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Para el día que recobremos la democracia
(o si queremos recobrarla) 

por Teódulo López Meléndez  
sábado, 9 septiembre 2006

 

Muy cordialmente al colega columnista Antonio Sánchez García

La democracia no podrá ser la de antes. La política deberá ser un compromiso ciudadano constante. Debe desaparecer la indiferencia y el inmovilismo. Deberán existir ciudadanos, no seres a ser manipulados. Los medios de comunicación estarán para reflejar la expresión de todas las corrientes de la vida social, no para imponerle criterios. La legitimidad de las instituciones vendrá absolutamente de la expresión política ciudadana. Se deberá reformar el sistema electoral en procura de un encuentro más genuino con la voluntad popular. Se deberán permitir y estimular los acuerdos transversales de grupos sociales en procura de objetivos compartidos. Los partidos políticos no podrán parecerse a cuarteles, sino que deberán ser cauces donde la movilidad fluya.  

El Estado deberá cumplir con su deber de informar constantemente a los ciudadanos, mediante el acceso pleno de los medios privados  y mediante sus propios medios, donde deberá darse una información equilibrada que represente a todas las opiniones y tendencias. El Estado asumirá como obligación y deber mantener informada a una república de ciudadanos. Deberá hacerse una programación que incentive la superación personal de los ciudadanos, su elevación por encima de lo chabacano. La diversión y el entretenimiento  forman parte integral de un programa de medios, siendo obligación del Estado dar el ejemplo en la calidad de los programas.  

No se podrá repetir la escogencia de jueces y magistrados por reparto entre colores vencedores. Se establecerá como propósito fundamental el establecimiento de un Poder Judicial absolutamente independiente que juzgue conforme a derecho. El Contralor General de la República deberá ser alguien de probidad comprobada y de equilibrio manifiesto que no sea partidario del gobierno. Deberá legislarse aceleradamente en procura de la justicia social.  

Se incentivarán, conforme a su original esencia, las cooperativas y toda clase de organizaciones económicas que responda a los más elementales principios de justicia social. Se deberán hacer ingentes inversiones en investigación y en adquisición de tecnología, fomentar inversiones y procurar altos grados de productividad, participar activamente en los procesos de integración regional y aprender a competir, a negociar, a buscar los acuerdos multilaterales indispensables en el mundo de hoy. Se deberá declarar una guerra abierta a la pobreza mediante la promoción del hombre, el desarrollo de proyectos de superación social no demagógicos, mediante un masivo proceso de inserción social que incluye la educación y la cultura. 

No estoy presentando un programa de gobierno. Apenas estoy diciendo generalidades elementales. La democracia que tuvimos se hundió en sus propios vicios. En la exclusión, en la corrupción, en la desaparición de la moral y de la ética, en los tribunales disciplinarios de los partidos, en las partidocracias absolutamente poderosas, en la partidización de hasta las elecciones de una reina de carnaval. Aquello fue un proyecto originariamente entendible que se fue degenerando. Se cortaron cabezas de líderes emergentes para satisfacer las ambiciones de algún caudillo, se cometieron errores garrafales en lo político. En lo social ni se diga, allí estaba una inmensa masa de desamparados que, por lo visto, ni siquiera vislumbraban en su existencia los flamantes conductores. Hay que cambiar los parámetros educativos. Hay que educar para subsistir económicamente, pero también para hacer ciudadanía. Los maestros deben ser los seres más cuidados por un Estado que sepa cumplir con su deber. 

Tenemos que marchar hacia una democracia del siglo XXI. Hay que fomentar los centros de ideas, olvidar el concepto de que mientras más fiel y bruto sea mi seguidor, mejor será por la lealtad comprobada y la sumisión manifiesta. Tenemos que fomentar el pensamiento y la elevación cultural, los comportamientos ciudadanos, el respeto por la ley y el acatamiento a una autoridad legítima, competente y respetable, cuya imparcialidad nadie ponga en duda. 

No, no estoy elencando un programa de gobierno. Estoy advirtiendo que el día que recobremos la democracia, lo que sucederá, o hacemos conforme a estos principios elementales o Chávez volverá en menos de lo que canta un gallo. El populismo y la demagogia, la concesión de dádivas, el mantenimiento de un pueblo sin trabajo digno, son más atractivos en manos de un líder carismático y mentiroso. Chávez vino porque la democracia que tuvimos en el siglo XX abandonó este elenco que me he permitido recordar. El objetivo no es sacar a Chávez del poder para reemplazarlo por cualquier cosa, aún cuando esté claro que para hacer una democracia que merezca tal nombre hay que sacarlo. El objetivo es sacarlo para construir una democracia del siglo XXI. Déjenme decírselo más claro: ya no basta luchar en nombre de la libertad y de la democracia en el combate contra este gobierno. Aquí no se trata de luchar genéricamente para que vuelva la democracia. El listado se alarga: se lucha para no volver al pasado, se lucha en procura de la justicia social, se lucha para instaurar una república de ciudadanos. No bastan la democracia y la libertad: se lucha para no regresar a la dominación de grupos privilegiados, se lucha para convertir a los desarrapados de hoy en gente productiva e insertada en los procesos sociales. La libertad y que votemos libremente cada tantos años no es suficiente. Tenemos el apetito abierto: no queremos privilegios de nuevo entronizados ni desigualdades irritantes; no queremos un país donde todos tengamos acceso a la corrupción o donde, al menos, nos podamos turnar para corrompernos; no, queremos una nación que merezca tal nombre, una donde el Estado no abandone sus deberes en concesiones baratas a los llamados factores de poder. La condición primera para lograrlo es salir de este gobierno, la segunda es una reacción colectiva consciente de profunda reorganización del cuerpo social venezolano que permita una expresión materializada en nuevos dirigentes guiados por estos principios elementales.  

Será extraordinario volver a vivir en paz, con todo lo que ello implica, pero esa paz será transitoria si creemos que bastarán elecciones limpias cada tantos años, dedicarnos a nuestros quehaceres sin ocuparnos de lo colectivo y del destino de la nación, olvidarnos de los compatriotas sumidos en la miseria, descartar la decencia, la eficacia, el respeto a los ciudadanos, hacer justicia. No, no luchamos simplemente para salir de Chávez. No luchamos, mejor, no lucho, por el simple regreso de la democracia y de la libertad. Ambos conceptos me resultan ya insuficientes. Quiero más. Y obtenemos ese más o Chávez, indefectiblemente, se quedará, o indefectiblemente volverá.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 
 
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