Fueron
detenidos Trecy y Debrowsky, a quienes se le atribuyó el envío
de armas a la América Central para un movimiento castrista
donde debía figurar el asesinado Zarruck.
El caso no
halló una explicación más coherente hasta 1964. El 4 de junio
de ese año, Otero Lastra fue asesinado en la prisión de
Lecumberri, en Méjico. Su viuda declaró a periodistas que su
marido había comprado armas para Castro con el dinero de la
venta de narcóticos, y que ello era del conocimiento de La
Habana. La policía mexicana consiguió pruebas de las
actividades de Zarruck y de Otero en el negocio de narcóticos
y de armas que vinculaban a funcionarios cubanos en Méjico y
en otras capitales del continente en dicho tráfico.
Según el
diario Wall Street Journal, en 1961 tuvo lugar una
entrevista entre el entonces capitán Moisés Crespo, Che
Guevara y un grupo de guerrilleros latinoamericanos en la que
se discutió la introducción de drogas en Estados Unidos con
vistas a levantar fondos para la guerrilla. Moisés Crespo
había sido del círculo íntimo del ex presidente cubano Carlos
Prío, razón por la que conspira contra Batista y se asila en
los Estados Unidos en 1956, donde espera el triunfo de la
Revolución. Su amistad con el comandante castrista Efigenio
Ameijeiras hace que lo licencien junto con éste, en 1967, a
raíz de un escándalo de consumo de drogas y marihuana. Crespo
salió de Cuba, vía Mariel, en 1980, y no tardó en vincularse
al narcotráfico; murió en Miami en 1986.
En marzo de
1961, la policía colombiana descubrió un vasto complot
preparado por La Habana que había logrado establecer un
pequeño frente guerrillero en Colombia. Los documentos
probaban que dos funcionarios cubanos participaban
directamente en la subversión y que otro cubano llamado Máximo
Grever entrenaba a la guerrilla en Sumapaz. Lo que más llamó
la atención fue la revelación de cómo el tráfico de armas se
hacía por el golfo de Uraba y los aeródromos de Antioquía y de
Valle aprovechando aeropuertos semi-abandonados y lugares
solitarios de las costas. Al servicio de la embajada cubana
había tres aparatos Piper tripulados por el aviador Alfonso de
la Rosa, contrabandista de armas en el narcocircuito
Panamá-Ecuador-Colombia, radicado en Barranquilla.
En su
edición del 12 de agosto de 1961, el diario limeño La Prensa
publicaba una entrevista espectacular concedida por los
parlamentarios Mario Gutiérrez y Gonzalo Romero de Bolivia3.
"Bolivia es actualmente una gigantesca fábrica de cocaína que
está sirviendo para financiar el tráfico de armamentos y la
preparación de futuros "fidelazos" en la propia Bolivia y en
Perú, Chile y Argentina".
El senador
Gutiérrez aclaró también que un avión derribado días antes en
Bolivia no era un avión pirata. Explicó que antes de su
captura se había realizado con el mismo otros quince vuelos
sobre territorio boliviano transportando cocaína al exterior y
trayendo armas y municiones a las poblaciones de Santa Cruz y
Cochabamba. Agregó que en cada vuelo llegaban diez toneladas
de armas automáticas y proyectiles provenientes de Cuba, para
ser entregadas a los agentes y subversivos de Perú, Chile y
Argentina que clandestinamente las internaban en sus
respectivos países. Por último señaló que las armas se pagaban
con los fondos de la venta de incalculables cantidades de
cocaína traficada desde Bolivia.
Los
congresistas bolivianos apuntaron que este tráfico ya había
sido mencionado por el ministro de Hacienda de Bolivia, dato
que en el exterior no se le había concedido importancia. A
raíz de tales denuncias, fueron detenidos y enjuiciados por
tráfico de cocaína y espionaje con Cuba el propio jefe de la
policía del gobierno de Bolivia, coronel Gaytán Contador. Una
semana después de los hechos en Bolivia, el vicegobernador de
la provincia Argentina de Salta, José Guzmán, denunciaba un
infame comercio en ambas fronteras, mencionando el papel de
Cuba con el ya inculpado coronel boliviano. Se mencionaba
además la relación de Cuba con José Requena, administrador de
la empresa Yacimientos Petrolíferos Bolivianos y con un grupo
de funcionarios argentinos de la provincia de Salta, entre
ellos el doctor Bernardino Bella.
