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Una oportunidad de oro para darle un alivio
a la humanidad

por Roberto Palmitesta
miércoles, 2 noviembre 2006

 

    El tema de las armas atómicas está otra vez en el ambiente después de la detonación de prueba de Corea del Norte, ampliamente criticada a escala mundial y luego condenada por el Consejo de Seguridad de la ONU, sin que ninguna de las potencias ejerciera el veto. Aunque haya prácticamente un consenso mundial de que un país militarista e impulsivo como Corea del Norte no tenga un arsenal atómico, muchos analistas no están convencidos de los argumentos que se utilizan para impedir el ingreso de este huraño y empobrecido país al exclusivo club atómico, integrado ahora por 9 naciones después de la alarmante explosión de prueba del 5 de octubre. Pero la crisis actual podría ser convertida en una oportunidad para una loable iniciativa, como veremos más adelante. 

   Internamente, el argumento principal para no seguir en esa alocada carrera nuclear debería ser el hecho de su alto costo, que está distrayendo fondos públicos para programas sociales, mientras el pueblo norcoreano pasa hambre y necesita de ayuda humanitaria para mitigar sus carencias alimentarias. (Igual podría decirse de India y Pakistán, donde también hay un alto nivel de pobreza critica). Asimismo, Corea del Norte no sería un enemigo de consideración para ninguna otra potencia nuclear, que llevan años de ventaja y tienen arsenales consolidados y no experimentales. Luego, no se detecta una necesidad para que Corea del Norte recurra a las armas atómicas, ya que no se ve amenazado militarmente por ninguna nación –a pesar de sus constantes “denuncias”-- ni siquiera por su archienemigo y pueblo hermano del sur, o la otrora militarista Japón.  

   Sin embargo ambas naciones vecinas están ahora bajo la protección militar de Estados Unidos, que sí tiene muchas armas nucleares –suficientes para obliterar a medio mundo- , pero que difícilmente las utilizaría contra una nación pequeña sino contra un enemigo formidable (que, de paso, ya no existe, aunque Rusia quiere ser considerado todavía con una gran potencia), y que podría neutralizar fácilmente las bases atómicas norcoreanas con precisos ataques misilísticos con armas convencionales.

   Pero para convencer a Corea del Norte las potencias utilizan mayormente argumentos legalistas, tales como el de la existencia del muy citado Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), firmado por la mayoría de las naciones pero del cual ya Norcorea se salió en 2003. En el fondo el TNP exige que sólo las potencias actuales, que tuvieron la suerte y los recursos para desarrollar primero su arsenal nuclear, pueden seguir teniendo esas armas, lo que –siendo equitativos-  luce como una excusa un poco arrogante y elitista, que ratifica el privilegio de los poderosos, alimentando de paso la polémica noción de que  “el poder justifica la razón” (o ‘might makes right’, como dicen en países anglosajones), un principio obviamente establecido por las grandes potencias para justificar sus planes agresivos.

   En este punto se nota un doble discurso de estas potencias, pues EE.UU. ha tolerado recientemente el rearme atómico de India e incluso apoya su programa nuclear civil, que seguramente está asociado con el programa militar, ya que es difícil separar ambas áreas.  El surgimiento de India como mini-potencia atómica molestaba antes a EE.UU., cuando amenazaba a su aliado en la guerra fría Pakistán, cuyo modesto arsenal tampoco le preocupa ahora que es un aliado estratégico contra el islamismo extremista. Pero por haberse incluido arbitrariamente a Corea del Norte en el grupo denominado ”eje del mal” –léase enemigos acérrimos de EE.UU.- , entonces el modestísimo programa nuclear norcoreano es severamente criticado, al igual que el programa atómico iraní, supuestamente utilizado sólo para fines energéticos.  Pero EE.UU. nunca ha dicho nada del programa de Israel, el cual –ya es vox populi- tiene un centenar de bombas atómicas en su arsenal secreto, a utilizarse en caso de que los árabes o los persas amenacen su existencia.

   Por su parte, Rusia –que todavía tiene un temible arsenal nuclear, con bombas A y H - había apoyado el programa de la India, en plena guerra fría, y colaboró inicialmente con el de Corea del Norte, pero ahora se opone a éste formalmente, ya que se siente incómodo de tener vecinos nucleares. Incluso, Rusia ayudó a China a iniciarse en ese campo, y dejó de hacerlo cuando Beijing adoptó una línea independiente en los años 60. Por otra parte, Rusia se ha opuesto a las sanciones contra Irán, debido a que tiene intereses en este país, al cual asesora en su programa atómico civil y cuya primera planta nuclear está siendo construida con tecnología rusa. Aquí se cumple cabalmente otros dichos muy ciertos en el plano geopolítico:”Las naciones no tienen amigos, sólo intereses”, y “el amigo de ayer puede ser el enemigo de hoy…o viceversa”.

