El
tema de las armas atómicas está otra vez en el ambiente después
de la detonación de prueba de Corea del Norte, ampliamente
criticada a escala mundial y luego condenada por el Consejo de
Seguridad de la ONU, sin que ninguna de las potencias ejerciera
el veto. Aunque haya prácticamente un consenso mundial de que un
país militarista e impulsivo como Corea del Norte no tenga un
arsenal atómico, muchos analistas no están convencidos de los
argumentos que se utilizan para impedir el ingreso de este
huraño y empobrecido país al exclusivo club atómico, integrado
ahora por 9 naciones después de la alarmante explosión de prueba
del 5 de octubre. Pero la crisis actual podría ser convertida en
una oportunidad para una loable iniciativa, como veremos más
adelante.
Internamente, el
argumento principal para no seguir en esa alocada carrera
nuclear debería ser el hecho de su alto costo, que está
distrayendo fondos públicos para programas sociales, mientras el
pueblo norcoreano pasa hambre y necesita de ayuda humanitaria
para mitigar sus carencias alimentarias. (Igual podría decirse
de India y Pakistán, donde también hay un alto nivel de pobreza
critica). Asimismo, Corea del Norte no sería un enemigo de
consideración para ninguna otra potencia nuclear, que llevan
años de ventaja y tienen arsenales consolidados y no
experimentales. Luego, no se detecta una necesidad para que
Corea del Norte recurra a las armas atómicas, ya que no se ve
amenazado militarmente por ninguna nación –a pesar de sus
constantes “denuncias”-- ni siquiera por su archienemigo y
pueblo hermano del sur, o la otrora militarista Japón.
Sin embargo ambas
naciones vecinas están ahora bajo la protección militar de
Estados Unidos, que sí tiene muchas armas nucleares –suficientes
para obliterar a medio mundo- , pero que difícilmente las
utilizaría contra una nación pequeña sino contra un enemigo
formidable (que, de paso, ya no existe, aunque Rusia quiere ser
considerado todavía con una gran potencia), y que podría
neutralizar fácilmente las bases atómicas norcoreanas con
precisos ataques misilísticos con armas convencionales.
Pero para
convencer a Corea del Norte las potencias utilizan mayormente
argumentos legalistas, tales como el de la existencia del muy
citado Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), firmado por la
mayoría de las naciones pero del cual ya Norcorea se salió en
2003. En el fondo el TNP exige que sólo las potencias actuales,
que tuvieron la suerte y los recursos para desarrollar primero
su arsenal nuclear, pueden seguir teniendo esas armas, lo que
–siendo equitativos- luce como una excusa un poco arrogante y
elitista, que ratifica el privilegio de los poderosos,
alimentando de paso la polémica noción de que “el poder
justifica la razón” (o ‘might makes right’, como dicen en países
anglosajones), un principio obviamente establecido por las
grandes potencias para justificar sus planes agresivos.
En este punto se
nota un doble discurso de estas potencias, pues EE.UU. ha
tolerado recientemente el rearme atómico de India e incluso
apoya su programa nuclear civil, que seguramente está asociado
con el programa militar, ya que es difícil separar ambas áreas.
El surgimiento de India como mini-potencia atómica molestaba
antes a EE.UU., cuando amenazaba a su aliado en la guerra fría
Pakistán, cuyo modesto arsenal tampoco le preocupa ahora que es
un aliado estratégico contra el islamismo extremista. Pero por
haberse incluido arbitrariamente a Corea del Norte en el grupo
denominado ”eje del mal” –léase enemigos acérrimos de EE.UU.- ,
entonces el modestísimo programa nuclear norcoreano es
severamente criticado, al igual que el programa atómico iraní,
supuestamente utilizado sólo para fines energéticos. Pero EE.UU.
nunca ha dicho nada del programa de Israel, el cual –ya es vox
populi- tiene un centenar de bombas atómicas en su arsenal
secreto, a utilizarse en caso de que los árabes o los persas
amenacen su existencia.
Por su parte,
Rusia –que todavía tiene un temible arsenal nuclear, con bombas
A y H - había apoyado el programa de la India, en plena guerra
fría, y colaboró inicialmente con el de Corea del Norte, pero
ahora se opone a éste formalmente, ya que se siente incómodo de
tener vecinos nucleares. Incluso, Rusia ayudó a China a
iniciarse en ese campo, y dejó de hacerlo cuando Beijing adoptó
una línea independiente en los años 60. Por otra parte, Rusia se
ha opuesto a las sanciones contra Irán, debido a que tiene
intereses en este país, al cual asesora en su programa atómico
civil y cuya primera planta nuclear está siendo construida con
tecnología rusa. Aquí se cumple cabalmente otros dichos muy
ciertos en el plano geopolítico:”Las naciones no tienen amigos,
sólo intereses”, y “el amigo de ayer puede ser el enemigo de
hoy…o viceversa”.
