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El riesgoso renacimiento de la energía nuclear
por Roberto Palmitesta
miércoles, 27 septiembre 2006

 

    La suspensión de parte del bombeo de crudo de yacimientos en Alaska los ataques de insurgentes a las instalaciones de Nigeria e Irak, los temores a una guerra regional en el Oriente Medio por la confrontación de Occidente con Irán, y el temor los venideros huracanes dañen nuevamente las instalaciones petroleras en el Golfo de México, son todos factores que han hecho subir exageradamente los precios del crudo, invitando a buscar alternativas al viscoso fluido energético.

    Todo esto se añade la ajustada tolerancia entre la demanda y la producción permisible, lo que hace que cualquier nueva restricción a la producción -- por guerras, huracanes o accidentes-- no pueda ser atendida por los actuales productores, que bombean a total capacidad, excepto en el caso de Arabia Saudita, que pudiera suplir poco más de un millón de barriles diarios adicionales.  Esto, sin olvidar las crecientes necesidades de economías en rápido desarrollo, como las de China e India, que aumentan su sed de petróleo a una tasa que duplica la de las naciones industrializadas.

Entra en escena el átomo

    Dadas las dificultades nombradas, no es de extrañar que el precio de un barril de petróleo se esté acercando a los $ 80, aunque a veces parece estabilizarse en el rango de $ 60-70. Naturalmente, a estos precios se hace rentable el desarrollo de fuentes alternas de energía como las renovables (solar, eólica, biocombustibles, hidrógeno), y se empieza a mirar nuevamente con interés a la energía nuclear, especialmente para la generación de electricidad, olvidando los desastres de Chernobyl y de la Isla de Tres Millas, y el otro millar de accidentes -mayores y menores- ocurridos a lo largo de la utilización de esta fabulosa pero riesgosa fuente energética.

   Actualmente, mientras países como EE.UU., Brasil, Argentina, China e India buscan ampliar su plantel de plantas atómicas, otras naciones más conciencia ecológica –como Italia y Alemania- están desmantelando sus actuales reactores, ante la presión de los grupos ambientalistas que condenan este tipo de energía por su potencial de hacer mucho daño si algo nada mal.  Otras naciones -como Irán- aseguran que es para reducir el consumo interno de petróleo y maximizar sus exportaciones, aunque el secreteo del programa hace sospechar que puede tener intenciones militares, o simplemente nacionalistas.

    De hecho, aparte de las nuevas disposiciones del Departamento de Energía de EE.UU. para promover la construcción de nuevas plantas atómicas, algunos artículos y reportajes empiezan a calificar a la energía nuclear como la “nueva energía verde”, ya que supuestamente no produce gases de invernadero y por ende no contribuye al calentamiento global. Sin embargo, en la mayoría de esos artículos se nota un interés político en disminuir la dependencia petrolera y un interés económico en reactivar a todo tren una industria decaída en las dos décadas recientes, ignorando los riesgos que conlleva esta compleja tecnología.

Los riesgos más comunes

   Técnicamente, hay toda una gama de factores riesgosos a tomar en cuenta al considerar una reactivación de la industria nuclear para fines pacíficos, para evitar costosos errores que pagarán las generaciones venideras.  Pero, ante todo, conviene demoler el mito de que la energía atómica no contribuye al calentamiento global, ya que en la extracción minera, el transporte de minerales azarosos y el enriquecimiento de uranio se puede generar cerca de la tercera parte de los gases de invernadero que produce una planta con petróleo o carbón. La construcción de las plantas también consume grandes cantidades de energía, por las enormes cúpulas protectoras y las torres de enfriamiento que se requiere. Esto, sin contar las toneladas de vapor producido constantemente en las torres de enfriamiento, y las aguas calientes vertidas en ríos vecinos, que también calientan el ambiente y modifican los ecosistemas.

