A
tres semanas de las elecciones presidenciales en Venezuela,
persiste la incógnita respecto a quién dirigirá los destinos
del país. Pese a todos los pronósticos, y aún a pesar de
innumerables trabas surgidas dentro del seno mismo de la
oposición, ha surgido un candidato presidencial capaz de
enfrentarse al abuso del poder; así como de recordar a los
venezolanos que Venezuela no tiene dueño; y que si
eventualmente lo tuviera, sería su mismo pueblo el
propietario. Ese candidato se llama Manuel Rosales, y por
encima de su trato serio y hasta un poco reservado para el
gusto de muchos, ha logrado animar a un importante número de
ciudadanos respecto a la posibilidad de recuperar al país.
La estrategia asumida por Rosales para
lograr el poder ha pasado por varias etapas desde hace unos
años para acá; cuando el presidente Chávez, desconociendo el
fervoroso regionalismo de los Zulianos, arremetió no sólo
contra Rosales, para entonces gobernador del estado Zulia,
sino del gentilicio de esa importante zona de Venezuela. Esa
fue la primera vez que vimos con atención a Rosales, quien
aprovechando esa gran coyuntura de tener a un país huérfano
de liderazgo después de la terrible debacle del referéndum
revocatorio, supo responderle al Chávez agresor con su
propia medicina: con el puño levantado y la camisa
arremangada, listo para la pelea cuerpo a cuerpo si fuese
necesario. Aquel momento fue tan positivamente escalofriante
para una oposición que casi se encontraba con la rodilla al
suelo, que el mismo Chávez tuvo que desistir en muchos casos
de visitar la región; mientras que en otros, prácticamente
salía corriendo asustado por el tumulto “Maracucho” cuando
osaba realizar algún acto proselitista en la capital
Zuliana.
Hoy Rosales ha cambiado de estrategia; y
si bien es cierto que mantiene una actitud crítica en contra
del gobierno, al parecer sus asesores le han sugerido que
evite las peleas “cuerpo a cuerpo,” por aquello de darle
demasiada importancia al enemigo.
Esta transformación del candidato de la
oposición, de gobernador temerario, a cuasi jefe de Estado
en campaña, unida a la serie de situaciones irregulares y
descaradamente fraudulentas que rodean al proceso electoral
organizado por el Consejo Nacional Electoral, hacen
necesarias algunas observaciones. Todo esto al apreciar que
si bien el objetivo de la campaña opositora está centrado en
un punto vital, como lo es el dirigir nuestra atención hacia
lo que los venezolanos demócratas nos estamos jugando en
estas elecciones; deja a un lado peligrosamente el destacar
a la ciudadanía lo que para el presidente totalitario
resulta de vital importancia: mantenerse en el poder a cómo
de lugar.
Respecto a la actitud del candidato
opositor, será en todo caso la historia quien verifique si
fue suficiente con presentar sus propuestas al país en todos
los escenarios posibles, y limitar su conexión con el
contrincante a retarlo públicamente a un debate electoral.
Reconociendo lo contraproducente que podría resultar el uso
excesivo del lenguaje alusivo al presidente; estimamos que
la única manera de hacer recular a éste frente al país era
precisamente la utilizada por el candidato opositor en sus
tiempos de líder regional. No es necesario ser ordinario o
soez para hacer salir de las casillas al candidato del
gobierno, pero si “latirle en la cueva” y mostrarle los
dientes de vez en cuando. El presidente es un hombre presto
para ofrecer el pellejo ajeno para luchar por su revolución,
pero lento para ofrecer el suyo; y por ende resulta
incomprensible el porqué no sólo se ha evitado acorralarlo
con verdades absolutas, dichas por quien tiene la pretensión
de dirigir los destinos de Venezuela, sino incluso el que se
distraiga la atención de los votantes para que participen en
la defensa del voto de forma totalmente contraria a la
realidad del país. Así tenemos que frente a la existencia
real y manifiesta de un Registro Electoral Permanente
abultado de manera millonaria, no sólo se permitió que el
mismo permaneciera en esas circunstancias, sino que hasta
casi se disculpó al organismo electoral de tal vicio;
llegando incluso a advertirse “que si bien dicha situación
era irregular, la misma no obedecía a intereses específicos
en contra de éstas elecciones, sino que provenían de vicios
heredados de gobiernos anteriores.”
De igual forma, frente a la amenaza real
de la posibilidad de transmisión de datos que no se
correspondan con la verdad, en vez de advertírsele a la
sociedad venezolana respecto a la importancia adquirida por
el centro de transmisión por excelencia del evento, como lo
es la Compañía Nacional Teléfonos de Venezuela (CANTV), se
convoca a que vayan a los centros de votación a presenciar
el conteo de votos. Olvidan los convocantes que hoy día con
la tecnología avanzada, como fue demostrado en el
revocatorio precisamente por la actuación irregular de la
misma CANTV, resulta muy improbable verificar algún tipo de
fraude masivo mediante el conteo de algunas papeletas; el
cual dicho sea de paso, ha sido descartado como prueba,
tanto por el mismo CNE, como por el Tribunal Supremo de
Justicia y por la propia Organización de los Estados
Americanos.
Por otro lado, frente a la participación
de los “únicos aliados” internacionales con que contamos los
venezolanos para demostrar las irregularidades por
cometerse, como lo son los observadores internacionales, se
acepta pura y simplemente que éstos firmen sendos convenios
con el organismo electoral; comprometiéndose entre otras
cosas, a no emitir ningún tipo de opinión sin permiso del
CNE, así como a no hacer oficial sus respectivos informes de
observación electoral, sin autorización de este organismo.
Vemos pues, que éstos, junto con muchos
otros elementos más que hemos referido en otras
oportunidades, fantasmas todos que rodearon a nuestro
referéndum revocatorio, dejan mucho qué desear respecto a la
manera como se está llevando esta parte de la estrategia de
la campaña electoral del candidato opositor, así como su
consonancia con el objetivo deseado; porque tanto o más
importante que la actitud del retador, resultan las
condiciones en las que la contienda vaya a realizarse. No
sólo porque toda estrategia debe tomar en consideración el
ambiente en el cual se desenvuelve, sino porque la misma no
puede en ningún caso desconocer las herramientas con las que
el enemigo cuenta para defenderse.
Temas como la manera en que está
organizado el proceso electoral venezolano, y la necesidad
imperiosa de mantenerse en el poder del candidato Chávez,
ambos vinculados tan estrechamente entre si, que el uno
depende del otro y viceversa, no pueden ni deben dejarse a
un lado, ni siquiera bajo la excusa de evitar una estampida
de votantes no muy convencidos de ejercer su derecho
activamente el próximo 3 de Diciembre. Recordemos que así
como el triunfo tiene demasiados padres, la derrota es
huérfana; y el día de mañana esos mismos que vitorearon al
candidato opositor como futuro presidente de la República, y
que ante las opiniones y críticas constructivas respondieron
con descalificaciones e infamias, serán los primeros en
pedir la cabeza de Rosales si las cosas no resultan como
ellos quisieron. De allí que Rosales, tarde o temprano, y le
queda muy poco tiempo para que sea tarde, tendrá que
reconocer el campo minado por el cual atraviesa, así como la
imposibilidad material de caminarlo con las herramientas de
la democracia.-