El 12 de
septiembre, el diario argentino La Razón sacaba a la luz el
contrabando de ametralladoras y cocaína introducido por el río
Bermejo, a la altura del departamento de Orán, así como de
otros contrabandos por Aguas Blancas, acarreados por elementos
apoyados por Cuba. Es cuando el gobierno argentino decidió la
ocupación militar de la provincia de Salta. El escándalo
provocó una crisis gubernamental en Bolivia que trajo la
renuncia del vicepresidente Juan Lechín. Una vez exonerado por
una comisión investigadora del congreso de Bolivia, Lechín
acusó a los exilados Mario Gutiérrez y Walter Guevara de estos
sucesos; este último era el nexo principal con Cuba. Tanto
Argentina como Bolivia expresaron sus protestas diplomáticas a
La Habana, pero el hecho no cobraría proporciones
internacionales ya que la diplomacia cubana se movió
febrilmente para sepultar el descubrimiento.
En un audaz
golpe de mano, el Frente Revolucionario Democrático (FRD),
organización de exilados cubanos dirigida por el ex-premier
cubano Antonio de Varona, hacía pública el 25 de septiembre de
1961 una información basada en documentos secretos obtenidos
de la embajada cubana en Montevideo. En ellos se revelaba un
plan de Castro y del Che Guevara para infiltrar la Argentina a
todos los niveles, con el fin de preparar condiciones para el
derrocamiento del gobierno y hacer ascender a los peronistas y
a la izquierda al poder.
El Che
Guevara dirigía el establecimiento de centros de entrenamiento
guerrillero en Argentina, controlando así los brotes
subversivos entre Bolivia y Paraguay en los bordes fronterizos
con Argentina. Los documentos revelaron que los agentes de la
inteligencia cubana que trabajaban para el Che Guevara habían
logrado integrar a este andamiaje a los principales
traficantes de cocaína del área con el fin de establecer un
corredor que facilitase el traspaso de armas y de hombres y la
búsqueda de fondos para las operaciones4. El escándalo
provocado por la publicación de los documentos trajo como
consecuencia la expulsión de Cuba de la OEA en enero de 1962.
En abril de
ese mismo año, agentes del Servicio Federal de Narcóticos de
los Estados Unidos, al mando de Eugene J. Marshall, detuvieron
al conductor de un pequeño camión estacionado en una barriada
del suroeste de Miami. En su casa se hallaba su esposa; allí
se hallaron pruebas que establecieron la conexión de la pareja
con los servicios secretos de Castro. En un compartimiento de
doble fondo se halló, además, una cantidad enorme de cocaína
pura.
La operación
concluyó con el arresto de cuatro cubanos: José Barral, Mario
Delgado, José León y Gabriela Giralt; un quinto cómplice era
el norteamericano Rudolph Martínez. En sus declaraciones los
detenidos admitieron su conexión con los servicios cubanos,
señalando como enlace a Juventino Guerra, otro cubano al
servicio de Castro desde Nueva York, detenido recientemente en
esa ciudad por tráfico de cocaína pura. Los cinco confesaron
su participación en el narcotráfico entre Estados Unidos y La
Habana.
En el curso
de una conferencia de prensa en Washington, el Comisionado de
Narcóticos de Estados Unidos, Charles Siragusa, aseguró que la
cocaína procedía de Cuba. El 8 de mayo de 1962, Henry L.
Giurdano, miembro de esa institución, informaba ante la
Comisión de Drogas y Narcóticos de la ONU en Ginebra que5
"existían pruebas incontrovertibles para dudar sobre el
informe del gobierno de Cuba sobre que el tráfico ilícito de
drogas había sido erradicado de Cuba". En testimonio ante el
Senado norteamericano, Thomas Cash, agente especial para la
zona de Miami de la Administración para el Control de Drogas
de Estados Unidos (DEA) señalaba que desde 1963 su agencia
recibía información que implicaba al gobierno cubano en el
tráfico de drogas.
En junio de
1967, prestó declaración ante una comisión especial de la OEA
el venezolano Marcano, quien daría pormenores de la subversión
castrista en Venezuela. Marcano, entrenado por los servicios
cubanos de inteligencia y contra inteligencia, participó en
numerosos actos de sabotaje y terrorismo contra su país6. De
acuerdo con Marcano, siguiendo instrucciones de los cubanos,
en 1965 se supo en contacto en Colombia con el contrabandista
Luis Pérez Lupe, que tenía en sus manos casi todo el comercio
ilícito de mercancías, armas y drogas en la costa atlántica.
Pérez Lupe aceptó trabajar para La Habana y propuso hacer un
puente desde Aruba a las costas venezolanas, con el lanchero
de bandera venezolana Nelson Sosa, quien debía trasladar una
carga de hombres y armas.
