Mordazas
Venezolanas C.A.
Lucy
Gómez
sábado,
11 diciembre 2004
Como
seremos los periodistas criollos de malos e inconscientes con
la conservación de la paz pública, el bienestar de la patria y
el futuro de nuestros niños, que tres presidentes venezolanos,
de distintísimo signo, han considerado necesario en épocas
distintas, aplicarnos un dispositivo controlador, dirigido a
restaurar el orden y preservar la moral popular.
En
vista de la lata que sé que producen aquellos artículos que
empiezan " Era 1874 .y sin embargo llovía...» asunto
que genera en todos innumerables bostezos y el inmediato
abandono del documento en cuestión, me voy a restringir a
recordar la similitud de circunstancias y decisiones que
signaron la relación entre la prensa y los próceres Eleazar
López Contreras, Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez, para
los momentos que cito ministro de Relaciones Interiores y Hugo
Chávez Frías.
Libertad de opinión con cuidadosa vigilancia
En
época de López Contreras, la gente, que andaba fastidiadísima de
los largos años de empolvamiento y desuso de las libertades
públicas, se desentumecía haciendo gimnasia política con
manifestaciones solicitando que se ampliaran cada vez más sus
derechos. Pero había mucho gomecista acostumbrado a la paz de
los sepulcros, que recordaba con fruición el palo, los grillos y
aquel perfume de adulación que exhalaba mucha prensa en
aquella época. Contra las manifestaciones violentas que se
dieron en todo el país cuando López Contreras asumió el
gobierno, contra los saqueos a propiedades gomecistas en
Valencia y en Caracas y la progresiva pérdida de privilegios, se
comienza a pedir desde el gomecismo que se suspendan las
garantías, se disuelvan las nacientes organizaciones políticas y
se calle a la prensa. Los desórdenes continuaron hasta el 5 de
enero del 36, cuando por fin se les hace caso y se suspenden las
garantías constitucionales.
Entonces, el 28 de enero, el gobernador de Caracas, Félix
Galavís, le envió una carta al director del diario Ahora
(1),
que concluye con un equivalente de nuestro «con copia" o C/c,
diciendo "Igual a los demás periódicos de Caracas". Se trataba
de una "recomendación" para que no se diese cabida en su
"importante diario, a notas editoriales, sueltos de crónica,
caricaturas o artículos que puedan servir de aprobación o
aliento a los ataques individuales o colectivos contra las
personas o intereses, que a pretexto de sanciones o represalias
sólo tienden a desviar el criterio popular y a encausarlo por
los peligrosos senderos de las prácticas extremistas que no
pueden caber en nuestro pueblo valiente hasta el heroísmo, pero
nunca cruel y sanguinario en pasadas contiendas".
Me
encanta esa preocupación por el criterio popular. Y luego venía
esta perla de amenaza: «El momento es de reparaciones, de
libertad bien entendida, o sea equilibrada en derechos y
deberes, tanto de parte de las autoridades como de sus
gobernados y es por eso que los tribunales competentes, abiertos
están con celo patriótico, al amparo de la justicia y con el
imperativo de las leyes, para que sigan su curso las sanciones
penales y civiles procedentes en cada caso concreto".
En la
misma fecha, Galavís crea por decreto una oficina de censura con
un director y dos oficiales auxiliares a quiénes debían
someterse todos los escritos y las caricaturas, incluyendo los
textos destinados a programas de radio. La razón está expuesta
en el considerando número tres: «Es de urgente necesidad la
formación de un organismo serio e imparcial que, respetando como
se debe los tributos y derechos periodísticos, desarrollados
dentro de la mas absoluta libertad de opinión respecto a los
actos de los funcionarios públicos, ejerza cuidadosa vigilancia
sobre la prensa, a fin de suprimir propagandas tendenciosas o
que sean opuestas a la Constitución Nacional y las leyes de la
república".