    Vista la hipocresía existente en este campo, y dado que difícilmente se usarían estas armas por la condena mundial que representaría, hay una iniciativa ideal para aplicarla para impedir la proliferación nuclear y no favorecer sólo a un grupo de potencias nucleares.  Y ésta no es otra que la idea de prohibir totalmente tanto el uso de estas armas como el de la posesión de arsenales atómicos. En otras palabras, después de pasar la mitad del siglo XX bajo el “terror nuclear”, sería justo que en el nuevo siglo se pueda prohibir totalmente el uso de estas armas, ya que está visto que no cumplen ninguna función útil…excepto la de seguir manteniendo un anacrónico clima de “terror nuclear” como durante la guerra fría.  Esto implica desarticular todos los arsenales nucleares, desactivando las bomba actuales y enterrando su material radioactivo –uranio y plutonio enriquecido- en algún lugar remoto como la Antártida o – ¿por qué no?- enviarlos a la Luna o algún planeta lejano, incluso estrellarlos en el Sol, donde haría poco daño, pues el astro Rey sostiene continuamente explosiones nucleares en su interior y nuestro material atómico sería como una gota en el océano.

   En realidad la idea de proceder a un desarme gradual de todas las potencias atómicas está contemplado en el mismo TNP, aunque ninguna potencia le ha hecho caso, por una razón u otra, especialmente después de que otras naciones se volvieron nucleares a pesar del mismo, y nunca quisieron firmarlo (India, Pakistán e Israel).  Además, hay unas 40 naciones que usan energía nuclear para fines civiles pero tienen la tecnología para fabricar bombas, si se lo propusieran (Brasil, Argentina, Sudáfrica, Taiwán, Surcorea, Ucrania, Alemania, Libia e Irán entre ellas). Así que hay razones de sobra para ir más allá del TNP y acordar una prohibición total antes de que sea tarde. India y Pakistán nunca fueron intimidados por el TNP e Israel nunca le hizo caso, así que la proliferación puede ampliarse rápidamente si no se hace algo más drástico que un simple “tratado voluntario”.

   Es obvio que tenemos ahora una oportunidad de oro para realizar un sueño de la humanidad, que es vivir sin el peligro constante que algún loco las utilice –la posibilidad no se puede descartar- con daños para toda la humanidad, que sufriría la contaminación radioactiva posterior. Obviamente una iniciativa de este tipo debería venir del seno de la ONU, pero difícilmente algún país se opondría, si no quiere evidenciar planes militaristas agresivos o colocarse en un plano sospechoso. Claro que sería imposible destruir la tecnología nuclear ni prohibirla –los conocimientos permanecerían- , y seguramente algunas potencias conservarían subrepticiamente cierta capacidad para volverse a armar, si fuera necesario, pero al menos saldríamos poco a poco de esa pesadilla que significa los grandes arsenales nucleares, que no benefician a nadie y que son un reducto de un período guerrerista como la guerra fría, donde el poderío militar era necesario para mantener el dichoso “balance de poder”, un concepto de otra era que -en estos tiempo de globalización y de cooperación internacional-- , se puede convertir en un algo totalmente anacrónico, fútil e  irracional, utilizado solo por mentes militaristas.

    Lejos de ser utópica, la iniciativa aquí propuesta sería bienvenida por todas las personas de buena voluntad, o sea la grandísima mayoría de la humanidad, que no tienen que ver con las ambiciones de ‘líderes’ en busca de una gloria efímera para aupar su autoestima y alimentar su vanidad. Ojalá que las potencias tengan la visión de propiciar o al menos no oponerse a esta iniciativa, que se ve venir con fuerza en el horizonte, especialmente en esta era en que el terrorismo amenaza con usar esas temibles armas para sus fines destructivos. Y mientras haya bombas, siempre existe el peligro de que –por codicia o intención política- alguna vaya a parar en manos equivocadas para fines perversos. Ojalá se imponga la sensatez y se haga realidad algún día, pues sería celebrado con un suspiro de alivio por toda la humanidad.


rpalmi@yahoo.com

 
 
 
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