Después,
Marcano entró en Venezuela por Maicao, a través del famoso
"camino verde" usado por la inteligencia cubana, y que era
transitado, entre otros, por traficantes de drogas. Marcano
destacó que los cubanos estaban involucrados en el mercado
negro que recorre por el Amazonas hasta Manaos. Asimismo, los
agentes de Castro organizaron el concurrido corredor de Aruba;
otro importante conducto clandestino creado por los cubanos
fue el de la costa atlántica colombiana, en el que utilizaban
barcos franceses que trabajaban en los bananares de Santa
Marta, los cuales podían trasladar hasta diez personas y hacer
un viaje sin escala a Hamburgo.
A fines de
1963, un asistente de Raúl Castro viajaba a Checoslovaquia con
el fin de obtener equipos especiales para la producción de
narcóticos en Colombia y la manufactura de drogas sintéticas
como parte de un programa experimental. Según el general Sejna,
el propio Raúl Castro recogió los equipos en abril de 1964
tras una visita a Moscú. Posteriormente, el jefe de logística
médica del ejército checo, general Miroslav Hemalla, voló a
Cuba acompañado de dos subordinados y dos técnicos para
analizar con Castro la posibilidad de producir la droga
localmente en la República Dominicana7. En La Habana se firmó
un acuerdo de cooperación médica para el entrenamiento de
cubanos en el uso de los equipos especiales.
En octubre
de 1964, los servicios de inteligencia del bloque soviético
-incluidos los cubanos- firmaron un pacto estableciendo un
sistema de inteligencia integrado. James Angleton, decano de
los jefes de la inteligencia norteamericana declaró en una
famosa entrevista que8 "la CIA y sus servicios hermanos en
[Gran] Bretaña, Francia y Alemania Occidental habían
encontrado suficientes evidencias de coordinación entre la
inteligencia soviética, búlgara, de Alemania oriental, Libia,
cubana, húngara, rumana y polaca, durante largos períodos,
para convencer a los más escépticos".
Los
soviéticos orientaron a los checos a introducirse en Méjico y
aprender los detalles operativos de ese país, debido a que las
más efectivas operaciones de narcóticos ejecutadas por Cuba se
realizaban allí aprovechando la corrupción prevaleciente en
los medios oficiales. El nombre secreto para esta operación
encubierta fue el de “Rin”, y el agente responsable en Méjico
fue el mayor Jidrich Strnad, que actuaba bajo las órdenes del
Coronel Borsky. Cuba y Checoslovaquia desarrollaron
operaciones conjuntas, como la de Chile, donde el agente checo
Danislav Lhotsky estableció una red experimental de producción
y distribución de droga en concierto con los cubanos. En 1967
Lhotsky recibió la condecoración Estrella Roja del gobierno de
su país.
En la
primavera de 1967, el general soviético Savinkin convocó una
reunión de varios días en Moscú con la alta dirigencia de los
países miembros del Pacto de Varsovia, incluida a Cuba. Entre
los tópicos discutidos figuró el uso de los narcóticos como
arma de erosión contra el Occidente. A la reunión asistieron
por Checoslovaquia los generales Sejna, Bohimir Lomsky y el
ministro del interior, Josef Kudrna; la delegación cubana
estuvo encabezada por el Ministro de Defensa Raúl Castro.
Meses
después, Raúl Castro se dirigió a Praga donde sostuvo intensas
reuniones con los altos jefes militares y de inteligencia
checos, entre ellos el general Sejna. Allí se abordaron
pormenores de la previa reunión en Moscú concernientes a la
futura expansión de la actividad narcotraficante y la
coordinación de los trabajos de investigación de drogas entre
Cuba y Checoslovaquia.
Es conocido
que las misiones diplomáticas de Corea del Norte en Europa
sufragaban sus gastos con el tráfico de drogas y el mercado
negro. Asimismo, el polvo para producir el metaqualon, el
psicotrópico más ampliamente consumido en el mundo, provendría
fundamentalmente de Hungría, Alemania del Este y de China
comunista.
La política
de burlar el embargo norteamericano condujo a Cuba a una
cultura de corso, legitimada por el gobierno; y, de lo
necesario se pasó a la generalización de estas prácticas. En
la década de los sesenta, Castro planteaba reiteradamente el
derecho de reproducir y de cualquier manera hacerse de
productos occidentales, siempre y cuando se entendiera que
dichas mercancías fuesen necesarias. Los derechos reclamados
por Cuba habrían de ejecutarse por medios ilegales y en
violación a acuerdos internacionales. Así, la empresa de los
servicios secretos cubanos CUBALSE efectuaba las
transacciones ilegales del régimen, incluyendo estas las
relaciones con organizaciones mafiosas y cierto tráfico de
narcóticos.
En
la década de los setenta el énfasis comienza a desviarse a la
actividad de transferencia tecnológica hacia la URSS y el
país, y es precisamente cuando comienzan a organizarse
empresas y departamentos especializados, a veces dirigidos
directamente por Castro y otras en manos de sus servicios de
inteligencia.
