Chávez
anda buscando endulzar ese purgante llamado socialismo. Trata de
comunicarle un rostro humano que esa forma de colectivismo nunca
tuvo, ni podrá tener. Llega a Salamanca con aires de intelectual
y proclama que el “socialismo cristiano” es el único camino para
escapar de la pobreza. Esto lo dice precisamente en España, país
que logra salir del atraso en el que lo hunde el estatismo
franquista durante cuatro décadas, después que guiado, primero
por Adolfo Suárez y, luego, por Felipe González, la nación
ibérica asume de lleno el desarrollo capitalista, lo cual le
permite convertirse en apenas dos décadas en una de las
economías y sociedades más prósperas de la Unión Europea y del
mundo. Además, una de las batallas ideológicas más duras que
libra Felipe es contra el ala más radical y conservadora del
PSOE, que sostenía unas tesis socialistas que el líder
consideraba inconvenientes para el crecimiento y la
modernización de España. El enfrentamiento fue de tal magnitud,
que para aceptar en 1981 la candidatura a la presidencia del
Gobierno español, González exigió que se suprimiera del programa
del PSOE toda referencia que indicara estatismo y planificación
central de la economía. Como bien se sabe, su criterio fue el
que triunfó. Con Felipe González se acelera el proceso de
desestatización de la economía española, todo lo contrario de lo
Chávez impulsa en Venezuela. El PSOE únicamente tiene de
socialista el nombre, pues con él fue bautizado hace más de un
siglo, y ya representa una franquicia fácil de mercadear. Así es
que España, ni con la gente del PSOE ni con la del PP, es un
escenario indicado para reivindicar el socialismo, y mucho menos
involucrar a Cristo para justificar los desafueros que el
comandante comete.
Además de escudarse con Cristo para
esconder los colmillos del comunismo, el teniente coronel se
vale de Bolívar para el mismo fin. Ya el 25 de febrero de 2005,
cuando instala la IV Cumbre de la Deuda Social, acude al
Libertador en un intento vano de refugiarse en él para explicar
las “raíces bolivarianas” del “socialismo venezolano”. Claro,
como el socialismo es una doctrina que elaboran intelectuales y
políticos europeos del siglo XIX, hay que buscarle algún
antecedente criollo, y para ello nada mejor que recurrir al
Padre de la Patria. Pero a quién se le ocurre, ¡Bolívar
socialista! De acuerdo con las circunstancias, el Libertador
–hijo legítimo de la Ilustración europea- fue liberal o
conservador, las dos ideologías que circulaban por estas tierras
en la época en las que el hombre ganaba batallas y construía
repúblicas. Poco era su conocimiento de Robert Owen y otros
socialistas utópicos que cuestionaban el capitalismo europeo. De
allí que el mismísimo Karl Marx lo fustigase de forma inclemente
e injusta en su conocido artículo sobre nuestro héroe para la
Enciclopedia Británica. Este texto debería leerlo Chávez (y
también Mary Pili Hernández) antes de invocar el nombre de
Bolívar como precursor del socialismo vernáculo. Sus decretos
sobre la educación se corresponden con la corriente iluminista
que adquiere impulso con la Revolución Francesa. Los decretos
sobre las expropiaciones se conectan con la tradición
intervencionista y estatista de la Corona española, herencia a
la que nunca renuncia totalmente el libertador.
Así es que a pesar de que no le guste a
Mary Pili, el comunismo chavista no se nutre de Cristo ni de
Bolívar, sino de Marx, Engels y Lenin.
Por cierto que en el viaje faraónico
por Europa, esta vez en su comparecencia en la sede de la FAO,
en Roma, Chávez dijo que Venezuela será territorio libre de
pobres para 2030, año en el que el caudillo piensa dejar, por
fin, la presidencia. ¿Para qué esperar tanto tiempo? Basta con
ordenarle a su obediente presidente del Instituto Nacional de
Estadística (INE), profesor Elías Eljuri, para que la pobreza
desaparezca como por arte de magia. Después del sonoro regaño
que recibió en Aló, Presidente (tras haber declarado
públicamente que durante el actual gobierno la miseria había
aumentado), Elías Eljuri, en apenas pocos meses, redujo la
pobreza relativa en 14.6 puntos. La llevó de 53, 1% a 38,5%. Lo
mismo hizo con la pobreza extrema, a la que mudó de 23, 5% a
10,1% (13,4%). Lo que a Chile le costó más de dos décadas de
crecimiento continuo, disciplina fiscal y fortalecimiento
institucional, Eljuri, con las artes del alquimista, logró en
sólo semanas, eso sí, después de un buen regaño.
Aquí parece otro rasgo del marxismo
leninismo: la historia y las cifras se adulteran para complacer
al jefe. La única historia que vale y los únicos datos que
sirven son los que halagan el ego del caudillo. Los funcionarios
dejan de ser técnicos eficientes y bien formados, y pasan a
convertirse en siervos.
Por cierto, la falta de instituciones
que le sirvan de contrapeso, permite que Chávez cometa todo tipo
de desafueros. Cual déspota oriental cerró el estadio Giuseppe
Meazza de Milán, con capacidad para más de 60.000 personas, para
presenciar junto con su séquito y el oligarca Silvio Berlusconi,
un partido de fútbol entre el Inter de Milán y la Vinotinto. El
muy descarado invoca razones de seguridad. ¿Algo muy similar no
es lo que hacen los jeques y demás tiranozuelos árabes cuando
llegan a cualquiera de las ciudades veraniegas europeas con su
cortejo? Lástima por la selección venezolana. El país entero
cifró sus esperanzas en ella. Todos queríamos verla en el
mundial de Alemania 2006. Las expectativas no pudieron
satisfacerse. Pero esta no es razón para que el autócrata la
utilice y la humille de esa manera, y, de paso, haga lo mismo
que con Bolívar: adueñarse de un símbolo nacional.
tmarquez@cantv.net
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