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Las espadas desenvainadas de Chávez
por Teódulo López Meléndez  
jueves, 7 diciembre 2006

 

Durante su discurso de celebración el presidente Chávez, ante el silencio de los analistas políticos que parecen no haberlo oído, dijo que desenvainaba dos espadas, una contra la corrupción y otra contra la burocratización. El presidente, a falta de enemigos externos, dirige su atención hacia el interior del gobierno. Sabe perfectamente que la corrupción ha sido uno de los elementos más dañinos que han crecido a la sombra de la revolución y que una burocracia inepta es una amenaza terrible que puede acabar con cualquier gobierno. 

Esas espadas deben ser desenvainadas por todos, puesto que se trata de un asunto de interés nacional. Se ha dicho que durante el gobierno de Chávez la corrupción dejó en mucho de ser una vieja enfermedad nacional para pasar a ser un arma política. En efecto, bastantes veces se señaló que una manera de lograr lealtades era una especie  de tácito acuerdo para que los ladrones estuviesen enterados  de que se sabía lo que habían hecho, y en que magnitud, pero que si guardaban lealtad serían correspondidos con el silencio. Es evidente la riqueza súbita de muchos, una que no corresponde con una lucha voluntariosa contra la corrupción. Ahora el presidente desenvaina la primera espada para cortar la hiedra y le acompañamos en sus propósitos. Esperamos ejemplos precisos de esa espada en acción y la principal, la fundamental, es que ordene a sus adeptos de la Asamblea Nacional la designación de un nuevo Contralor General de la República. Clodosvaldo Russian debe ser jubilado, como lo fue de la alcaldía caraqueña. Nos animaría mucho que el presidente ordenara la confección de una terna de hombres y mujeres independientes como aspirantes al cargo y que designara al de mejores credenciales. Con  un Contralor complaciente y mudo no se puede luchar contra la corrupción. Es necesario alguien que vigile y proceda cuando descubra un caso de mala administración de los dineros públicos. Esa es la condición esencial para que los venezolanos creamos en la verdad de esa espada desenvainada. 

Ya que hablamos de Contraloría General debemos seguir con el llamado Poder Moral, instituido en la Constitución última. Si algo ha fallado ha sido precisamente este poder. Repetir los desaguisados del Fiscal General ya suena a caliche, de manera que la segunda espada, la de la burocratización,  debería hincarse en esta carne. Es obvio que la designación de un nuevo Fiscal refrescaría el ambiente. Como es obvio el cansancio que produce el Defensor del Pueblo. No creemos  conveniente mantener estos funcionarios por siempre, de manera que una remoción general en el Poder Moral sería una muestra excelente de funcionamiento de la segunda espada. 

Es hora de actuar conforme a la palabra. Generalmente se otorga la Contraloría General a un personaje de la oposición. No creemos posible una amplitud tan elocuente, pero sí la designación de un hombre o de una mujer que vaya a ejercer el cargo a plenitud y a utilizar esa espada. Si ese cambio no se produce, entonces concluiremos que la retórica sigue campando.   

No compartimos con el presidente su recordatorio de que esta Asamblea Nacional fue electa por cinco años y eso debe durar. Uno entiende a Chávez: necesita que le aprueben unas cuantas leyes que requiere su proyecto y no quiere demoras con una oposición discutiendo. No está habituado el presidente a las prácticas parlamentarias, eso no lo aprendió en la Academia Militar, pero es bueno recordarle que si alguna institución tiene tufo a ilegitimidad es el parlamento actual. Fue electo en medio de la mayor abstención de la historia electoral y es monocolor, mucho más si se dan sus deseos de un partido único, del gobierno hay que comprender, no del país, como los manipuladores quieren hacerle entender a la población. Además el presidente debe saber que lo que allí se coló deja mucho que desear. Por ahora tranquiliza a los diputados que piensan que conservarán el cargo y las prebendas, pero ya está dicho, el presidente se adecua y tengo la seguridad de que después de algunos meses se dará cuenta de que hasta en el propio interés de su gobierno deberá buscar la fórmula de convocar a elecciones parlamentarias. La legitimidad no le llegará a plenitud mientras mantenga ese cuerpo en funcionamiento.  

En realidad hablar de espadas no es mi especialidad, tal vez sería mejor que desenvaináramos las ideas. Las ideas son más filosas que las espadas. No le quepa la menor duda a nadie. Sin embargo, a las espadas ya desenvainadas les exigimos que corten. Eso lo sabe Teodoro Petkoff, después de Chávez el político más determinante de los últimos años de la política venezolana, cuando ha evocado, tal cual,  a Churchill.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 
 
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