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Isaías ama a Mao
por Trino Márquez
viernes, 11 noviembre 2005

 

        Patética la actuación del Fiscal General  durante los días recientes. Su comparecencia ante Vanessa Davis en Venezolana de Televisión fue un poema de mal gusto, como los que escribe. Decir que concita el amor y el odio, y mostrarse como potencial víctima de una conjura, cuya finalidad última es eliminarlo a él y a su jefe, el comandante Chávez, no encaja con la única autoridad civil investida de poder para enjuiciar al Presidente de la República.

         De nuevo Isaías ha vuelto a ser hombre clave del régimen, tal como lo fue en las horas que siguieron a la inmensa manifestación del 11 de abril que provocó la caída momentánea del teniente coronel. En aquella oportunidad, con la camisa arremangada, se mostró mucho más preocupado e indignado por la seguridad personal de Hugo Chávez, a quien todo el país había visto llorozo, pero rozagante a través de las cámaras de televisión, que por esas dos decenas de personas asesinadas luego de la emboscada tendida por el Gobierno en las adyacencias de Miradores. De hecho, las víctimas del 11-A nunca han recibido  la menor atención del Fiscal. Jamás se ha preocupado por exigir la creación de la Comisión de la Verdad, que en  momentos de apremio acordó constituir la Asamblea Nacional. Esos crímenes, y muchos otros, han quedado impunes porque la Fiscalía de Isaías no se da por enterada.

         El único asesinato que Isaías no quiere que quede en el olvido es el de Danilo Ánderson. Nadie puede estar en desacuerdo con tan loable propósito. Pero, ocurre que las medidas adoptadas no dan pistas sobre los verdaderos criminales, ni acerca de las causas por las cuales el atentado se produjo. Al contrario, su actitud más bien tiende a esconder los verdaderos asesinos. De allí que  cada vez que da una declaración pública, el Fiscal aparece  atrapado en una malla. Sus acusaciones son rocambolescas. A nadie le resulta creíble que una periodista tan destacada como Patricia Poleo esté envuelta en un delito de esas proporciones. Además,  Isaías la vincula con los hermanos Guevara, denunciados por Patricia por el caso de Vladimiro Montesino (ese que Pedro Carreño vio muerto y enterrado). También parece una extravagancia barroca inculpar al General activo de la Guardia Nacional, Jaime Escalante, entusiasta seguidor del “proceso” y  mano derecha de un gobernador tan chavista como Ronald Blanco La Cruz. ¿Será que Isaías quiere participar a favor de algún bando en esa lucha sórdida que  libran las distintas facciones del MVR y el Polo Patriótico?

         Si lo de Patricia y  Escalante parece ciencia ficción, lo de Nelson Mezzerane cae en el campo de la fábula. ¿Qué interés podría tener un banquero exitoso, que hace poco invirtió una buena cantidad de capital en Ávila Mágica, en asesinar  un fiscal de Ambiente como Danilo Ánderson? ¿No será que Isaías en realidad con quien  quiere acabar es con Globovisión, empresa de la cual el banquero es accionista, ciertamente minoritario, pero accionista al fin? El joven Salvador Romaní parece más que cualquier otra cosa, una prenda ofrecida a Fidel Castro. Los pecados anticastristas del padre, los va a pagar el hijo.

         Los cuatro actores del drama fueron escogidos, como dice Teodoro,  con pinzas por el Fiscal. Cada uno pertenece a un sector diferente. Entre sí no se conocen. Extraño, ¿verdad?, pues las conspiraciones suelen planificarse entre gente con muchas afinidades e intereses en común. Patricia es una periodista que trabaja en el Nuevo País, Mezzerane un banquero con veleidades intelectuales vinculado con el diario El Globo. ¿Dónde se cruzan esa líneas? Sólo en la cabeza de Isaías. De acuerdo con las informaciones de prensa, el complot se montó en Panamá. Sin embargo, en los pasaportes de los indiciados no aparece ningún viaje al istmo. El testigo principal que utiliza Isaías es una figura ligada a las Autodefensas Unidas Colombianas. Para más señas, el mercenario dice ser médico psiquiatra (no podía ser de otro modo); sin embargo, no tiene identidad legal, ni nadie lo reconoce como loquero,  ni siquiera la Asociación de Psiquiatría de la hermana República. El caballero no tiene dirección conocida, anda con cédula falsa y ha sido acusado por el DAS de apropiarse de identidades ajenas. En fin, es fraudulento por donde se le mire. A semejante figura  acude Isaías para imputar personas de reconocida trayectoria.

         Todo esto se parece mucho a los Juicios de Moscú, a los juicios de Mao durante la Revolución Cultural China y a los juicios sumarios que vigilaba el Che Guevara en la fortaleza La Cabaña, allá por los años 60,  en los que los acusados estaban condenados de antemano. Se asemeja al caso Padilla, aquel escritor cubano que junto a José Lezama Lima se atrevió a criticar el giro autoritario que había tomado la Revolución Cubana. En el socialismo del siglo XXI no sólo el Poder Judicial es un apéndice de Miraflores, también tiene que serlo la Fiscalía, órgano encargado en teoría de velar por la legalidad de los actos del Estado. Ahora estamos viendo para qué salió Isaías de la Vicepresidencia de la República hacia la Fiscalía General. Aquel hombre del que sus compañeros decían que era probo, recio como un roble y recto como una columna corintia, ha devenido en  perro de presa del chavismo más intransigente y brutal.

         Estos comportamientos autoritarios, típicos de quienes llegan al poder para aprovecharse arbitrariamente de él, dividen más al país y acentúan la desconfianza. Chávez e Isaías se enseñan con cuatro venezolanos. Mañana nos puede tocar a otros. Este tipo de régimen arbitrario carecen de límites, pero también estimulan la rabia organizada.

En el  autobús del que habló Isaías caben más de cien. A lo mejor hasta puede entrar él también.

tmarquez@cantv.net

 
 
 
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