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Jorge Luis
Borges:
"odio al
fútbol"
por Zoé Robledo
junio,
2006
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Un
día como ayer, pero de 1986, la vida de Jorge Luis Borges
llegó a su fin. Ayer cumplimos veinte años sin Borges,
veinte años sin su genio y sin su pluma. Veinte años sin el
escritor argentino más grande de todos los tiempos, el más
universal de todos, el que nunca ganó el Nobel. Hoy el
mundo, de diferentes formas, lo recuerda.
En ese sentido, vale la pena recordar que entre las filias,
obsesiones y temas recurrentes de Borges están los libros,
la filosofía, la teología, la matemática, la mitología, el
tiempo, la eternidad, el infinito, el destino, los espejos,
los tigres, los laberintos y un infinito etcétera. Sus odios
y fobias también son varios, pero solo abordaremos uno que
es pertinente en estos días de mundial: el fútbol. Y es que
en momentos en que coincide la paralización por el Mundial
de Alemania y la nostalgia por los veinte años de muerto de
Borges, vale la pena recordar lo que Borges opinaba del
deporte más popular:
Borges decía "El fútbol es popular porque la estupidez es
popular". Para Borges el fútbol es feo estéticamente. "Once
jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota
no son especialmente hermosos". También llegó a decir que el
fútbol es fundamentalmente agresivo, desagradable y
comercial. "La idea que haya uno que gane y que el otro
pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de
supremacía, de poder, que me parece horrible". Pero Borges
no se detuvo en la crítica al deporte, además fue feroz
también con su afición a la que calificaba de hipócrita, y
es que, según Borges: "El fútbol en sí no le interesa a
nadie. Nunca la gente dice 'qué linda tarde pasé, qué lindo
partido vi., claro que perdió mi equipo'. No lo dice porque
lo único que interesa es el resultado final. No disfruta del
juego". Y sobre las implicaciones políticas de este deporte,
las opiniones de Borges son implacables. Decía: "El fútbol
despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que
es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al
deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero
no es así". Y cerraba el desfile de agravios contra el
fútbol, acusando a sus creadores, decía: “Que raro que nunca
se le haya echado en cara a Inglaterra haber llenado el
mundo de juegos estúpidos, deportes puramente físicos como
el fútbol. El fútbol es uno de los mayores crímenes de
Inglaterra".
(Hay que aclarar que muchas de las cosas que surgieron de
los labios de Jorge Luis Borges horrorizarían si no fueran
de Jorge Luis Borges, pero a él se le perdona todo, hasta su
mala opinión del fútbol.)
Solo para corroborar la opinión que tenía Borges sobre el
fútbol basta una anécdota que lo pinta de manera genial. En
1978, a modo de protesta por el campeonato de fútbol que se
estaba realizando en Argentina, Borges, optó por una sutil
forma de despreciar y burlarse del fútbol y sus seguidores:
El mismo día y a la misma hora en que la selección argentina
debutaba en la Copa, dictó una conferencia sobre el tema de
la inmortalidad.
Queda claro que en la insólita fusión entre fútbol y
literatura hay dos grupos muy marcados. Los escritores para
los que el fútbol despierta admiración y que lo han usado
como un recurso artístico. Y los otros, los que odian el
fútbol y se ofenden por la afición que siente la gente por
este deporte. Queda claro también que Borges pertenecía a
este segundo grupo.
Pero ahora, veinte años después de muerto, el fútbol se
venga de su antagonista más célebre. Sobre la tormentosa
relación entre Borges y el fútbol, circula una inverosímil
leyenda, una especie de mito urbano que señala, sin más, que
el fútbol dejó ciego a Borges. En una supuesta biografía no
autorizada de Borges, escrita por un supuesto amigo del
escritor, se afirma que en algún momento de 1930 Borges y
otros intelectuales decidieron jugar un partido de fútbol,
deporte por el que Borges, según esta historia, era un
apasionado. En la insólita alineación también estaban Adolfo
Bioy Casares, Roberto Arlt, Petit de Murat, Ricardo
Güiraldes, Horacio Quiroga, Xul Solar y Julio Cortázar.
Bueno, hasta el seudónimo de Borges, Bustos Domec, estaba
jugando. Y entonces, sucedió algo que cambiaría la vida de
Borges. En un tiro de esquina Borges saltó para rematar con
la cabeza, pero perdió el equilibrio al ser empujado y antes
de caer al suelo su frente se topó con la rodilla de un
jugador contrario. Borges cayó al césped, fulminado y
minutos después, ya en el hospital, un neurólogo daba el
terrible diagnostico: se le habían desprendido ambas
retinas, producto del golpe, y con el tiempo quedaría ciego.
Por ello no le quedó otra opción que aprender a escribir.
Sin duda la historia parece una especie de homenaje borgiano,
es decir, una ficción presentada bajo un formato de
realidad.
La coincidencia de fechas entre el mundial y el vigésimo
aniversario de la muerte de Borges ya forma parte de esas
paradojas de la vida. Pero es que no se podría esperar otra
cosa para Borges, este inmortal que cumplió su anhelo de
convertir su vida en una larga antología de contradicciones.
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