Los
“entrevistados predilectos” declaran que ha sido
removido el primer y más grande obstáculo, el de la
digresión de la oposición. Es obvia la mentira, en
primer lugar porque tal unidad no existe y, en segundo
lugar, porque ese no era el principal obstáculo. Al fin
y al cabo todo este entramado forma parte de una
operación massmediática que
oscilará de Rosales al Conde, dependiendo de la marcha
de los acontecimientos.
Se han gastado miles de
horas-hombre en lo de la unidad, planteándosela como si
ella fuese la panacea. El último caso de unidad real la
conocimos en este país en 1957, en el embate final
contra Pérez Jiménez. No tengo edad para haber
participado en esa lucha, pero me parece recordar que
esa unidad total sólo se logra en los estertores de un
régimen. En 1953, siendo yo un niño, recuerdo que al día
siguiente de las elecciones para Constituyente, apenas
desperté y ví a mi madre
enfrente la única cosa que pregunté fue: “¿Quién ganó
las elecciones?” y ella me respondió: “Las ganó
Jóvito Villalba, pero el
gobierno desconoció los resultados”. Mi memoria de niño
me dice que Pérez Jiménez la instaló de todas maneras,
con afectos al régimen, claro está. El gobierno de
entonces caería cuatro años más tarde, después de
intentar otra elección.
El asunto está en que se
coloca la “unidad” como base de toda acción. Ello es
erróneo. Ya tenemos la experiencia de las reuniones en
los hoteles, en los restaurantes, en las casas
particulares durante el agobiante proceso de la
coordinadora democrática y en este otro del pacto de
Primero Justicia con el gobernador del Zulia. Podría
permitirme una “boutade” al
respecto, hablando del humo de los cigarrillos, de las
úlceras inflamadas y de los ojos rojos, pero no es el
caso.
La unidad se logra cuando un
bloque de alianzas conquista la mayoría de la población
y, lentamente, los opositores a ella, se tienen que
plegar. Es, pues, una oferta que se gana la aquiescencia
mayoritaria la que sirve de imán para aglutinar. Además,
los tiempos de la política han cambiado. Ya no se trata
de “cogollos” discutiendo condiciones, ni próceres
buscando armonizar. En primer lugar, los “cogollos” son
huecos y los reunidos no tienen nada que poner sobre la
mesa. En segundo lugar, los acuerdos logrados en las
interminables conversaciones provocan sospechas y
suspicacias. Hoy en día la política se ejerce de otras
maneras, unas que pasan por interpretar y convertir en
políticas activas lo que se ha interpretado mediante el
tejido de unas redes sociales amplias.
Es por ello que me he
permitido sugerir a los partidarios de la oposición que
no va a votar que concreten sus acciones. Tienen que dar
el paso de las planchas conjuntas a la Asamblea
Constituyente, con ellos al frente; por ejemplo, Oswaldo
Álvarez Paz encabezando la plancha del Zulia. Ese es el
verdadero movimiento de resistencia a las pretensiones
del gobierno, ratificadas en las últimas horas por el
propio presidente. Llámenlo como quieran, pero marchen
juntos con la oferta concreta de la gran batalla y
tengan la seguridad de que estará dada la base lógica
para lograr la unidad. No se puede gastar un minuto en
buscar la “unidad” total. Ello es una pérdida de tiempo.
Los diputados que saquen los otros se sumarán a la
batalla conjunta en el seno de esa Asamblea. El país
tendrá que entender lo que nos jugaremos el próximo año
y un planteamiento conjunto de fuerzas que han defendido
las mismas posiciones deberá convertirse en
irresistible. Ante el planteamiento de “este es el
camino” y de esta manera ejerceremos la resistencia se
estará ahorrando tiempo que nunca debe dilapidarse en
largas y tediosas discusiones de cuántos diputados para
tal partido. Este bloque opositor no deberá hacer
anuncios de sus reuniones previas, sino lanzar el
resultado final, amplio y generoso, con los mejores
venezolanos, los más dispuestos a dar la pelea
memorable.
Sí, la unidad es nociva para
la salud. Hay que dejar de lado ese medicamento que no
se sabe que aprendiz de brujo colocó en su recetario y
que la gente ha estado tomando en dosis nada
recomendables. La oferta concreta, principista, precisa
y determinada es lo que hay que poner como nuevo
remedio. “Esta es nuestra posición”, frase dicha por
quienes piensan igual en materia de estrategia y
tácticas, es la dosis de coherencia que hace falta. La
coherencia en la lucha se consigue dando la batalla, de
frente y buscando el apoyo mayoritario con virilidad y
precisión. La gente dispersa, la gente que se siente
apabullada y a la deriva, apreciará un planteamiento
decidido.
La unidad real es la
voluntad de un país manifestándose abierta y
mayoritariamente en una batalla clave. En 1957 se
sumaron todos los elementos que permitieron el fin de un
gobierno. Los combates son por etapas, el inmediatismo
hay que desterrarlo de esa clase media que se monta
grandes aglutinaciones mentales. La oferta abierta,
claramente delineada, es lo que esperamos. No es hora
para estar aplazando decisiones ni para seguir
“estudiando la situación”. Hay que ir al objetivo, al
desideratum. Hay que
organizar, desde ya. Móntense
sobre este planteamiento, ahora mismo y en silencio. El
punto no está en salir de Chávez el 3 de diciembre. El
punto está en salir del régimen en el 2007. Algún niño,
como yo en 1953, en lo que evidenciaba desde temprana
edad una inclinación por los asuntos públicos,
preguntará a su madre en el 2007 sobre el resultado
electoral. Vamos a ver si una joven madre que vela el
despertar de su hijo debe responderle: “Ganó el Frente
Antitotalitario, pero Chávez
desconoció los resultados”.