Todo
el mundo lo que creía es que los gomecistas hablaban de todas
estas libertades, preocupaciones y zarandajas como pretextos
para aplicarle el ácido a los críticos y seguir con la vida y
privilegios que llevaban en la época de Gómez, sin que nadie les
hiciera nada. Así que la protesta creció hasta que una gran
manifestación, la primera que marca la participación democrática
de mayorías en nuestra vida pública, se produce en la plaza
Bolívar de Caracas.
el 14
de febrero del 36. Tras la orden de Galavís de disparar contra
la multitud, se producen muertos y heridos que no calman la
protesta, sino que la multiplican, ahora con el apoyo explícito
de la elite democrática del país. La manifestación en la tarde,
después de la represión de la mañana, iba encabezada por el
rector de la UCV, Francisco Antonio Rísquez. Los recibe López
Contreras, le tuercen el brazo al gomecismo, botan y enjuician a
Galavís y en respuesta, el Presidente presenta un plan de
reformas llamado Programa de Febrero. Pero, a los meses, vuelven
a sacar la cabeza las fuerzas del orden, haciendo que el Jesse
Chacón de entonces, Alejandro Lara, ministro de Relaciones
Interiores, introdujese al Congreso la Ley de Orden Público,
mejor conocida como Ley Lara. Fueron tan fuertes las protestas
que llevaron a una huelga general en La Guaira y Caracas.
Parte
fundamental de esa ley es el capítulo IV, que habla de la
propaganda política ilegal. Pena con prisión de 1 a 3 años en su
artículo 33 a quién públicamente, de palabra, por escrito o por
impresos, por medio de radiodifusión, dibujos, carteles, mítines
u otros medios de publicidad o haciendo uso de algún servicio
público haga propaganda a favor de la abolición de la propiedad
privada, lucha de clases, incitación de los obreros contra los
patronos, extinción de la familia, desconocimiento de la Ley,
dictadura del proletariado, así como las demás doctrinas o
métodos que abarquen el ideario comunista, anarquista o
terrorista. La pena aumentaba hasta 6 años, si como consecuencia
de la propaganda se llegaran a verificar «hechos delictuosos o
desórdenes".
Ese
mismo gobierno hace una reforma constitucional, y deja intacto
allí su concepto de libertad de prensa, en el llamado Inciso
Sexto (2),
mejor conocido porque ahí también deja fuera de la ley a los
comunistas. "Garantiza" la libertad de pensamiento de palabra,
por escrito, imprenta u otros medios de publicidad, pero quedan
sujetas a pena las expresiones que constituyan injuria,
calumnia, difamación, ultraje o incitación a delinquir. No es
permitido el anonimato, ni se permite ninguna propaganda de
guerra ni encaminada a subvertir el orden político o social".
Ustedes adivinan lo amplio que estiraba la liga a la hora de
enjuiciar a alguien porque algún funcionario consideraba que lo
estaban ultrajando, difamando o que se estaba subvirtiendo el
orden social. En nuestro contexto, la cosa podía ir desde
aplicarle el ácido a los escandalosos bailes televisivos que
pasan por TV en horario infantil y tanto perturban a nuestras
conventuales parlamentarias del MVR, pasando por la entrevista a
un dirigente sindical en horario estelar o la explicación en un
programa de entrevistas, de cómo usar un lanzallamas. No hemos
inventado nada.
Pasaron otras olas democráticas y dictatoriales, hasta que llegó
el gobierno de Rómulo Betancourt y otro ministro de Relaciones
Interiores que tenía entonces preocupaciones parecidas al de
López Contreras, Carlos Andrés Pérez. El periodo se inició el 13
de febrero de 1959. Había continuos rumores de golpe de estado,
de atentados, incluyendo el más serio el 24 de junio del 60 en
Los Próceres, cuando un bombazo casi acaba con Betancourt. Se
divide el partido de gobierno en varios toletes, se dan El
Barcelonazo y otras intentonas. El gobierno ilegaliza el Partido
Comunista y el MIR en el 62, año en que se producirían además el
Carupanazo y el Porteñazo.
