El
resultado de las elecciones presidenciales del domingo 3 de
diciembre, colocan a Venezuela entre un pasado plagado de
cadáveres políticos y un futuro con participación activa en una
globalidad multipolar.
La votación favorable
a Chávez revela que ese 60% del país está dispuesto a seguir una
línea - no existen otras propuestas, en todo caso -, llamada
“revolución bolivariana” llena de eslogans y contradicciones y
una situación pendular, que oscila entre su estrecha relación
con Cuba y una amplia participación en acuerdos con naciones y
bloques que tácitamente se incluyen en una globalidad dominada
por naciones que practican el comercio abierto con el occidente
de economía neoliberal.
De hecho, pese a sus
diatribas contra el presidente Bush y su repetido manejo de la
palabra “imperialismo”, palabra que de hecho puede relanzar un
“boomerang”, Chávez sigue haciendo negocios petrolíferos con
Estados Unidos y mantiene abiertas las puertas para un amplio
comercio, de igual a igual y sin imposiciones, esa ya es, en
cierta medida, una regla exigida por muchos en la globalidad.
Al mismo tiempo,
promueve con algunos sobresaltos, la integración regional
suramericana, sabiendo muy bien que debe tratar con naciones,
encabezadas por Brasil, - Lula es aliado critico - que propician
la democracia y la economía abierta en un marco todavía llamado
neoliberal.
Pese a los recelos,
las definiciones, incluso las provenientes de la hiperpotencia,
son cautas. “El presidente Hugo Chávez es un caudillo
latinoamericano que ha logrado un perfil internacional debido a
su ricachona diplomacia de petrodólares”, definió Roger Noriega,
alto funcionario de la diplomacia norteamericana para
Latinoamérica entre el 2001-2005. En un amplio reportaje
difundido por la BBC que buscó opiniones sobre Chávez “elogiado
y atacado dentro y fuera de Venezuela”.
La revista Time estuvo
barajando el nombre de Chávez para su tradicional designación
del “personaje del ano'” que publica en diciembre desde la
década del 20. En atención a que ha sido capaz de promover una
mafia anti-norteamericana internacional. La anterior vez que
TIME propuso a un venezolano en tapa, fue en 1957, el dictador
Marcos Pérez Jiménez, como protagonista del auge petrolero.
Pocas semanas después, el 23 de enero del 58, Pérez Jiménez fue
derrocado por una muchedumbre cansada del boato y la riqueza
malgastada, mientras las mayorías permanecían empobrecidas. En
1979, cuando recién se proyectaba como militar, el ex
paracaidista le dijo a la historiadora venezolana Margarita
López Maya que para los pobres, en Venezuela, nada había
cambiado desde la independencia de 1830, me impresionó porque me
dijo que no quería ser recordado como un mito.
En
el mismo reportaje de la BBC, el analista político Alberto
Garrido, explicó que Chávez ya ha dejado un gran cementerio de
políticos del pasado corrupto e inefectivo. Es un formidable
pragmático, si bien es admirador de la revolución cubana, pero
si siente que no es el camino correcto para Venezuela, no la
impondrá sobre el tablero, afirmó Garrido. Ese pragmatismo lo ha
llevado a proyectar grandes obras de integración, como el
gasoducto suramericano y el intercambio financiero y energético
con naciones como Uruguay, Argentina, Bolivia y Chile, sin
olvidar su política energética hacia el Caribe. Con lazos
comerciales con China, Rusia e India, no se puede negar que
Venezuela ya forma parte, petrodólares mediante, de la
multipolaridad global. Solo hace falta, como él mismo anota,
recalca y promete, ocuparse de la creciente mayoría empobrecida
venezolana y cortar de raíz el visible enriquecimiento,
corrupción mediante, de su entorno de lameculos, civiles y
militares. Que sabemos, ya lo ha mencionado.