El esfuerzo
masivo del bloque soviético en el tráfico de drogas alcanzó su
cenit en la década de los setenta, donde Turquía devino en el
centro de una extensa red de narcotraficantes, mercado negro
de armas y terrorismo operado desde Bulgaria. Se utilizaron
también los territorios de Sicilia, Trento y Trieste en el
norte de Italia, y estuvieron involucradas las Brigadas Rojas.
Esta sería una operación muy similar a la descubierta en el
Caribe a través de Cuba, Nicaragua y Panamá.
Khun-Sa
sería el monarca del famoso “triángulo de oro” que llegaría a
producir 60 toneladas de heroína anualmente. El Triángulo se
halla en los meandros de los ríos Mae-Sai y del Mekong, y
bordea a Laos, Tailandia y Burma, en una tierra de nadie. Khun-Sa
contaría con el apoyo del partido comunista de Burma, del
marxista Pathet Lao10.
La heroína
que sale del triángulo de oro encontraría un puente en un país
del bloque soviético, Bulgaria, donde la firma comercial
XINTEX, una filial de los servicios secretos búlgaros, el
"Dajnavna Sigurnost" se ocuparía de comerciarla. El 70% de la
droga que entraría en Europa se canalizará por los búlgaros; y
uno de los narcotraficantes más célebres del viejo continente,
el turco Bekir Celenk figuraría como el cliente más escogido
del jefe de la inteligencia búlgara, Dimitre Savov11.
Dentro del
bloque soviético los búlgaros encabezarían las vastas
transacciones multilaterales de droga por armas, para
beneficiar al Ejército Rojo del Japón, a la OLP Palestina, a
la IRA de irlanda, el movimiento vasco de la ETA. En especial,
la OLP dependería tanto en sus finanzas de las transacciones
en drogas por armas, mediante los búlgaros sobre todo después
de que la crisis del petróleo en 1973 redujo drásticamente sus
ingresos provenientes de los países árabes amigos. La OLP
cultivaba la droga en el valle del Bekaa, en Sraune y Sahle,
que luego la remitían a Bulgaria.
EL CARTEL DE
MEDELLIN
En el curso
de esa década se dieron cita dos coyunturas importantes; la
primera tendría que ver con el consumo de narcóticos, que
vería una gran expansión en Estados Unidos primero con la
marihuana y luego con la cocaína. La otra coyuntura tenía que
ver con el narcotráfico en sí. el Cartel de Medellín
necesitaba de un punto intermedio cercano para operar hacia
aguas norteamericanas. El Cartel de Medellín llegará a
introducir unas 45 toneladas de cocaína en Estados Unidos,
representando 25 billones de dólares, y alrededor de 10
toneladas en Europa.
En una
intervención ante el Senado en abril de 1983, James H. Michel,
Subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos expresó
que existían pruebas de que en 1979, el buró político del
Partido Comunista de Cuba había aprobado un plan para
intervenir en el narcotráfico utilizando a Cuba como puente y
base de apoyo para las redes de traficantes de Estados
Unidos12. El suministro se organizó desde las fuentes de
abastecimiento en América del Sur y el gobierno de La Habana
necesitaba recursos en moneda convertible que estaría
dispuesto a obtener de cualquier manera. La vinculación cubana
con el narcotráfico era inevitable desde un principio, y
además tenía que producirse de manera casi natural: primero,
porque en las áreas de producción de Suramérica, los
guerrilleros sostenidos por Cuba ocupaban el mismo espacio
ilegal que los narcotraficantes.
La guerrilla
necesitaba armas y dinero, mientras que el narcotráfico,
siempre abundante en dinero, necesitaba protección armada y
sobre todo acceso a las redes de organización clandestina de
la guerrilla y su experiencia conspirativa. Además, una parte
importante de todo el tráfico de drogas cayó en manos de
exilados cubanos, sobre los cuales La Habana tenía abundante
información para el chantaje. La parte del exilio que se
vinculó al narcotráfico con Cuba también se sentía
razonablemente segura de que no sería traicionada13.
En la medida
que la crisis financiera y económica se hacía más profunda, la
dependencia de la Isla para con los recursos extraídos de
Angola y del narcotráfico se amplió. Apurado por lograr una
nueva fuente de recursos, Castro se fue involucrando cada vez
más en el tráfico de drogas, como apuntarás el general cubano
exilado Del Pino14.
Tradicionalmente los barcos usados en el narcotráfico
colombiano tenían que atravesar el Paso de los Vientos, entre
Cuba y Haití, lo que muchas veces les situaba en aguas
territoriales cubanas, donde eran interceptados. Las pérdidas
de los narcotraficantes se incrementaron con alarma. Según el
testimonio dado en 1982 por el narcotraficante de Miami Juan
Lozano (alias Johnny Crump) es alrededor de 1975 que algunos
de los más importantes narcotraficantes colombianos se
entrevistaron en Bogotá con el embajador cubano Fernando
Ravelo Renedo para negociar la devolución de los barcos y las
tripulaciones.