¿Y
cual es el pensamiento del gobierno, tres años después de plena
agitación política, en un decreto de restablecimiento de
garantías constitucionales del 8 de enero del 62?
(3).
Que la culpa la tenía la libertad de prensa. Porque fue el único
derecho que no fue restablecido. Las únicas limitaciones del
decreto de Betancourt tenían que ver con las autorizaciones
que se debían pedir para manifestar y las que reglamentaban
"los órganos de prensa, diarios, semanarios y cualesquiera
otras publicaciones periódicas" para que toda publicación de
carácter político llevara firma responsable, para que las
transmisiones de programas políticos por radio o TV fueran
permisadas previamente por el gobernador respectivo, a quién
debía llevársele el texto escrito o grabado, si lo solicitaba.
Y facultaba al gobierno para " impedir la circulación o
difusión y ordenar la suspensión temporal o indefinida de
publicaciones y transmisiones por radio y TV que inciten a la
desobediencia de las leyes o a las autoridades, ofendan a los
representantes de los poderes públicos y menosprecien las
instituciones democráticas; difundan noticias o comentarios
sobre desórdenes políticos y actos de terrorismo que no
provengan de fuentes oficiales autorizadas o reproduzcan
boletines, circulares y otros documentos militares de índole
interna o confidencial y cuya publicación no hay a sido
autorizada".
Y no
es un asunto casual. CAP reforzó la cosa el año siguiente
(4).
Como evidentemente los órganos de prensa y otras publicaciones
reincidían en el error de hacer creer que existían las
guerrillas y había en esa época en realidad cinco frentes
guerrilleros operativos dictó un decreto que prohibió la
circulación y difusión de cualquier periódico que contuviera
propaganda para grupos "que insurjan contra el gobierno
constitucional, traten de fomentar la lucha armada o la
desobediencia de las leyes", llegando a la incautación y
"pasando los recaudos a los tribunales de Justicia competentes".
No puedo dejar de citarles los considerándoos, son demasiado
sabrosos:
"Por
cuanto ...algunos órganos de prensa y otras publicaciones, han
incurrido reiteradamente en hacer tal clase de propaganda ( de
guerra) , hasta el extremo de fomentar ficticiamente en la
creencia pública el funcionamiento de fuerzas armadas
clandestinas en acciones de guerra contra las FAN y demás
cuerpos armados de la república".
"Por
cuando ese tipo de propaganda, además de proscrita por la
constitución, puede crear en la ciudadanía la falsa creencia de
un estado de guerra realmente inexistente en regiones del
interior, fomentando asimismo intranquilidad ciudadana y el
descrédito de Venezuela en el exterior..."
"Por
cuanto al hacerse tal propaganda de guerra se incurre en la
exaltación de pequeños grupos extremistas agavillados para
cometer crímenes y se provoca la desobediencia de las leyes…”
(5)
Por
nuestro bien
Cuarenta años más tarde un gobierno venezolano asume que es
absolutamente necesaria la aprobación de una ley que se aplique
a toda imagen o sonido cuya difusión y recepción tengan lugar
dentro de su territorio, y sea realizada a través de los
servicios de radio o televisión públicos o privados, " para
establecer la responsabilidad social de los dueños de medios y
de los periodistas", a los fines de promover la justicia social
y de contribuir con la formación de la ciudadanía, la
democracia, la paz, los derechos humanos, la cultura, la
educación, la salud y el desarrollo social y económico de la
Nación.... para la protección integral de los niños, niñas y
adolescentes, la cultura, la educación, la seguridad social, la
libre competencia y la Ley Orgánica de Telecomunicaciones"
Nada
más aprobada, 5 emisoras tachirenses han decidido suspender sus
espacios noticiosos y de opinión por temor a las sanciones y en
la televisión privada en horario de entrevistas, lo único que
falta es que lleven de invitada a la Abeja Maya, mientras
buhoneros y policías se caen a tiros en el centro de Caracas.
