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Tiempos de milicias
por Manuel Felipe Sierra (*)
martes, 22 marzo 2005

 

Con la designación del general de división Julio Quintero Viloria como comandante de las “reservas militares y movilización nacional”, el presidente Chávez dio un paso decisivo en la configuración del modelo revolucionario bolivariano. No es un nombramiento habitual ni se trata de activar la reserva tradicional en situaciones de guerra.

En la práctica, se decreta la creación de un nuevo componente, sin vinculación con los mandos naturales de la FAN y bajo las órdenes directas del jefe del Estado en absoluta correspondencia con un proyecto político.

Es una decisión cuyos efectos inmediatos en la instancia castrense y en la opinión pública serán atenuados por el asueto de Semana Santa, pero que gravitarán inevitablemente en el futuro del país.

De hecho, es el nacimiento de una forma de milicia (con antecedentes en Cuba, Nicaragua y Panamá) que será privilegiada como el “brazo armado” del régimen y que permite legitimar a los círculos bolivarianos y los grupos paramilitares que en los últimos años han actuado como instrumento de intimidación y agresión contra los opositores.

Por esta vía también se consolida la relación cívico–militar estipulada en el diseño original de la intentona golpista del 4 de febrero de 1992, como un elemento clave de la propuesta militarista, ahora impropiamente denominada como “socialismo del siglo XXI”.

Una jugada prevista y lógica en el cronograma chavista. El blindaje legal, con la aprobación de un conjunto de leyes punitivas, mediante el cual se reducen los espacios de la disidencia y el debate plural; la reciente sentencia de la Sala Constitucional del TSJ que abre la posibilidad de una represión indiscriminada y masiva; la asfixia del sector privado mediante la construcción de un aparato económico alternativo con el uso de los ingresos petroleros, como lo ilustra el ex gerente de investigaciones económicas del BCV José Guerra; la identificación casi orgánica con la dictadura castrista y el empeño en levantar un enemigo externo con una supuesta invasión de Estados Unidos, se vinculan de modo estrecho con el anuncio de la nueva fuerza militar, hecho por el mandatario en Aló, Presidente.

No obstante, son pertinentes cuando menos dos interrogantes:
¿si el régimen ha logrado, después de una operación limpieza en la oficialidad institucional desde 2002; la penetración del evangelio fidelista y el debilitamiento de su capacidad operativa, tener una influencia determinante en los altos mandos de la FAN, por qué la necesidad de apelar a otra estructura? ¿si el presidente de la República es el comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional por qué asumir la jefatura en igual rango de una organización diferente?
Las reservas militares, y ésa ha sido la función de aparatos similares en otros países, asumen un compromiso con un liderazgo, un caudillo o una causa ideológica. La FAN está estructuralmente comprometida con objetivos nacionales como la preservación de la soberanía y las garantías ciudadanas.

Las “milicias”, en cuyo funcionamiento se obvia la intermediación jerárquica, cumplen también la función de un elemento disuasivo e intimidatorio en el seno del propio estamento militar y para toda la sociedad, que suele desatar –como se ha demostrado en Venezuela– mecanismos de resistencia frente a regímenes autocráticos que por definición son excluyentes y enemigos de los valores consustanciales a la democracia.

 

(*) El Nacional, edición del martes 22 marzo 2005

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