El embajador
cubano contestó con una contraoferta de La Habana: a cambio de
$800,000 por cada barco, Cuba estaba preparada no sólo para
ignorar la actividad de los buques madres que se detectasen en
sus aguas, sino que podía proveerles de servicios de
reparación y gasolina en sus puertos, así como identificación
y escolta cubana hasta las proximidades de los cayos de la
Florida. Así, los poderosos colombianos Alfonso Cotés y
Alfonso García comenzaron sus negocios de tráfico a través de
Cuba. Los agentes de inteligencia cubanos se pusieron en
contacto con algunos potentados de la droga en Miami, como por
ejemplo Johnny Crump y el conocido narcotraficante Jaime
Guillot‑Lara que con posterioridad sería empleado de los
servicios secretos cubanos y se casaría con una hija de Raúl
Castro.
Entre los
cubanos exilados en Estados Unidos implicados en el
narcotráfico con Cuba estaban José Alvero Cruz y Osiris Santi.
En noviembre de 1976, Alvero había viajado a España donde
disponía de fondos bancarios; allí obtuvo de la propia
embajada cubana en Madrid un pasaporte cubano. En 1978,
actuando como agente de Cuba, Alvero arregló el envío de 5,000
armas para las guerrillas sandinistas en Nicaragua. Por su
parte, Osiris Santi era un narcotraficante cuyos barcos ya
recibían protección en los puertos cubanos. Su lugarteniente,
Orlando Torres, se entrevistaba constantemente en Méjico con
los funcionarios del régimen cubano destacados en Mérida.
El
narcotraficante colombiano, Jaime Guillot-Lara -casado con la
hija del ministro de defensa cubano Raúl Castro- será el
contacto entre Cuba y el movimiento M-19. El 7 de noviembre de
1981, Guillot-Lara tiene que escapar a toda prisa de Colombia
y se refugia en Méjico, donde los agentes cubanos negocian su
libertad con las autoridades mejicanas con el fin de evitar
que se descubriera su conexión con La Habana. En 1982, Castro
hablaba de Guillot-Lara como "un buen amigo". La conexión
cubana sería descubierta y probada más tarde. Los informes de
la participación cubana en el tráfico de drogas saldrían por
vez primera a la luz pública en 1982 cuando la Oficina Legal
de los Estados Unidos en Miami nombró entre los acusados al
jefe de la marina de guerra de Cuba, almirante Santamaría, y
al ex embajador cubano en Colombia, Ravelo, en un caso que
incluía 23 toneladas de marihuana.
El 15 de
noviembre de 1982, los colombianos Guillot-Lara y Johnny Crump,
y los cubanos Lázaro Visuña, Mario Estévez y David L. Pérez,
brindaron a un tribunal en Miami amplias pruebas de las
actividades de narcotráfico por parte de Cuba desde el año
1975; tráfico que tenía como uno de sus objetivos el envió de
armas a la guerrilla colombiana del M‑19. Según con la
deposición de Johnny Crump, él y Guillot-Lara se dirigieron a
La Habana en compañía del embajador Ravelo, donde éste y el
embajador de Cuba en Venezuela, Norberto de la Osa, les
confirmaron que el barco Viviana, dedicado al narcotráfico
obtendría salvoconducto todas las veces que atravesase las
aguas jurisdiccionales cubanas.
Por la
protección de este tránsito, Guillot-Lara pagaba $20 000 por
cada tonelada de marihuana a bordo. A su vez el compromiso
incluía el transporte de armas a las guerrillas del M‑19 en
Colombia. Según Guillot-Lara, a su retorno a Colombia inició
los trámites para preparar otro barco para enviar a Cuba en
1980. Conforme al testimonio de Johnny Crump, los funcionarios
cubanos Ravelo y René Rodríguez Cruz -presidente del Instituto
Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP)-, le sugirieron la
posibilidad de comprar y enviar armas para elementos anti-Pinochet
en Chile a través de Panamá. Una semana después, uno de los
chilenos de apellido Galván, le hacía entrega de un
microfilm en un cigarrillo que contenía la lista de las
armas, alimentos y municiones para 300 hombres.