¿Que
tienen en común López Contreras, Betancourt y Chávez? Otros
gobiernos han tenido intensos conflictos políticos, han sufrido
acusaciones, ataques, manifestaciones, malacrianzas por parte de
los periódicos, revistas, programas de TV. Los han
caricaturizado inmisericordemente. Pero sólo estos tres han
formalizado en leyes que limitan a la prensa, sus deseos de
controlar y ordenar. Tal vez la clave esté en que todos sabían
que la información en manos de todos era el gran enemigo a
combatir. López y Chávez, marcados por su formación militar.
Betancourt, como muy bien lo explica Manuel Caballero
(6)
construyó un partido al cual dotó de un lenguaje y una praxis
militares. Era la única forma de canalizar "los impulsos
tumultuarios y hacerse del poder a través de la construcción de
una agrupación organizada, centralizada". Venezuela, nos lo
repiten cada vez desde el Ejecutivo, está ahora en plena
revolución. Una ley de prensa es indispensable para conservarla
y protegerla de los periodistas.
Notas
(1) Gaceta
Municipal No. 4929 del 30 de enero 1936. Estados Unidos de
Venezuela. Gobierno del Distrito Federal. Dirección de Civil y
Política. Por cierto, el editor de Ahora, era Juan de
Guruceaga, fundador de Elite.
(2) Inciso
6º del artículo 32, del título II, de la Constitución de Los
Estado Unidos de Venezuela, 20 de julio de 1936.
(3) Gaceta
Oficial de la República de Venezuela, No. 26746 del 08 de
enero de 1962.
(4) Gaceta
Oficial de la República de Venezuela. No. 27119 del 09 de
abril de 1963.
(5) Los
frentes guerrilleros registrados para 1963 son:
"José Leonardo
Chirinos". Ubicado en Falcón, Yaracuy y norte de Lara.
Comandado por Douglas Bravo, Elías Manuitt Camero, Hipólito
Acosta y el " Comandante Mariño". (Al parecer se supo esconder
muy bien hasta hoy)
"Simón Bolívar" o
" Frente Libertador". Sur de Lara y Portuguesa. Comandado por
Argimiro Gabaldón. Nada menos que una semana antes de que
saliera publicado el decreto de Carlos Andrés, atacó un
depósito del MOP y mataron a 3 personas, 2 policías y un
obrero.
"José Antonio
Páez". Actuó en Trujillo, Barinas y Portuguesa. Lo comandaba
Juan Vicente cabezas o el Comandante Pablo, actual presidente
del Centro Simón Bolívar. Mas tarde fue nombrado jefe del
frente Fabricio Ojeda y lo acompañaron por breves periodos
Luben Petkoff y Gregorio Lunar Márquez.
"Ezequiel Zamora".
La primera noticia de la existencia de guerrilleros en la zona
fue registrada por El Nacional el 3 de marzo de 1962, pero
jóvenes comunistas ya se entrenaban ahí desde 1959. Ocuparon
el pueblo de El Hatillo el 30 de setiembre de 1962. Lo
comandaban Américo Martín y Moisés Moleiro.
"Antonio José de
Sucre", posteriormente llamado igual que su comandante, muerto
" de infarto" en las cárceles del régimen, Manuel Ponte
Rodríguez, quién también fue jefe de la insurrección de Puerto
Cabello en abril del 63 y comandante supremo de las FALN.
Operaban en Anzoátegui, Monagas y Sucre, en el mismo escenario
de la insurrección militar de Carúpano del 4 de mayo de 1962.
Lucharon ahí Alfredo Maneiro, Carlos Betancourt, Américo Silva
y Gabriel Puerta.
Luigi Valsalice.
La Guerrilla Castrista en Venezuela y sus protagonistas.
1962-1969. Ediciones Centauro/79. Caracas, Venezuela. P.
99-117.
(6) Manuel
Caballero. Rómulo Betancourt, Político de Nación. Alfadil-Fondo
de Cultura Económica.
1ª. Edic. Nov. 2004. P. 146.
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