En
Junio tuvo lugar en Nueva York el estreno de gala de la película
”El diablo se viste de Prada”, título mejor comprensible por los
que entienden de moda y saben que Prada es una de las ‘marcas de
diseñador’ más exclusivas del mundo, comparable a Calvin Klein,
Chanel o Dolce y Gabbana. Al estreno asistieron no sóla las
estrellas del filme – Meryl Streep en particular—sino las
máximas representantes de la industria de la moda, entre ellas
la editora-jefe de Vogue, Anna Wintour. Establecido que el tema
trata de moda, el término ‘diablo’ - o ‘diablesa’-, se refiere a
la ficticia editora de la revista puntera de moda, publicación
que en el filme se llama ‘Runway’ (pasarela) pero que en el
fondo se refiere indirectamente a la de la prestigiosa ‘Vogue’,
por muchos años la referencia obligada de la moda mundial, que
se publica en varios idiomas en Europa y América.
La
relación con Vogue es fácil de deducir ya que el personaje
principal del filme, Miranda Priestly –encarnada por Meryl
Streep-- , imita en todo momento a la editora real de la revista
Vogue, que desde 1988 es la británica Anna Wintour, y
actualmente tiene 56 años, la misma edad de Streep. Y la
relación queda confirmada cuando se sabe que la cinta se basa en
una novela del mismo nombre de una tal Lauren Weisberger, quien
fuera la asistenta personal de Wintour durante años. De hecho el
personaje de la joven Andrea Sachs, que interpreta Anne Hathaway-
, es el mismo que le tocó en vida a Weisberger, tolerando como
novata los supuestos abusos y desplantes de su jefa, quizás con
la intención de vengarse algún día relatando todo en un libro. Y
aunque la autora siempre negó que se haya basado en la vida de
Wintour, es demasiado obvio como para no darse cuenta, por las
similitudes entre los dos personajes centrales: ambas dirigen la
revista puntera de moda, son dominantes, talentosas,
perfeccionistas, maduras y …bastante humanas en el fondo.
Lo
interesante del estreno del filme, al que estuvieron atentos
todos los periodistas y camarógrafos, es que Wintour fue
invitada a asistir personalmente por Streep y se sentaron
juntas, mientras mucho más allá estaba la misma Weisberger. Con
mucho aplomo, cualidad típica de su flema británica, Wintour no
se molestó por la evidente referencia a su carácter despótico y
sus manías, ridiculizadas tanto en la novela como en la cinta,
pues admite que “vienen con el puesto”, ciertamente, uno de los
más exigentes del mundo editorial, no sólo por la fuerte
competencia que tiene Vogue en el campo de las revistas de moda,
sino porque lo que publique se convierte en una especie de
dictamen sobre tendencias y estilos, en un mundo donde se mueve
mucho dinero.
La cinta
tuvo una buena acogida de la crítica, mayormente por las
interpretaciones de Streep y Hathaway, esta última en su segundo
rol de importancia después de ser notada en el polémico filme
“Brokeback Mountain”. Pero en todo momento la actriz dominante
–fiel a su personaje- es la talentosa Streep, quizás la mejor
actriz que ha dado Hollywood en el último cuarto de siglo.
Aunque la película alterna entre el tono de comedia satírica y
el de drama sentimental, al final resulta casi un documental
sobre el mundo de la moda, que interesará mayormente a las
espectadoras cuando se estrene en Caracas, gracias a la
elegancia y colorido que le imprime el director David Frankel,
experto en temas femeninos desde que dirigiera episodios de la
serie “Sexo en la ciudad”.
¿Quien es Anna Wintour?
Para el
espectador, será interesante la comparación entre el personaje
ficticio de Miranda Priestly y el de la editora real de Vogue,
Anna Wintour, la mujer que sirvió de modelo a la autora de la
novela “El diablo viste de Prada”, Lauren Weisberger. Un breve
artículo sobre Wintour en la revista Time, que publicó una
sección especial sobre “Las poderosas de la moda”, resume
admirablemente su influencia en ese mundo: “Los desfiles no
comienzan hasta que Anna no llega; los diseñadores triunfan si
Anna da su bendición; las modas se crean o se destruyen según el
criterio de Anna.”
Frases
para satisfacer el ego de una mujer que se ganó merecidamente el
título de “dictadora de la moda”, pues progresó desde la
dirección de una revista similar, Harper’s Bazaar, hizo una
pasantía en la versión británica de Vogue y finalmente se
encargó en 1988 de la revista estrella del grupo Condé Nast, la
Vogue americana, con una circulación que supera los 1,2 millones
de ejemplares. Cifra que fue superada por Wintour gracias a su
énfasis en el tema central de la revista, cuando su antecesora
la tenía casi convertida en una ‘revista femenina’ tipo
Buenhogar.
Aunque Wintour se parece mucho a la Priestly del film, en
realidad no es tan egocéntrica como ella, pues contribuye a una
fundación que ayuda financieramente a jóvenes diseñadores que
prometen, además de promover causas como la apertura de salones
de belleza en Kabul, Afganistán, donde antes la moda y la
belleza no contaban para nada. Y cuando sucedieron los ataques a
la torres gemelas en Nueva York, manejó un proyecto publicitario
para ayudar al comercio de la ciudad a recuperarse. Asimismo
ayuda a financiar actividades artísticas y humanitarias, como
las campañas para controlar el Sida. Y aunque en la novela -y el
filme- Priestly parece una mujer fría y amargada, Wintour estuvo
felizmente casada por muchos años con un psiquiatra (tienen dos
hijos adolescentes), hasta que empezó a tener aventuras y se
involucró con un magnate de las comunicaciones, que es su actual
pareja.
Pero como
buena ”workaholic”, se dedica en cuerpo y alma a la revista,
venciendo la rutina con sus múltiples apariciones públicas,
salpicadas a menudo de desagradables sorpresas. En efecto, los
ardientes defensores de los animales tratan de abochornarla a
cada rato tirándole tortas o líquidos malolientes cuando aparece
en las alfombras rojas, todo por el “pecado” de mostrar y
publicitar vestidos de pieles en la revista. “Gajes del oficio”,
dice ella sin inmutarse, mientras se cambia pacientemente
(siempre lleva consigo un cambio de ropa)- en un baño cercano,
para seguir siendo la árbitra de la moda, con sus
característicos anteojos oscuros para atenuar –dice ella- los
flashes de los paparazzi…, aunque su excusa en creíble, pues
éstos la acosan como a cualquier luminaria, y más ahora que la
inmortalizó Meryl Streep en una exitosa película.
rpalmi@yahoo.com