Por otra
parte, Johnny Crump cuenta cómo durante una campaña en la
costa norte del Pacifico, las autoridades colombianas cercaron
a un grupo guerrillero del M-19 comandados por Carmenea
Cardona, muchos de los cuales figuraron en el secuestro de la
embajada dominicana en Bogotá y que supuestamente debían haber
estado refugiados en Cuba. Entre los detenidos y testigos de
la causa de Miami figuraba también Mario Estévez, un agente de
la inteligencia cubano, infiltrado en los Estados Unidos en
1980. En su deposición ante el Gran Jurado, Estévez expresó
que había sido infiltrado con el objetivo de activar el
tráfico de drogas, comenzando por transacciones de marihuana
hasta que fue arrestado el 29 de noviembre de 1981.
Estévez
testificó ante una comisión del senado de los Estados Unidos
que había introducido en la Florida marihuana y gualudes desde
Cuba, y de ahí trasladado a Nueva York. Las declaraciones de
Estévez resultaron desconcertantes: la alta cúpula de la
dirigencia cubana había organizado una extensa red de
narcotráfico desde América Latina hasta los puntos de
distribución en ciudades norteamericanas, usando sus propios
servicios secretos. Estévez identificó al alto oficial de
inteligencia cubana, René Rodríguez Cruz y al vicealmirante
Aldo Santamaría como las personas encargadas por Castro para
canalizar este tráfico. Estévez apuntó que desde los inicios
de la década de los setenta se producía marihuana en la región
cubana de Manzanillo para venderla en los Estados Unidos;
operación que Castro venía madurando desde los días de la
guerra de Vietnam. Estévez estimó en $200 millones anuales
los ingresos cubanos sólo por concepto de marihuana.
Durante el
período de su actividad ilícita, Estévez logró el traslado de
Cuba a Estados Unidos alrededor de 270 kilogramos de cocaína
que se vendió luego en Miami, Chicago, Ohio, Nueva Jersey,
Nueva York y otras ciudades. El dinero acumulado lo llevaba a
Cuba él personalmente. También informó que en un momento de su
actividad, sus jefes en el gobierno cubano le recomendaron se
trasladase a Bímini, en Las Bahamas, para conocer y entrenar a
Frank Bonilla, otro agente proveniente de Cuba. De regreso a
Cuba, recalaron en la pequeña isla de Paredón Grande, donde
hallaron el buque Viviana del colombiano Guillot-Lara con un
cargamento de 8 millones de qualudes. El yate estaba
escoltado por buques de guerra cubanos.
De acuerdo
con la narración de Estévez, corroborada luego por otros
narcotraficantes, estando en Paredón Grande concurrieron el
jefe de la Marina de Cuba, almirante Santamaría, y el alto
jefe de la inteligencia René Rodríguez, organismo pantalla de
la inteligencia cubana, con quienes sostuvo una extensa
conversación sobre el narcotráfico. Explicó que cuando salió
de Cuba a bordo del Viviana se acarreaba otro barco,
el Lazy Lady, hasta la isla de Andros en Las Bahamas,
donde se hizo el traspaso de los qualudes. Después fue
ordenado a seguir hasta Cayo Güincho donde recogió 23,000
libras de marihuana procedente de Cuba.
El
testimonio de Estévez implicó en el narcotráfico internacional
a Santamaría, René Rodríguez, al embajador Ravelo, a Gonzalo
Bassols Suárez, diplomático cubano en Colombia; a Teodobaldo
Rico Rodríguez y Francisco Echemendía, funcionarios del
Ministerio del Interior de Cuba. Con posterioridad, René
Rodríguez moría en La Habana, en circunstancias misteriosas,
seguido al fusilamiento de los militares el general Ochoa,
Tony LaGuardia y al deceso en prisión del general Juan
Abrantes, jefe de la seguridad cubana. Coincidentemente,
Estévez también fallecería en una prisión norteamericana. Los
hilos de la trama que conducían hasta Fidel y Raúl Castro
irían desapareciendo con el tiempo.
El ex
secretario de Estado, Shultz, refiriéndose a los resultados
del Gran Jurado de Miami, indicó que se "demostró la evidencia
de la complicidad de Cuba en el tráfico de narcóticos en
América Latina15”. En marzo de 1983 fue confiscado en la
Florida un velero con 750 libras de marihuana a bordo. Durante
el registro del bote se halló un diario con la ruta seguida.
Había zarpado de la Florida para Las Bahamas, siguió a Haití,
luego a Cuba, después a Jamaica, retornó a Las Bahamas y
finalmente llegó a la Florida de nuevo. Poco después, el 20 de
mayo de 1983, el presidente de los Estados Unidos, Ronald
Reagan declaraba en Miami que existían fuertes pruebas de que
funcionarios de Castro estaban involucrados en el tráfico de
drogas desde Cuba. Un mes después, el administrador de la DEA,
Francis Mullen ratificaba ante el senado estadounidense que el
gobierno de Cuba estaba consciente de los movimientos de
drogas a través de su territorio, y que facilitaban tales
movimientos16.
