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Historia personal de un golpe 
por Teódulo López Meléndez  
viernes, 23 junio 2006

 

En noviembre de 1992 se producía un nuevo intento de golpe contra Carlos Andrés Pérez. El segundo después del fracasado intento de Hugo Chávez. Un avión rompía la barrera del sonido sobre Caracas causando pánico. En ese momento decidí dirigirme caminando a “La Herrereña”, casa de habitación de Luis Herrera Campins, a pocas cuadras de mi apartamento. Tal como lo presumí Luis estaba absolutamente solo en el sofá del jardín frente al televisor. Me senté a su lado sin decir palabra. Con un gesto el ex presidente Herrera me pidió le ayudara con los teléfonos. Llamaban altos oficiales de las Fuerzas Armadas y televisoras, diarios y estaciones de radio de todo el mundo. Querían saber la verdad de la situación. Luis se hartó de atender periodistas de todos los continentes. Le contesté con una sonrisa: “Vamos con la última”. Resultó ser la RAI italiana. La batalla por La Carlota era de tal magnitud que temblaban las puertas y ventanas. Las explosiones eran tan fuertes que le dije al ex presidente Herrera: “Comienza a considerar la posibilidad de marcharte de esta casa”. Luis me miró fijamente y respondió: “Espérate un momentico”.

Conocí a Luis Herrera Campins cuando yo tenía 13 años y él era un joven muy delgado y de gruesos bigototes negros. Aspiraba llegar al Congreso Nacional por el estado Lara, lo que consiguió. Más de cinco lustros de amistad ameritaban que yo estuviese a su lado conociéndolo como lo conozco, pues sabía que estaba solo en medio de la barahúnda. No ha habido ex presidente más solo después de dejar el poder que Luis Herrera Campins. Todo eso me pasaba por la cabeza cuando arribó la llamada de un general que anunciaba que todo estaba ya bajo control. Y he aquí la frase que me soltó Luis: “Los F-16 salvaron la democracia”.

Efectivamente, bajo el gobierno del Presidente Herrera se habían comprado esos aviones, no sin polémica. Sabía perfectamente que en la cabeza de Luis rondaba la idea de un efecto colateral, ese que ahora veíamos, que los aviones F-16 habían servido para un propósito no previsto: evitar un golpe de estado, salvar la democracia. En buena medida disfrutaba de un hecho de su gobierno, del cual era, y sigue siendo, muy parco en la conversación.

Nuestros países compran armas para producir un efecto disuasivo, pues en ninguna cabeza normal cabe la idea de una guerra. Me permito recordar que en tiempos del presidente Herrera se discutió sobre la delimitación del Golfo de Venezuela e, incluso, se llegó a la llamada Hipótesis de Caraballeda. Recuerdo perfectamente que me encontré con Héctor Mujica quien me dijo venía de hablar con el Presidente. Héctor me aseguró: “Si Luis firma lo de Caraballeda lo van a tumbar”.

Los F-16 que compró el gobierno de Luis Herrera tuvieron, tiempo después, un efecto de política interna: evitar un golpe. Tiempo más tarde, cuando el poeta Martiniano Bracho Sierra, embajador en Argentina, se empeñó contra viento y marea a que lo acompañara, me tocó manejar, junto a él, el tema de la venta supuesta de armas argentinas a Venezuela. Ese es asunto de otro costal, pero de esa breve pasantía recuerdo el agradecimiento de los argentinos por el apoyo total brindado por el gobierno de LHC al país sureño en la guerra de Las Malvinas; apoyo militar, incluso.

Los gobiernos autoritarios compran armas no para enfrentar amenazas externas, pues el cuento de la invasión gringa no se lo cree nadie, siendo como es una búsqueda psicológica de cohesión de los partidarios del régimen. Compran armas para enfrentar un enemigo interno. Ello muestra una profunda desconfianza. Los pilotos no están siendo contabilizados. Los que guiaban los F-16 sabían perfectamente que actuaban en defensa de una estabilidad democrática, tan clara y precisa, que después permitiría la elección de Hugo Chávez sin que nadie le cuestionara el resultado. Después sobrevino uno de los peores errores cometidos por la democracia venezolana: la destitución de Carlos Andrés Pérez. En estos países lo mejor es dejar que cada presidente termine su mandato y luego, si es el caso, enjuiciarlo. La destitución de Pérez fue una concesión inadmisible al poder militar insurgente. Las consecuencias las estamos viviendo. Recuerdo que en los días previos más de una señora se me acercó por la calle cacerola en mano para decirme: “Este `locoven´ está más que demente: pretende cobrarnos IVA”.

Chávez se arma previendo. La guerra no es contra USA, guerra imposible de librar aunque sobre las destruidas vías del litoral central pasen los anfibios entre explosiones de juguetería a los bordes y viejos gordos y señoras de la tercera edad vistan uniformes de camuflaje. Supongo que no serán las bellas niñas “ombliguito afuera” que engalanaban las manifestaciones de la oposición los objetivos de los aviones rusos de cuarta generación. Mucho me temo que Chávez se arma para tratar de decir: “Los SU-24 salvaron la revolución”.


tlopezmelendez@cantv.net

 
 
 
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