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PENDULO
Misterios de una elección

por Rafael Poleo
viernes, 8 diciembre 2006

 

Durante las próximas semanas, la mitad de los venezolanos, esos que adversan al presidente Chávez, estarán ajustándose psicológicamente para la larga marcha que le proponen los políticos reunidos en torno a la candidatura –que no a la jefatura- de Manuel Rosales. Tal como la percibimos, esta proposición consiste en convertir al candidato derrotado en jefe de un movimiento político que reúna a toda la oposición, trabajando de manera permanente para batirse en las instancias que se irán presentando. La primera de ellas sería la reforma constitucional propuesta por Chávez para reelegirse tantas veces como le alcance la vida. Luego vendrían las elecciones municipales, de gobernadores y de una nueva Asamblea Nacional. En medio estarían los momentos convulsivos que se irán presentando a medida que Chávez profundice en la creación de una sociedad sometida al sistema militar-fascista, injustamente acusado de socialista. Hasta llegar a una nueva elección presidencial.

Los factores de poder que en los últimos años han llenado el vacío de los partidos políticos, entre ellos varios medios de comunicación involucrados con Rosales en esta campaña, aceptan ese diseño y están trabajando para él. Pero, sobre todo, la idea es grata al propio Gobierno. En cierto modo, salió de su seno. La legitimación de Chávez, quien estaba en entredicho por las denuncias de fraude en el Referendo Revocatorio y la gigantesca abstención en las elecciones parlamentarias, ha sido preocupación fundamental de José Vicente Rangel, estratega no sólo de esta victoria, sino del delicado trabajo de consolidar la voluntad del jefe en el juego interno del chavismo. Es que, curiosamente, el efecto más importante logrado por la Oposición en estas elecciones es la legitimación de Chávez: a veces, la conquista de un objetivo pasa por una hermosa ofrenda al enemigo.


Por supuesto, Rosales, Petkoff y Borges, dueños provisionales de la Oposición, no ignoraban que estaban haciendo eso, ni que por hacerlo el régimen les perdonaba la existencia. Es el pacto, casi siempre tácito, por el cual tú me permites respirar mientras liquido a tu enemigo. Después el enemigo seré yo, pero tú lo prefieres porque me temes menos que al enemigo que yo estoy destruyendo.

¿Quién es ese enemigo, a quien podemos llamar el muerto más grande de estas elecciones, tan grande que no alcanzamos a mirarlo? Ese muerto es la posibilidad de un pronunciamiento como el del 11 de Abril, aquel que al día siguiente fue abortado por el golpe impropiamente conocido como “El Carmonazo”.

A Chávez no le legitima un Consejo Electoral brutalmente dominado por el Gobierno. Le legitima Rosales al reconocer apresuradamente su derrota -“aunque por una diferencia más pequeña”, cuya cuantía mantiene en el misterio. José Vicente ve resuelto el más delicado problema. El candidato opositor confiere a Chávez el título que descalifica cualquier esfuerzo por derrotarlo que no sea el de una nueva cabalgata electoral, sin siquiera objetar las condiciones, protesta de fondo que Rosales sepulta renunciando generosamente a ella, sin mencionarla ni como descarga, en ese decisivo momento cuando se multiplica el peso de cada palabra. Con o sin Fuerte Tiuna, ese discurso de Rosales es un acto político lleno de misterio. Sobre todo cuando ya el jueves, en la última oportunidad de expresión política antes del día de votar, Petkoff había ablandado a la opinión con más de veinte intervenciones mediáticas en las cuales le ganaba a Rosales por setenta y dos horas en la carrera de quién reconocía primero. Todavía el sábado, supuesto como día de silencio, Petkoff remata con la media verónica de negar, con energía y convicción que ni Tibisay Lucena, la posibilidad de que “el voto sea birlado”.

Aquella noche del 3 de diciembre donde cada palabra fue de oro, Chávez demostró una vez más su extraordinario dominio de la televisión, en el cual sólo Renny Ottolina hubiera podido superarlo. Por casi media hora anduvo en vaguedades que hasta hicieron pensar que terminaría diciendo nada. Lejos de eso. Estaba esperando que la sintonía fuera total. Sólo cuando las dos mitades del país estuvieron frente la pantalla, hizo su alocución, una de las más preparadas de su carrera. Fue una sesión estrictamente para chavistas de alto nivel en la cual “Yo el Supremo” a cada uno le dijo de qué mal se va a morir. Como “il Duce ne la Piazza Venezia”. Hasta el acceso al balcón fue un mensaje. A su lado, su hija e inmediatamente después José Vicente, que ni allí dejó de operar el celular desde el cual ha manejado la campaña. Detrás suyo, Vielma Mora y Rafael Ramírez, los dos que se restearon metiéndole el purgante rojo al personal. La santa palabra se extendió en el elogio a José Vicente y, quizás más significativo, por inesperado, reivindicó a Ameliach, el jefe que en medio de la campaña había sido defenestrado y reemplazado por Diosdado, quien ciertamente no estaba ni de cuerpo presente ni de recuerdo cariñoso.

¿Tema importante en la alocución del ratificado? La corrupción que se debe erradicar, la cual no podía ser, no lo puede, sino la del Gobierno. Es que a Chávez no le debe ser grato, no a su personalidad, tanta alcabala militar en su camino. El arbitraje de Fuerte Tiuna existió aunque Rosales no fuera allí personalmente. No hay, por ahora, otra explicación aceptable para su raro desempeño. Esa indispensabilidad de la instancia militar ha marcado la historia de este país apenas con intervalos brevísimos, y Chávez no ha logrado quitársela de encima.

En el balcón del Duce se consideró que la cara de circunstancias debía ser seria, quizás por ajustarse al estilo de José Vicente. En cambio, al otro lado, detrás de Rosales, había un hombre gozando que además no lo disimulaba. Era Julio Borges, también ratificado, en su caso como personal receptor de los fondos conque la derecha europea y mexicana ha venido sosteniendo a Primero Justicia. Los lectores no tienen que saber, y por eso se los digo, que en un partido manda quien tiene dinero. Malas noticias para Leopoldo, Gerardo, Liliana y hasta para COPEI.

En cuanto a lo que Chávez va a hacer, también fue anunciado. Ante todo, cauterizar cualquier disidencia en su movimiento, donde muchos se consideran afectados por la reelección vitalicia. Esto pudiera demorar la ejecución del PPT y Podemos, quienes pudieran ser útiles en esta faena -quizás por eso estaba ahí Aristóbulo. Otro que pudiera obtener prórroga es Isaías, como heraldo que anunciará los nombres de los ejecutados. En todo caso, será una gozadera para la Oposición eso de ver chavistas en la picota. Inmediatamente después irá la reforma constitucional continuista, indispensable clásico de las satrapías tropicales. Sólo hecho esto se acometerá el cambio estructural de la sociedad, cosa de homologarla con el paraíso fidelista. Cierto que para entonces ese paraíso, ya dirigido por Raúl, habrá cambiado hacia el modelo chino. Pero no les puedo contar todo en un solo péndulo. Si este les sabe a poco, hagan como quien tras un almuerzo fallo se completa con un cambur. Relean aquel del 15 de septiembre, titulado “Vana ilusión”, en el cual les hice el guión de lo que pasaría el domingo. Iba a reproducirlo hoy, pero me hubiera vuelto más odioso.

 

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  Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

 
 
 
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