LA CONEXION
CUBANA
La
desmoralización en que se precipitó un grupo de oficiales de
la seguridad cubana al verse envueltos en estas operaciones
llevó a que Raúl Castro tuviera que sustituir a uno de ellos,
al coronel Pedro Rodríguez Peralta, jefe de las tropas de
guardafronteras. Según Manuel de Beunza, miembro de la
seguridad cubana que desertó en Canadá, en 1980, Raúl Castro
destituyó y degradó al vicealmirante Generoso Escudero por
haberse apropiado de algunas pacas de marihuana y haberlas
vendido dentro de Cuba cuando en su función de jefe del puerto
de Cienfuegos brindaba apoyo al trasbordo de marihuana.
Asimismo
Raúl Castro destituyó a los vicealmirantes José Cuza y Pedro
Perera por haberse negado a usar sus unidades de superficie en
el tráfico de drogas. Raúl Castro utilizaba una base cerca de
Cienfuegos llamada La Caleta desde donde el yate de Castro,
El Pájaro Azul, era utilizado para el tráfico ilegal.
La historia
de la última década en América Latina registra el nacimiento
de una poderosa internacional del tráfico ilegal de drogas que
ha logrado imponerse por encima de cualquier ideología o tipo
de gobierno. Dos organizaciones insurgentes colombianas
desarrollaron conexiones con el tráfico de drogas: las FARC,
la organización más antigua y con base rural, y el M-19. Los
frentes guerrilleros de la FARC operaban en aéreas de
producción de coca y marihuana donde establecieron acuerdos
con los traficantes de quienes recaudan pagos de protección
contra las autoridades. Asimismo, la FARC proporcionó un
número de aeropuertos clandestinos a los traficantes a cambio
de dinero para armas y vituallas.
En el mes de
noviembre de 1981 el movimiento guerrillero M‑19 secuestró a
Marta Ochoa Vásquez hija del connotado narcotraficante Fabio
Ochoa, y pidió un cuantioso rescate por su liberación. Los
hermanos Ochoa decidieron no pagar el dinero exigido por los
guerrilleros del M‑19 y, al mismo tiempo, llamaron a una
reunión de todos los traficantes colombianos para la
organización de una defensa conjunta: así nació el Cartel de
Medellín, para defender por las armas sus intereses contra la
guerrilla del M‑19. En esa época, Cuba mantenía relaciones
diplomáticas con Colombia; su embajador en ese país, Ravelo,
logró un acuerdo entre el M‑19, el Cartel de Medellín y otros
grupos guerrilleros con el fin de que las facciones se
apoyasen mutuamente.
Para la
época en que se inicia el Cartel, los servicios de
inteligencia de los Estados Unidos ya habían recibido informes
del papel de Cuba en el narcotráfico. Desde inicios de los
ochenta se había hecho evidente -por las cartas náuticas, los
diarios de navegación, y los aviones que se estrellaban en
Colombia- de que Cuba facilitaba el tráfico trans-caribeño de
narcóticos. Los funcionarios colombianos comentaron por esa
época que los aviones transportadores de la droga retornaban
con cargamentos militares para la FARC. Para el otoño de 1981,
las evidencias eran incuestionables.
Un grupo de
guerrilleros arrestados en Colombia implicaba a la embajada
cubana como centro de contactos del M‑19 para la recepción de
armas. Ellos informarían que a cambio de grandes sumas y del
traspaso de armas al M‑19, Castro ofrecía la protección de sus
puertos y aguas territoriales a importantes narcotraficantes
que operaban entre América del Sur y el sureste de los Estados
Unidos. El acuerdo incluía el apoyo de Castro a las
embarcaciones de transporte de la droga en su ruta de Bahamas
a Miami. Por su parte, el Cartel suministraba armas y dinero a
las guerrillas a través de Panamá.
Los barcos
zarpaban desde el puerto colombiano de La Guajira y llegaban
al cayo cubano Paredón Grande, en Sagua La Grande. Aun hoy día
lo hacen. Allí, una lancha torpedera de la marina cubana los
custodia. Miembros de la inteligencia cubana supervisan la
transferencia del cargamento y cuidan de los botes rápidos de
los traficantes de Miami escondidos en Cayo Güincho, en Las
Bahamas. Estos barcos rápidos disponen de bandera cubana y son
guiados por torpederas de la marina cubana hasta las costas
norteamericanas. Asimismo, los aviones despegan desde pistas
secretas cerca de La Guajira, en Colombia, hacen escala en
Camagüey, Cuba, y se encaminan luego hacia la Florida o Tejas.
