Cuando
la inmensa mayoría oficialista que dominaba la Constituyente
incorporó la figura del Poder Ciudadano (PC) en la Constitución
de 1999, muchos sospechamos que el fulano poder se convertiría
en una coartada para encubrir y justificar los abusos del
Gobierno contra quienes le combatieran, y, además, actuaría como
instrumento para perseguir y descalificar las exigencias de los
sectores opositores. Con su existencia, sería más sencillo
justificar la división entre ciudadanos de primera y ciudadanos
de segunda. Lamentablemente no nos equivocamos. Seis años
después de aprobada la Constitución, el PC sólo ha servido para
acrecentar el poder del Estado y el Gobierno sobre los grupos
que se resisten al gobierno autocrático de Hugo Chávez. No había
que ser muy zahorí para anticiparse a los resultados. El uso de
fachadas es típico de los regímenes con pretensiones
hegemónicas. La temible Comisión Extraordinaria, la Cheka,
creada por Lenin inmediatamente después del triunfo de los
bolcheviques para exterminar a todos los grupos disidentes y
desatar el terror entre la población, tenía ese inocuo nombre,
que daba la impresión de ser un equipo de abnegados comunistas
ocupados en atender las necesidades de las clases sociales más
desamparadas de la población rusa. Desde siempre jugar con
claro oscuros les gusta a los déspotas.
Desde sus inicios el PC no ha ocultado su servilismo hacia el
Presidente y el “proceso”. Cuando por allá en los años 1999 y
2000 las marchas, a pesar de ser reducidas, eran agredidas por
Lina Ron y sus forajidos, el Defensor del Pueblo y el Fiscal
guardaban silencio. A los “escuálidos” se les podía violar su
derecho a manifestar. La “esquina caliente”, lugar de la Plaza
Bolívar donde se atrincheraban las tropas de asalto chavistas
para agredir a cuanto paisano (a) con cara de oligarca pasara,
jamás fue recriminado por el PC. Las largas y continuas cadenas
presidenciales, verdaderas agresiones a la privacidad de los
hogares de los más pobres, nunca han sido objetadas por Isaías y
Mundaraín. Los abusos y atropellos cometidos por el Gobierno
contra el general Usón, el general Poggoli, y los comisarios
Vivas, Forero y Simonovis, entre muchas otras víctimas del
régimen, jamás han sido cuestionados por el PC. Sin embargo, a
los “pistoleros de Puente Llaguno”, no obstante las evidencias,
el PC nunca solicitó que se les castigara. Tampoco al
“caballero” Joao de Coveia, el gatillo alegre de la Plaza
Altamira, ni a los asesinos de la señora Maritza Ron, aunque
existen fotografías que identifican plenamente a los tunantes.
La indiferencia cómplice ha sido uno de los rasgos del
comportamiento de Mundaraín e Isaías.
Sin
embargo, con el caso de Danilo Anderson se ha producido un giro
en la actuación del fiscal Isaías que no debe subestimarse. De
la indiferencia lacaya se ha pasado a la acción agresiva e
intimidante. El cruel asesinato de Anderson lo está utilizando
el régimen para ir saldando cuentas progresivamente con sus
viejos y nuevos adversarios. Se puso en movimiento un mecanismo
de intimidación y chantaje que busca aterrorizar a personas,
grupos y sectores que han demostrado mayor arrojo en el
enfrentamiento al comandante. Esta también es una vieja práctica
autoritaria, utilizada tanto por comunistas como por fascistas.
El 30 de agosto de 1918, recién estrenado en el poder, Lenin fue
objeto de un atentado por parte de un militante de los
socialistas revolucionarios que se oponían al poder creciente y
arrollador de los bolcheviques. Lenin, a pesar de que quedó
maltrecho, no falleció. El episodio fue utilizado por los
bolcheviques para imponer el “terror rojo”. En algunas ciudades
se fusiló sin fórmula de juicio a los prisioneros; 1.300 sólo en
Petrogrado. Un poco más tarde, en La revolución proletaria y
el renegado K. Kautsky, Lenin abogó por la implantación de
la dictadura y el terror. “Colgad a no menos de un centenar del
kulaks (campesinos ricos), ricachones y chupadores de
sangre conocidos (y aseguraos de que los colgáis a la vista de
todo el mundo)”, este es el lenguaje empleado por el jefe de la
Revolución Rusa en un telegrama confidencial enviado a los
dirigentes bolcheviques de la ciudad de Panza el 11 de agosto de
1918.
Famoso es el caso de Serguéi Kírov, jefe del Partido Comunista
Ruso en Leningrado. Este funcionario, estrecho colaborador de
Stalin, fue asesinado en extrañas condiciones. Las evidencias
responsabilizan al propio dictador de la URSS. El crimen de
Kírov dio origen a una de las “purgas” más pavorosas de las que
se tenga memoria. Stalin aprovecho la ocasión para liquidar a
gran parte de sus adversarios reales o ficticios. También es
ampliamente conocida la furia desatada por Hitler contra los
judíos y los comunistas tras el incendio del Reichstag,
que él mismo había ordenado. Atentados fallidos (y en cierto
modo casuales), o conjuras milimétricamente calculadas, siempre
les han servido a las dictaduras para desatar campañas de
hostigamiento y aniquilación de la oposición. En Terrorismo y
comunismo, Trotski hace una apología del terror de masas,
ese que perfora hasta los huesos de los ciudadanos,
induciéndolos a dejar el campo libre a quienes tienen un ansia
insaciable de poder.
Por
supuesto que el crimen de Anderson no calca los ejemplos que
menciono. Los hechos nunca se repiten de la misma forma. Los
clones históricos no existen. Sólo es posible establecer
analogías entre experiencias que se parecen. Sin ánimos de
simplificar, el giro que le ha dado Isaías al atentado que
acabó con la vida del joven fiscal del Ambiente, más que aclarar
los acontecimientos que ocurrieron ese día y establecer
responsabilidades precisas, tiende sobre ese episodio una sombra
que lo encubre y distorsiona. La actuación de Isaías, sus
contradicciones, dudas, ambigüedades y falta de transparencia,
parecieran formar parte de una amplia maniobra para inculpar
personas que no tienen ninguna relación con el caso, mientras
que libera a los verdaderos responsables. La vuelta dada por
Isaías posee todos los rasgos de una vendetta política y de un
mensaje cuyos destinatarios no son sólo las víctimas directas
del Fiscal (Patricia, Mezherane, Escalante y Romaní), sino el
gremio y sector al que cada uno de ellos pertenece: periodistas,
empresarios, militares activos y militantes de oposición. ´
El régimen
necesita crear ese ambiente de terror e inseguridad del que
hablaban Lenin, Trotski, Hitler y, que tanto le ha servido a
Fidel para eternizarse en el poder. Isaías se lo está
proporcionando.
tmarquez@cantv.net
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