Durante
su discurso de celebración el presidente Chávez, ante el
silencio de los analistas políticos que parecen no haberlo
oído, dijo que desenvainaba dos espadas, una contra la
corrupción y otra contra la burocratización. El
presidente, a falta de enemigos externos, dirige su
atención hacia el interior del gobierno. Sabe
perfectamente que la corrupción ha sido uno de los
elementos más dañinos que han crecido a la sombra de la
revolución y que una burocracia inepta es una amenaza
terrible que puede acabar con cualquier gobierno.
Esas espadas deben ser
desenvainadas por todos, puesto que se trata de un asunto
de interés nacional. Se ha dicho que durante el gobierno
de Chávez la corrupción dejó en mucho de ser una vieja
enfermedad nacional para pasar a ser un arma política. En
efecto, bastantes veces se señaló que una manera de lograr
lealtades era una especie
de
tácito acuerdo para que los ladrones estuviesen enterados
de que se sabía lo que habían hecho, y en
que magnitud, pero que si guardaban lealtad serían
correspondidos con el silencio. Es evidente la riqueza
súbita de muchos, una que no corresponde con una lucha
voluntariosa contra la corrupción. Ahora el presidente
desenvaina la primera espada para cortar la hiedra y le
acompañamos en sus propósitos. Esperamos ejemplos precisos
de esa espada en acción y la principal, la fundamental, es
que ordene a sus adeptos de la Asamblea Nacional la
designación de un nuevo Contralor General de la República.
Clodosvaldo
Russian debe ser jubilado,
como lo fue de la alcaldía caraqueña. Nos animaría mucho
que el presidente ordenara la confección de una terna de
hombres y mujeres independientes como aspirantes al cargo
y que designara al de mejores credenciales. Con un
Contralor complaciente y mudo no se puede luchar contra la
corrupción. Es necesario alguien que vigile y proceda
cuando descubra un caso de mala administración de los
dineros públicos. Esa es la condición esencial para que
los venezolanos creamos en la verdad de esa espada
desenvainada.
Ya que hablamos de Contraloría
General debemos seguir con el llamado Poder Moral,
instituido en la Constitución última. Si algo ha fallado
ha sido precisamente este poder. Repetir los desaguisados
del Fiscal General ya suena a caliche, de manera que la
segunda espada, la de la burocratización, debería
hincarse en esta carne. Es obvio que la designación de un
nuevo Fiscal refrescaría el ambiente. Como es obvio el
cansancio que produce el Defensor del Pueblo. No creemos
conveniente mantener estos funcionarios por siempre, de
manera que una remoción general en el Poder Moral sería
una muestra excelente de funcionamiento de la segunda
espada.
Es hora de actuar conforme a
la palabra. Generalmente se otorga la Contraloría General
a un personaje de la oposición. No
creemos posible una amplitud tan elocuente,
pero sí la designación de un hombre o de una mujer que
vaya a ejercer el cargo a plenitud y a utilizar esa
espada. Si ese cambio no se produce, entonces concluiremos
que la retórica sigue campando.
No compartimos con el
presidente su recordatorio de que esta Asamblea Nacional
fue electa por cinco años y eso debe durar. Uno entiende a
Chávez: necesita que le aprueben unas cuantas leyes que
requiere su proyecto y no quiere demoras con una oposición
discutiendo. No está habituado el presidente a las
prácticas parlamentarias, eso no lo aprendió en la
Academia Militar, pero es bueno recordarle que si alguna
institución tiene tufo a ilegitimidad es el parlamento
actual. Fue electo en medio de la mayor abstención de la
historia electoral y es monocolor, mucho más si se dan sus
deseos de un partido único, del gobierno hay que
comprender, no del país, como los manipuladores quieren
hacerle entender a la población. Además el presidente debe
saber que lo que allí se coló deja mucho que desear. Por
ahora tranquiliza a los diputados que piensan que
conservarán el cargo y las prebendas, pero ya está dicho,
el presidente se adecua y tengo la seguridad de que
después de algunos meses se dará cuenta de que hasta en el
propio interés de su gobierno deberá buscar la fórmula de
convocar a elecciones parlamentarias. La legitimidad no le
llegará a plenitud mientras mantenga ese cuerpo en
funcionamiento.
En realidad hablar de espadas
no es mi especialidad, tal vez sería mejor que
desenvaináramos las ideas. Las ideas son más filosas que
las espadas. No le quepa la menor duda a nadie. Sin
embargo, a las espadas ya desenvainadas les exigimos que
corten. Eso lo sabe Teodoro Petkoff,
después de Chávez el político más determinante de los
últimos años de la política venezolana, cuando ha evocado,
tal cual, a Churchill.
tlopezmelendez@cantv.net