Patética
la actuación del Fiscal General durante los días recientes. Su
comparecencia ante Vanessa Davis en Venezolana de Televisión fue
un poema de mal gusto, como los que escribe. Decir que concita
el amor y el odio, y mostrarse como potencial víctima de una
conjura, cuya finalidad última es eliminarlo a él y a su jefe,
el comandante Chávez, no encaja con la única autoridad civil
investida de poder para enjuiciar al Presidente de la República.
De
nuevo Isaías ha vuelto a ser hombre clave del régimen, tal como
lo fue en las horas que siguieron a la inmensa manifestación del
11 de abril que provocó la caída momentánea del teniente
coronel. En aquella oportunidad, con la camisa arremangada, se
mostró mucho más preocupado e indignado por la seguridad
personal de Hugo Chávez, a quien todo el país había visto
llorozo, pero rozagante a través de las cámaras de televisión,
que por esas dos decenas de personas asesinadas luego de la
emboscada tendida por el Gobierno en las adyacencias de
Miradores. De hecho, las víctimas del 11-A nunca han recibido
la menor atención del Fiscal. Jamás se ha preocupado por exigir
la creación de la Comisión de la Verdad, que en momentos de
apremio acordó constituir la Asamblea Nacional. Esos crímenes, y
muchos otros, han quedado impunes porque la Fiscalía de Isaías
no se da por enterada.
El
único asesinato que Isaías no quiere que quede en el olvido es
el de Danilo Ánderson. Nadie puede estar en desacuerdo con tan
loable propósito. Pero, ocurre que las medidas adoptadas no dan
pistas sobre los verdaderos criminales, ni acerca de las causas
por las cuales el atentado se produjo. Al contrario, su actitud
más bien tiende a esconder los verdaderos asesinos. De allí que
cada vez que da una declaración pública, el Fiscal aparece
atrapado en una malla. Sus acusaciones son rocambolescas. A
nadie le resulta creíble que una periodista tan destacada como
Patricia Poleo esté envuelta en un delito de esas proporciones.
Además, Isaías la vincula con los hermanos Guevara, denunciados
por Patricia por el caso de Vladimiro Montesino (ese que Pedro
Carreño vio muerto y enterrado). También parece una
extravagancia barroca inculpar al General activo de la Guardia
Nacional, Jaime Escalante, entusiasta seguidor del “proceso” y
mano derecha de un gobernador tan chavista como Ronald Blanco
La Cruz. ¿Será que Isaías quiere participar a favor de algún
bando en esa lucha sórdida que libran las distintas facciones
del MVR y el Polo Patriótico?
Si lo
de Patricia y Escalante parece ciencia ficción, lo de Nelson
Mezzerane cae en el campo de la fábula. ¿Qué interés podría
tener un banquero exitoso, que hace poco invirtió una buena
cantidad de capital en Ávila Mágica, en asesinar un fiscal de
Ambiente como Danilo Ánderson? ¿No será que Isaías en realidad
con quien quiere acabar es con Globovisión, empresa de la cual
el banquero es accionista, ciertamente minoritario, pero
accionista al fin? El joven Salvador Romaní parece más que
cualquier otra cosa, una prenda ofrecida a Fidel Castro. Los
pecados anticastristas del padre, los va a pagar el hijo.
Los
cuatro actores del drama fueron escogidos, como dice Teodoro,
con pinzas por el Fiscal. Cada uno pertenece a un sector
diferente. Entre sí no se conocen. Extraño, ¿verdad?, pues las
conspiraciones suelen planificarse entre gente con muchas
afinidades e intereses en común. Patricia es una periodista que
trabaja en el Nuevo País, Mezzerane un banquero con veleidades
intelectuales vinculado con el diario El Globo. ¿Dónde se cruzan
esa líneas? Sólo en la cabeza de Isaías. De acuerdo con las
informaciones de prensa, el complot se montó en Panamá. Sin
embargo, en los pasaportes de los indiciados no aparece ningún
viaje al istmo. El testigo principal que utiliza Isaías es una
figura ligada a las Autodefensas Unidas Colombianas. Para más
señas, el mercenario dice ser médico psiquiatra (no podía ser de
otro modo); sin embargo, no tiene identidad legal, ni nadie lo
reconoce como loquero, ni siquiera la Asociación de Psiquiatría
de la hermana República. El caballero no tiene dirección
conocida, anda con cédula falsa y ha sido acusado por el DAS de
apropiarse de identidades ajenas. En fin, es fraudulento por
donde se le mire. A semejante figura acude Isaías para imputar
personas de reconocida trayectoria.
Todo
esto se parece mucho a los Juicios de Moscú, a los juicios de
Mao durante la Revolución Cultural China y a los juicios
sumarios que vigilaba el Che Guevara en la fortaleza La Cabaña,
allá por los años 60, en los que los acusados estaban
condenados de antemano. Se asemeja al caso Padilla, aquel
escritor cubano que junto a José Lezama Lima se atrevió a
criticar el giro autoritario que había tomado la Revolución
Cubana. En el socialismo del siglo XXI no sólo el Poder Judicial
es un apéndice de Miraflores, también tiene que serlo la
Fiscalía, órgano encargado en teoría de velar por la legalidad
de los actos del Estado. Ahora estamos viendo para qué salió
Isaías de la Vicepresidencia de la República hacia la Fiscalía
General. Aquel hombre del que sus compañeros decían que era
probo, recio como un roble y recto como una columna corintia, ha
devenido en perro de presa del chavismo más intransigente y
brutal.
Estos
comportamientos autoritarios, típicos de quienes llegan al poder
para aprovecharse arbitrariamente de él, dividen más al país y
acentúan la desconfianza. Chávez e Isaías se enseñan con cuatro
venezolanos. Mañana nos puede tocar a otros. Este tipo de
régimen arbitrario carecen de límites, pero también estimulan la
rabia organizada.
En el autobús
del que habló Isaías caben más de cien. A lo mejor hasta puede
entrar él también.
tmarquez@cantv.net
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