Muy cordialmente al colega
columnista Antonio Sánchez García
La
democracia no podrá ser la de antes. La política deberá
ser un compromiso ciudadano constante. Debe desaparecer
la indiferencia y el inmovilismo. Deberán existir
ciudadanos, no seres a ser manipulados. Los medios de
comunicación estarán para reflejar la expresión de todas
las corrientes de la vida social, no para imponerle
criterios. La legitimidad de las instituciones vendrá
absolutamente de la expresión política ciudadana. Se
deberá reformar el sistema electoral en procura de un
encuentro más genuino con la voluntad popular. Se
deberán permitir y estimular los acuerdos transversales
de grupos sociales en procura de objetivos compartidos.
Los partidos políticos no podrán parecerse a cuarteles,
sino que deberán ser cauces donde la movilidad fluya.
El Estado deberá cumplir con
su deber de informar constantemente a los ciudadanos,
mediante el acceso pleno de los medios privados y
mediante sus propios medios, donde deberá darse una
información equilibrada que represente a todas las
opiniones y tendencias. El Estado asumirá como
obligación y deber mantener informada a una república de
ciudadanos. Deberá hacerse una programación que
incentive la superación personal de los ciudadanos, su
elevación por encima de lo chabacano. La diversión y el
entretenimiento forman parte integral de un programa de
medios, siendo obligación del Estado dar el ejemplo en
la calidad de los programas.
No se podrá repetir la
escogencia de jueces y magistrados por reparto entre
colores vencedores. Se establecerá como propósito
fundamental el establecimiento de un Poder Judicial
absolutamente independiente que juzgue conforme a
derecho. El Contralor General de la República deberá ser
alguien de probidad comprobada y de equilibrio
manifiesto que no sea partidario del gobierno. Deberá
legislarse aceleradamente en procura de la justicia
social.
Se incentivarán, conforme a
su original esencia, las cooperativas y toda clase de
organizaciones económicas que responda a los más
elementales principios de justicia social. Se deberán
hacer ingentes inversiones en investigación y en
adquisición de tecnología, fomentar inversiones y
procurar altos grados de productividad, participar
activamente en los procesos de integración regional y
aprender a competir, a negociar, a buscar los acuerdos
multilaterales indispensables en el mundo de hoy. Se
deberá declarar una guerra abierta a la pobreza mediante
la promoción del hombre, el desarrollo de proyectos de
superación social no demagógicos, mediante un masivo
proceso de inserción social que incluye la educación y
la cultura.
No estoy presentando un
programa de gobierno. Apenas estoy diciendo
generalidades elementales. La democracia que tuvimos se
hundió en sus propios vicios. En la exclusión, en la
corrupción, en la desaparición de la moral y de la
ética, en los tribunales disciplinarios de los partidos,
en las partidocracias absolutamente poderosas, en la
partidización de hasta las elecciones de una reina de
carnaval. Aquello fue un proyecto originariamente
entendible que se fue degenerando. Se cortaron cabezas
de líderes emergentes para satisfacer las ambiciones de
algún caudillo, se cometieron errores garrafales en lo
político. En lo social ni se diga, allí estaba una
inmensa masa de desamparados que, por lo visto, ni
siquiera vislumbraban en su existencia los flamantes
conductores. Hay que cambiar los parámetros educativos.
Hay que educar para subsistir económicamente, pero
también para hacer ciudadanía. Los maestros deben ser
los seres más cuidados por un Estado que sepa cumplir
con su deber.
Tenemos que marchar hacia
una democracia del siglo XXI. Hay que fomentar los
centros de ideas, olvidar el concepto de que mientras
más fiel y bruto sea mi seguidor, mejor será por la
lealtad comprobada y la sumisión manifiesta. Tenemos que
fomentar el pensamiento y la elevación cultural, los
comportamientos ciudadanos, el respeto por la ley y el
acatamiento a una autoridad legítima, competente y
respetable, cuya imparcialidad nadie ponga en duda.
No, no estoy elencando un
programa de gobierno. Estoy advirtiendo que el día que
recobremos la democracia, lo que sucederá, o hacemos
conforme a estos principios elementales o Chávez volverá
en menos de lo que canta un gallo. El populismo y la
demagogia, la concesión de dádivas, el mantenimiento de
un pueblo sin trabajo digno, son más atractivos en manos
de un líder carismático y mentiroso. Chávez vino porque
la democracia que tuvimos en el siglo XX abandonó este
elenco que me he permitido recordar. El objetivo no es
sacar a Chávez del poder para reemplazarlo por cualquier
cosa, aún cuando esté claro que para hacer una
democracia que merezca tal nombre hay que sacarlo. El
objetivo es sacarlo para construir una democracia del
siglo XXI. Déjenme decírselo más claro: ya no basta
luchar en nombre de la libertad y de la democracia en el
combate contra este gobierno. Aquí no se trata de luchar
genéricamente para que vuelva la democracia. El listado
se alarga: se lucha para no volver al pasado, se lucha
en procura de la justicia social, se lucha para
instaurar una república de ciudadanos. No bastan la
democracia y la libertad: se lucha para no regresar a la
dominación de grupos privilegiados, se lucha para
convertir a los desarrapados de hoy en gente productiva
e insertada en los procesos sociales. La libertad y que
votemos libremente cada tantos años no es suficiente.
Tenemos el apetito abierto: no queremos privilegios de
nuevo entronizados ni desigualdades irritantes; no
queremos un país donde todos tengamos acceso a la
corrupción o donde, al menos, nos podamos turnar para
corrompernos; no, queremos una nación que merezca tal
nombre, una donde el Estado no abandone sus deberes en
concesiones baratas a los llamados factores de poder. La
condición primera para lograrlo es salir de este
gobierno, la segunda es una reacción colectiva
consciente de profunda reorganización del cuerpo social
venezolano que permita una expresión materializada en
nuevos dirigentes guiados por estos principios
elementales.
Será extraordinario volver a
vivir en paz, con todo lo que ello implica, pero esa paz
será transitoria si creemos que bastarán elecciones
limpias cada tantos años, dedicarnos a nuestros
quehaceres sin ocuparnos de lo colectivo y del destino
de la nación, olvidarnos de los compatriotas sumidos en
la miseria, descartar la decencia, la eficacia, el
respeto a los ciudadanos, hacer justicia. No, no
luchamos simplemente para salir de Chávez. No luchamos,
mejor, no lucho, por el simple regreso de la democracia
y de la libertad. Ambos conceptos me resultan ya
insuficientes. Quiero más. Y obtenemos ese más o Chávez,
indefectiblemente, se quedará, o indefectiblemente
volverá.