Patrick
Fitzgerald, fiscal independiente designado por el actual
presidente, ha sido comparado con Elliot Ness, el detective
federal que operaba en Chicago con una unidad que se conoció
como “the untouchables”, y que se hizo famosa en la prensa
policial de Chicago y del país por su persecución implacable de
las mafias de su época, década del 30, cuando regía la
prohibición de venta de bebidas alcohólicas.
La comparación de Fitzgerald con Ness, lanza
un mensaje subliminal, pues no son pocos los norteamericanos que
opinan que el poder de la Casa Blanca está virtualmente
controlado por una poderosa banda.
Ness, como recordara el lector, logró su
mayor éxito, capturando y enviando a prisión a la banda de
gangsters de Al Capone.
Fitzgerald, de padres irlandeses, es hombre
de pocas palabras y de cauto accionar. Trabaja sin apuro. Entre
las pocas cosas tajantes que dijo Fitzgerald ante el permanente
asedio de la prensa: “La verdad es el motor de nuestro sistema.
Atentar contra ella es delito”. El viernes 28 de octubre, logró
que un gran jurado acusara al jefe del gabinete del
Vicepresidente Cheney, I. Lewis Libby Jr., de mentir y obstruir
la justicia en una investigación sobre el desenmascaramiento de
un agente secreto de EE.UU.- en este caso, de la CIA -, lo cual
es delito federal y puede ser encarcelado hasta por diez años.
Karl Rove, principal asesor del Presidente
Bush y subjefe de su gabinete, está también bajo investigación
por Fitzgerald por los mismos delitos y podría ser indiciado en
cualquier momento.
Sin duda es la crisis político-jurídica mas
grave en los dos períodos de Bush y algunos observadores
consideran que puede desembocar en otro Watergate.
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