Análisis

Venezuela
Cuba:
¿Paralelismos
posibles?


 Elizabeth Burgos
 
   

 

 referencement

La traición internacional a Venezuela
 Aníbal Romero
 viernes, 17 diciembre 2004

  

        La abyecta actitud del gobierno salvadoreño, en el caso de los
Comisarios policiales venezolanos a quienes recientemente les negó
asilo, a pesar de la clara motivación política de la persecución en su
contra, es sólo otra evidencia de la actitud genuflexa de buena parte de
la comunidad internacional ante el régimen chavista, y de la traición
hemisférica ante la destrucción de la libertad en Venezuela.

        Lo sorprendente no es el egoísmo, la miopía y la mezquindad de esa
comunidad internacional, y de la interamericana en particular. Lo
sorprendente es que no pocos venezolanos esperásemos alguna solidaridad de parte de pueblos y gobiernos por cuyas libertad y democracia Venezuela realizó tantos esfuerzos en el pasado.

        Es un error esperar gratitud en las relaciones internacionales, y
confío que estas experiencias arrojen para nosotros inolvidables
enseñanzas al respecto. Lo que predomina es una cruda y calculada
primacía del interés cortoplacista, concebido de manera estrecha y casi
siempre en términos materiales, por encima de cualquier consideración
principista.

        Sin embargo, es justo decir que la política exterior venezolana durante los cuarenta años de democracia, previos al chavismo, si bien no fue en todo momento altruísta, se caracterizó por un compromiso
democrático que se ubicó más allá de los limitados intereses de los
gobiernos de turno. Venezuela dió la cara en los años sesenta contra la
tiranía castrista y su intento de expansión continental. Volvió a darla
en los setenta frente a las dictaduras militares en Brasil y el Cono
Sur. También lo hizo en los ochenta y noventa, especialmente mediante su participación en la crisis centroamericana, y en su entrega generosa a
la causa de la paz de la región.

        Esa política exterior venezolana no sólo ayudó de manera abierta
a los países, instituciones y partidos políticos democráticos en Centroamérica, Suramérica y el Caribe, sino que también abrió las puertas de nuestro país a miles de refugiados, les acogió con desprendimiento, y comprometió recursos materiales y morales para respaldar a los perseguidos, y contribuír a la institucionalización de naciones que venían de sufrir terribles guerras y sombrías dictaduras.

        ¿Cómo nos pagan ahora? Pues cediendo al chantaje petrolero del régimen chavista, arrodillándose ante el caudillo --como ocurrió también en España--, volteando la mirada a otro lado para desentenderse de la
progresiva erosión de las libertades en el país, y arrojándoles la
puerta en el rostro a personas que han intentado buscar la protección de
Embajadas antes amigas, que ahora compiten para ganar los favores y
contratos del gobierno venezolano.

        Fuimos ingenuos al esperar la gratitud de El Salvador, de
Guatemala, de Honduras, de Costa Rica, de Argentina, de Brasil, de Chile, de Uruguay, de Perú, de la Comunidad Europea y de varios otros Estados y gobiernos que ahora, en nuestro momento de necesidad, han sido incapaces de enfrentarse a la descarnada realidad venezolana, y han optado por refugiarse en mentiras y eufemismos para congraciarse con Chávez.

        No cabe duda que, además del petróleo, a este último le favorece ser percibido como un hombre de izquierda, amigo de los pobres en combate contra la "oligarquía". Es bien conocida la debilidad de los europeos por cualquier presunto revolucionario que en Latinoamérica use una boina y defienda a Fidel Castro. No obstante, los latinoamericanos no tienen derecho a equivocarse sobre lo que está pasando en Venezuela, y su actitud indigna les traerá a la larga más desventajas que beneficios. La
Venezuela democrática no debe olvidar la abyección y desverguenza de
parte de nuestros presuntos "hermanos" en la OEA.

        En cuanto a los Estados Unidos, al menos el Presidente Bush ha evadido encontrarse con Chávez, pero la excesiva tolerancia y la ambiguedad hacia la situación venezolana tampoco han sido dignas. Entiendo que Washington ya ha visto demasiados demagogos en América Latina, y que existe una inmensa brecha entre la retórica antiimperialista de Chávez y la realidad de los contratos petroleros. No obstante, insisto, lo de Chávez no es cosa de juego, y Washington pagará cara su actitud de relativo desdén hacia la destrucción de la libertad en Venezuela.

        Los venezolanos estamos sólos, y aún así debemos seguir luchando hasta vencer. No debemos esperar nada de países a los que en el pasado otorgamos nuestro respaldo y afecto. El izquierdismo de Chávez le gana de entrada la simpatía de europeos y de muchos latinoamericanos por igual, así como el trato condescendiente de la prensa "liberal" (de izquierda) norteamericana. Estamos sólos, pero aún así es imperativo vencer.

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