Lo
que estamos viendo no es una campaña electoral. Lo que
estamos viendo es la prueba de la falta de veracidad de la
“democracia” que vivimos. Esto es un remedo de campaña
electoral, como esto es un remedo de democracia. Esta
campaña electoral es fiel reflejo de la situación en que
nos encontramos. Esto no es más que un guardar de
apariencias, un juego que se juega por reflejo.
Aquí lo que se percibe es una
lúgubre ceremonia ritual. Aquí no se está viendo una
fiesta democrática. Aquí no hay jolgorio democrático. Aquí
no hay siquiera propaganda ocurrente. Esto parece la
procesión fúnebre de un cadáver sin parientes. Esto es un
remedo y remedo es fiasco, apariencia forzada,
escenografía deteriorada. En otros tiempos los aviones de
la Fuerza Aérea volaban sobre las ciudades llamando a la
gente a salir a “cumplir con el sagrado deber”. Ahora se
nos dice que si no metemos los pulgares en la
captahuellas seremos
considerados perturbadores y tratados como tales. Ahora
los términos militares, las concepciones militares, las
palabras de cuartel, se han entronizado en lo que es una
contienda netamente civil, y así se nos habla de
“batallones”, de “pelotones”, de “escuadras”, de órdenes
de mando.
Agudicemos los oídos en el
metro, en las busetas, en las calles, en las panaderías,
en los abastos y no oiremos una palabra sobre la campaña
electoral. Los medios corren tras unas pedradas o detrás
de una frase insolente para informar que hay campaña
electoral y cada canal transmite 24 horas sobre 24 horas
las repeticiones de su preferido para comprobar que hay
campaña electoral. Una que existe sólo para los activistas
directamente implicados. La respuesta general es de
silencio, de absoluta reserva. No se discute, ni siquiera
se habla, no se comenta, no se dice nada. Las personas
parecen zombis cumpliendo con su rutina, los jóvenes se
divierten, las amas de casa abren la boca cuando la cajera
del supermercado les dice lo que tienen que pagar.
Hay quienes se dedican a sacar
cuentas de lo que un canal dedica en tiempo y espacio a un
candidato y no ve la viga en su propio ojo. Se dictan
normas de propaganda y se anuncian sanciones, se hacen
ferias con premios para que los jóvenes se inscriban, a
diario escuchamos declaraciones sobre pautas y decisiones,
se anuncia el inicio –tres meses antes- de la Operación
República incluyendo reservistas, pero la parafernalia no
causa efecto. Uno mira aquí y allá y sólo en las pantallas
del televisor encuentra la campaña electoral, pero no una
que esté allí por modernización tecnológica de los
procesos electorales, sino una forzada, traída por los
cabellos, inducida.
Este es un país harto, uno
cuya cabeza anda pensando en otras cosas, en otras
contingencias, en otros derroteros. Esta es una república
agotada bajo camiones de verborrea inútil. Esta es una
república que ya no quiere preocuparse sobre las
inducciones sino sobre las realidades. 24 horas sobre 24
horas se nos dice que estamos en campaña electoral y al
buscar los elementos propios de una no se les encuentra.
Algún aspirante a Goebbels
aparece torciendo y retorciendo, la jefa del guardián
electoral luce sus nuevos peinados y sus nuevas
vestimentas acordes con la jerarquía de su cargo; los
intentos de polémica son aburridos, traídos por los
cabellos, insignificantes.
La entelequia de esta campaña
electoral, que se nos dice existe, es igual que la calma
chibcha que precede a las tormentas. Esta campaña
electoral es ejemplificante de un agotamiento, de un “no
más”, de una desidia transitoria que alcanzará vientos de
200 kilómetros por hora. La entelequia de esta campaña
electoral, que se nos dice existe, no es, de parte de la
población, conformismo; equivale a un proceso en
formación, a los primeros pilares de una matriz de
opinión, a los cimientos de algo significativo. Esta se
está convirtiendo en una república deductiva. Incrédula
pero deductiva. Silenciosa pero deductiva. Mientras tanto
el aire es pesado, seguimos ocupándonos de los concursos
de belleza, los temas de las conversaciones son
absolutamente inocuos, como corresponden a los tiempos que
corren, a las realidades que vivimos, a las verdades que
nadie puede tapar induciéndonos a pensar que existe una
campaña electoral. Sólo que la procesión va por dentro de
esta república.
tlopezmelendez@cantv.net