   En segundo lugar -aunque no menos importante- está la disposición de los desechos nucleares, operación que requiere de sitios seguros para depositarlos por largos períodos, ya que no hay modo de neutralizarlos, quemarlos o desintegrarlos. Así, en el mundo entero, las plantas atómicas producen cada año unas 300 mil toneladas de desechos radioactivos, que normalmente se almacenan en pipotes metálicos cerca de las plantas o se colocan en depósitos subterráneos o piscinas cerradas, en espera de sitios más seguros. En EE.UU. se trató de declarar un desierto de Nevada como “sumidero atómico”, y se pensaba enterrar ahí todos los barriles de las plantas atómicas del país, pero tardíamente se descubrió que la zona tiene fallas sísmicas y la radioactividad podría filtrarse al exterior con cualquier terremoto.     

    Ciertos países subdesarrollados han hecho negocios ofreciendo sus regiones desérticas como basureros, pero las organizaciones ecológicas –siempre opuestas a la energía atómica- denuncian rápidamente estos controversiales arreglos, generalmente plagados de corrupción. La realidad es que todos los países se tienen que “calar”sus propios desechos, y ver cómo disponen de ellos en forma segura, a menos que hagan trampa. Obviamente, tirarlos a los océanos es una operación éticamente condenable y penada por las leyes internacionales, cuya supervisión corresponde a la Agencia Internacional de Energía Atómica.

    A pesar de todas las precauciones, centenares de barriles se han deteriorado con el tiempo, filtrando los desechos a acuíferos porosos y luego a ríos, lagos o mares cercanos. El Uranio y Plutonio apagados, el Estroncio-90 y el Cesio-90 --todos productos radioactivos de la fisión nuclear— empiezan a filtrarse a las aguas y eventualmente son absorbidos por la vegetación, que es consumida por animales, por lo que llega al hombre consumiendo leche y carne. Las malformaciones genéticas, los cánceres y la fibrosis cística que pueden causar a los habitantes de zonas cercanas a las plantas es uno de los grandes problemas de las mismas, y uno bien difícil de solucionar en el futuro previsible.

El riesgo del terrorismo

   Pero quizás el riesgo mayor de las plantas nucleares es que su sola peligrosidad las convierte en objetivos ideales de grupos terroristas. Los que viven cerca de una planta atómica deben tener pesadillas sobre algún avión que pueda estrellarse en la misma –al estilo 11/9—produciendo un desastre mayor que el de Chernobyl. Asimismo, con los desechos radioactivos de una planta nuclear, se puede ensamblar las llamadas “bombas sucias”, que utilizan explosivos tradicionales para esparcir la radioactividad en un radio de varios kilómetros.  Aún si no hace mucho daño físico, había que evacuar toda una metrópoli en caso de estallar una bomba sucia en su centro.  También podría producirse en cualquier momento un sabotaje de los sistemas de seguridad, que produzca una falla mecánica o eléctrica que expone los elementos fisionables a un calentamiento tal que funde la edificación y atraviesa el suelo, causando el temible “síndrome de China”, admirablemente denunciado en la película del mismo nombre hace un cuarto de siglo. Por último, el uranio o plutonio enriquecido almacenado en las plantas podría ser sustraído y utilizado, con un enriquecimiento posterior, para la producción de bombas atómicas, que en manos de naciones irresponsables pueden detonar guerras mundiales.

     Como puede verse, la tecnología para la generación de energía nuclear, es todavía compleja y llena de riesgos, así que la decisión de incursionar en ella debe ser tomada con mucha reflexión y prudencia. Igualmente, la aparición de nuevas naciones nucleares sin tradición tecnológica debe ser vista con cierta preocupación, en vista de las terribles consecuencias que puede acarrear el manejo inseguro de materiales atómicos y desechos radioactivos, tanto para la gente de los países productores como para las vecinos, pues la radioactividad traspasa fácilmente las fronteras nacionales, como lo aprendieron dolorosamente los países de Europa oriental en 1986. Esperamos que la ONU y las organizaciones ambientalistas puedan inyectar un poco de sensatez en esta desenfrenada carrera hacia la energía nuclear, acelerando el desarrollo y la aplicación de energías renovables y ecológicamente aceptables. 

Apéndice:

Total de plantas atómicas: 441 (2006)

(Países con plantas nucleares: 33)   

Naciones con más de 10 plantas

EE.UU.  103    Canadá 18
Francia 59 Alemania  17
Japón   55 Ucrania 15
Rusia   31   India 15
UK  23  Suecia 10
Corea S.  20   China 10

 

rpalmi@yahoo.com

 
 
 
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