Difícil
responder la pregunta con la que titulo este artículo. Puede
decirse que de la solución a esa interrogante depende en buena
medida los límites hasta donde está dispuesto Hugo Chávez a
expandir las fronteras de su revolución. Desde el comienzo de su
ya centenario mandato el comandante se ha ocupado de modificar
el mapa institucional del país: acabó con todos los vestigios de
independencia de los poderes públicos y colocó bajo su control
casi total desde las Fuerzas Armadas hasta el Consejo Nacional
Electoral. La superestructura, para utilizar un término caro
para los marxistas, está bajo el dominio del hombre nacido en
Sabaneta.
Otro tanto ha ocurrido con las
organizaciones que sirven de intermediarias entre el Estado y la
Sociedad. El espectro político fue alterado de manera radical:
terminó de extinguir la preponderancia de AD, COPEI y el MAS
(éste siempre mucho menos importante que los dos primeros);
impidió que Proyecto Venezuela se convirtiera en una
organización fuerte de alcance nacional; mantiene a Primero
Justicia acorralada en las urbanizaciones del este de Caracas y
en algunos sectores de clase media del interior del país. El
jefe revolucionario desplazó a la antigua élite en el poder,
sustituyéndola por una nueva iletrada, pero perfectamente
funcional para sus características de caudillo con rasgos
decimonónicos. La Confederación de Trabajadores de Venezuela
(CTV), tan importante en el pasado para la concertación con el
Gobierno y los empresarios, perdió buena parte de su antiguo
brillo. Su Presidente estatutario se encuentra preso, sin que
aparezca en el horizonte ninguna señal que indique que saldrá ni
siquiera en el mediano plazo. Su presidente en ejercicio no
logra levantar una organización que, para desgracia de los
trabajadores, cuenta con muy poca capacidad de convocatoria.
Fedecámaras trata de retornar a su viejo papel de organización
apolítica y no deliberante, como si del Ejército se tratara,
pero sólo recibe el desprecio de Chávez, quien todos los días
les dice a los empresarios que el capitalismo, el libre mercado
y la iniciativa individual configuran la encarnación del mal.
Del dominio de la esfera político e
institucional, el Presidente de la República ha decido pasar a
otros terrenos en los que reafirma su decisión inquebrantable de
conducir la nación al comunismo (socialismo, dice él) del siglo
XXI. El esfuerzo de Albis Muñoz por lavar el sucio rostro de los
empresarios, lo ha continuado el nuevo presidente del gremio de
los empresarios, José Luis Betancourt. Sin embargo, a pesar del
propósito de ambos por convencer a Chávez de que los hombres de
empresa son abnegados venezolanos preocupados por crear riqueza
y empleos estables y bien remunerados, sus desvelos no han
servido para calmar los afanes revolucionarios del amo del
poder. Uno de los ejes estratégicos de la nueva fase
revolucionaria consiste en atacar la propiedad privada con
misiles atómicos. ¿Cuáles sectores serán bombardeados? Aún es
temprano para saberlo. No obstante, conviene saber que la
estrategia de Chávez se parece mucho a la aplicada por Al Qaeda
cuando atacó las Torres Gemelas de New York. La red terrorista
definió como objetivo demoler un ícono del capitalismo mundial,
símbolo de la cultura occidental y la modernidad. Ahora los
gobiernos europeos y el norteamericano sospechan que entre los
planes de esos fanáticos criminales se halla la destrucción de
la Torre Eiffel, el Golden Gate y otros símbolos del Occidente
democrático, racional y capitalista, características que el
fundamentalismo islámico rechaza con furia.
Salvando las distancias y diferencias
del caso, el comandante actúa de manera similar. ¿De qué otra
forma puede interpretarse la toma militar de los silos de
Polar, ubicados en la planta Promabasa en Barinas? La planta no
estaba paralizada. Todo lo contrario: producía al máximo de su
capacidad y con elevada eficiencia. El delito reside en que
pertenece Polar, la empresa privada más exitosa del país.
Emblema de un capitalismo globalizado, pujante, y competitivo,
algo que para los comunistas resentidos resulta inaceptable. En
Venezuela, Polar representa el equivalente de lo que en su
momento significó el Worl Trade Center, situado en el corazón de
la Gran Manzana. Los fundamentalistas inspirados y financiados
por Bin Laden atacaron el centro financiero para demostrar hasta
dónde están decididos a llevar su enfrentamiento al capitalismo
y a Occidente. Chávez atacó a la Polar para mostrar con un
ejemplo concreto qué entiende por socialismo del siglo XXI y
cuán profunda es su determinación de dinamitar el capitalismo,
la empresa privada, el libre mercado y todos los valores de la
sociedad liberal que, con muchas imperfecciones, se construye en
Venezuela a lo largo del siglo XX. Fue una demostración de
poderío y arrogancia provocada por su obstinación comunista y
por la inmensa riqueza de la que ha apropiado. Lo que Fidel hizo
con a fuerza de fusiles, su alumno lo lleva adelante a punta de
petrodólares.
Los empresarios tratan de capear la
tormenta haciéndose los locos y restándole importancia a un
hecho gravísimo, que marca el inicio del final de la propiedad
privada, tal como ésta ha sido entendida hasta ahora.
Probablemente por razones tácticas Chávez no agreda de nuevo a
la Polar en el corto plazo. Pero el efecto buscado ya se logró.
Constató en la práctica que puede vapulear al gigante
capitalista doméstico sin que el país reaccione en la escala en
que un hecho de esa magnitud lo exige. La mayoría del país
piensa que de la violación a la Polar no pasará inmediatamente a
desconocer la propiedad privada individual. En otras palabras,
las viviendas familiares, los vehículos particulares y los
depósitos en modestas cuentas de ahorro, todavía no están en
peligro. La hipótesis puede ser cierta. Pero ya Chávez verificó
que puede destruir emblemas sin que la sociedad reaccione.
Mientras la locura comunista no conozca frenos, el autócrata
avanzara sin resistencias. Lo único que puede detenerlo es la
fuerza que nazca de la ciudadanía. ¿Cuándo reaccionaremos?
tmarquez@cantv.net
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