Vista la
hipocresía existente en este campo, y dado que difícilmente se
usarían estas armas por la condena mundial que representaría,
hay una iniciativa ideal para aplicarla para impedir la
proliferación nuclear y no favorecer sólo a un grupo de
potencias nucleares. Y ésta no es otra que la idea de
prohibir totalmente tanto el uso de estas armas como el de la
posesión de arsenales atómicos. En otras palabras, después
de pasar la mitad del siglo XX bajo el “terror nuclear”, sería
justo que en el nuevo siglo se pueda prohibir totalmente el uso
de estas armas, ya que está visto que no cumplen ninguna función
útil…excepto la de seguir manteniendo un anacrónico clima de
“terror nuclear” como durante la guerra fría. Esto implica
desarticular todos los arsenales nucleares, desactivando las
bomba actuales y enterrando su material radioactivo –uranio y
plutonio enriquecido- en algún lugar remoto como la Antártida o
– ¿por qué no?- enviarlos a la Luna o algún planeta lejano,
incluso estrellarlos en el Sol, donde haría poco daño, pues el
astro Rey sostiene continuamente explosiones nucleares en su
interior y nuestro material atómico sería como una gota en el
océano.
En realidad la
idea de proceder a un desarme gradual de todas las potencias
atómicas está contemplado en el mismo TNP, aunque ninguna
potencia le ha hecho caso, por una razón u otra, especialmente
después de que otras naciones se volvieron nucleares a pesar del
mismo, y nunca quisieron firmarlo (India, Pakistán e Israel).
Además, hay unas 40 naciones que usan energía nuclear para fines
civiles pero tienen la tecnología para fabricar bombas, si se lo
propusieran (Brasil, Argentina, Sudáfrica, Taiwán, Surcorea,
Ucrania, Alemania, Libia e Irán entre ellas). Así que hay
razones de sobra para ir más allá del TNP y acordar una
prohibición total antes de que sea tarde. India y Pakistán nunca
fueron intimidados por el TNP e Israel nunca le hizo caso, así
que la proliferación puede ampliarse rápidamente si no se hace
algo más drástico que un simple “tratado voluntario”.
Es obvio que
tenemos ahora una oportunidad de oro para realizar un sueño de
la humanidad, que es vivir sin el peligro constante que algún
loco las utilice –la posibilidad no se puede descartar- con
daños para toda la humanidad, que sufriría la contaminación
radioactiva posterior. Obviamente una iniciativa de este tipo
debería venir del seno de la ONU, pero difícilmente algún país
se opondría, si no quiere evidenciar planes militaristas
agresivos o colocarse en un plano sospechoso. Claro que sería
imposible destruir la tecnología nuclear ni prohibirla –los
conocimientos permanecerían- , y seguramente algunas potencias
conservarían subrepticiamente cierta capacidad para volverse a
armar, si fuera necesario, pero al menos saldríamos poco a poco
de esa pesadilla que significa los grandes arsenales nucleares,
que no benefician a nadie y que son un reducto de un período
guerrerista como la guerra fría, donde el poderío militar era
necesario para mantener el dichoso “balance de poder”, un
concepto de otra era que -en estos tiempo de globalización y de
cooperación internacional-- , se puede convertir en un algo
totalmente anacrónico, fútil e irracional, utilizado solo por
mentes militaristas.
Lejos de ser
utópica, la iniciativa aquí propuesta sería bienvenida por todas
las personas de buena voluntad, o sea la grandísima mayoría de
la humanidad, que no tienen que ver con las ambiciones de
‘líderes’ en busca de una gloria efímera para aupar su
autoestima y alimentar su vanidad. Ojalá que las potencias
tengan la visión de propiciar o al menos no oponerse a esta
iniciativa, que se ve venir con fuerza en el horizonte,
especialmente en esta era en que el terrorismo amenaza con usar
esas temibles armas para sus fines destructivos. Y mientras haya
bombas, siempre existe el peligro de que –por codicia o
intención política- alguna vaya a parar en manos equivocadas
para fines perversos. Ojalá se imponga la sensatez y se haga
realidad algún día, pues sería celebrado con un suspiro de
alivio por toda la humanidad.
rpalmi@yahoo.com