Tony de
LaGuardia lo explicaría al Tribunal Militar de Honor durante
el juicio en su contra y la del general Ochoa: no era difícil
para Cuba lograr entre $2,000 y $3,000 millones anuales en el
narcotráfico. Para lograrlo Tony de LaGuardia tendría que
lidiar con los productores de la droga y no con sus
distribuidores, es decir, era necesario obviar al Cartel de
Medellín.
Según Tony
de LaGuardia, había que garantizar la producción de
laboratorios para lo cual se precisaban apreciables sumas de
dinero. Esto en general había sido el objetivo de Castro. Esta
estrategia la corroboran otros acontecimientos, como por
ejemplo el famoso incidente, en 1981, de la expedición de Jean
Michel Cousteau por las junglas del Amazonas. En ese entonces,
los ecologistas franceses hallaron en una pequeña aldea india
un complejo secreto de laboratorios de cocaína. A preguntas de
Cousteau, los indígenas indicaron ante las cámaras que la
cocaína se intercambiaba por armas provenientes de Cuba para
grupos guerrilleros17.
Al describir
las operaciones de narcotráfico en Cuba, Tony de LaGuardia
expreso que los botes entraban en Varadero donde un oficial
coordinaba su arribo con el jefe militar del área. Los buques
guardacostas permanecían junto a los botes y varios oficiales
ayudaban a descargar el material. Según Tony de LaGuardia,
estas operaciones se hacían desde 1980.
A partir de
1982, todos los contactos del M-19 y otros grupos guerrilleros
colombianos como el FARC y el FLN se realizaron en Panamá.
Bajo la jefatura de Jorge Luis Ochoa, el Cartel de Medellín
estableció fuertes relaciones con Cuba, los sandinistas y el
M‑19. Uno de los resultados de estas relaciones sería el
apoyo de los jefes colombianos del narcotráfico al pago de la
deuda externa de Panamá y Cuba a cambio de asistencia en el
tráfico. Lo mismo hicieron en Colombia y Bolivia.
Jesús Raúl
Méndez, capitán de la inteligencia cubana que desertó en Nueva
York en julio de 1983, declaró a las autoridades
norteamericanas que Raúl Castro, Ministro de Defensa de Cuba,
aceptó dinero de los narcotraficantes a cambio del uso de la
isla como base de operaciones para introducir drogas en
Estados Unidos.
De acuerdo
con William Casey, ex director de la CIA, una estrecha
simbiosis se fue conformando a lo largo de las costas del
Caribe entre los narcotraficantes y la subversiva organización
de la FARC de Colombia que contribuyó al incremento del crimen
y del desorden en los Estados Unidos. Por otra parte -continua
Casey- se sorprendió al entonces gobierno sandinista de
Nicaragua en plena producción y tráfico de narcóticos entre
Colombia y Miami, en una búsqueda de dinero para depositar en
Panamá18. Un estimado conservador de las agencias de
inteligencia norteamericana que los ingresos anuales de Cuba,
por concepto de mediador en el narcotráfico se elevan a cerca
de 2 billones de dólares19.
En julio de
1983, un capitán de los servicios de inteligencia de Castro
conocido como Pérez Méndez se asiló en los Estados Unidos
informando a sus interrogadores norteamericanos que mientras
se hallaba a cargo de una sección en el Instituto Cubano de
Amistad con los Pueblos, una organización pantalla de
espionaje, pudo conocer que existía una red de 300 espías
cubanos que trabajaban activamente en la Florida en el negocio
del narcotráfico para La Habana. Asimismo expresó que este
comercio ilícito se hallaba bajo la supervisión personal de
Raúl Castro20.
El 7 de
agosto de 1984, el Secretario de Justicia norteamericano
William French Smith acusó públicamente a Cuba y a Bulgaria de
haber empleado activamente el tráfico de drogas para ayudar a
los terroristas. Las motivaciones cubanas se ponen al
descubierto en las declaraciones de Francis Mullen21, director
de la DEA en 1984: "perjudica a la sociedad estadounidense
ayudando a los traficantes y recibe de éstos dinero para
financiar actividades terroristas. Informes de inteligencia
demuestran que la participación de Cuba en el contrabando de
drogas en gran escala no ha cesado a pesar de los cargos
formulados contra cuatro funcionarios importantes del gobierno
cubano".
El
Cartel de La Habana (II)
Juan F.
Benemelis nació en Cuba (1942); es diplomado en
derecho internacional y en historia. Fue diplomático y
asesor gubernamental en diversos países africanos. Autor
de varios libros; en 1978 obtuvo un premio de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba por el ensayo
África: visión histórica;
y en 1979 fue galardonado por la Asociación
de la Amistad Cubano-Árabe por La
Arabia feliz. Es
conferencista invitado en universidades americanas y
colaborador en diversas publicaciones de Puerto Rico,
Estados Unidos e Italia. |

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