La
marejada izquierdista que en los últimos años pareció
capaz de barrer América Latina ha perdido su fuerza y
llega a las playas de la Historia como un aparatoso pero
inofensivo oleaje que los surfistas prefieren para
deslizarse sobre la tabla. En el 2007 veremos el comienzo
de una era dominada por una nueva tendencia que no será ni
la del fanatismo neoliberal de los años noventa ni la del
socialismo desfasado conque megalómanos personalistas como
Chávez han tratado de disfrazar el fascismo esencial de
sus regímenes.
Es una perspectiva estimulante
para quienes tengan la paciencia que exige el curso de la
Historia, aunque desesperante para quienes exigen que los
hechos ocurran al ritmo de sus angustias personales. En el
caso venezolano, hay que entender que en las elecciones de
1998 se produjo una regresión hacia formas primitivas de
gobierno propiciada por un electorado increíblemente
irresponsable. En medio de una borrachera, Venezuela metió
la pata y se fracturó el tobillo. A partir de entonces ha
estado enyesada en cuanto país civilizado y ha tenido que
hacerse delicadas operaciones para empatar los huesos
destrozados. No es serio fijar una fecha o un evento
determinado como el punto a partir del cual volverá a
caminar normalmente, pero no hay duda de que la pierna ya
no será amputada y, aún cojeando, el país retomará sus
pasos después de una merecida purgación por la frivolidad
con que manejó su destino a partir de 1973, cuando los
precios del petróleo le hicieron creer que tenía a Dios
agarrado por la chiva.
Cierto que Venezuela seguirá,
por un buen rato, siendo el enfermo de América, no importa
lo que pase a partir del 3 de diciembre. Si es Rosales, la
reconstrucción del país destruido por una horda salvaje
tomará algunos años de vivir entre escombros. Si es
Chávez, ya no podrá hacer esa revolución que ni él mismo
sabe en qué consiste. Mientras más trate de hacerla más
pronto se derrumbará. Dará tumbos entre uno y otro intento
fallido, atado por la impracticabilidad esencial de su
proyecto y agobiado por la incapacidad incurable de su
entorno -y no importa que cambie ese equipo: un delirante
sólo puede reclutar bobos sin personalidad propia y
oportunistas que se aprovechen de su delirio. En realidad,
su única posibilidad de supervivencia es que renuncie a su
costosa utopía y se incorpore a la tendencia de
socialdemocracia pragmática que representan Chile y
Brasil.
Porque es para morirse de
envidia ver como el resto de América Latina está
reordenando sus vidas y acomodándola a las necesidades de
un desarrollo racional -ese que tiene un ojo puesto en la
macroeconomía y otro en la realidad social. Pero debe
recordarse que todos esos países pagaron hace tiempo el
precio que los venezolanos estamos pagando apenas ahora.
Chile es el mejor ejemplo. En los años setenta los
chilenos tuvieron un comportamiento casi tan estúpido como
el de los venezolanos en los noventa. Lo pagaron con una
espantosa cuan inevitable tiranía militar. Fue una
purgación después de la cual los chilenos han entendido
que la felicidad está en el filo de la navaja, entre el
abismo del capitalismo salvaje y la orgía pueril del
socialismo. En el caso de los venezolanos, hubiera sido
hasta injusto que le fuera bien a un país que primero
enloqueció con el neoliberalismo asumido con furor
religioso y después votó por un teniente coronel de
paracaidistas que le ofrecía el destino de los cubanos.
Estamos en el Purgatorio reservado a los pueblos que no
ponen seriedad y responsabilidad a la hora de elegir
gobernantes.
Otra recuperación digna de
alabanza es la de Panamá. El de Noguera fue un régimen
difícil de creer para su tiempo, un retoño de las más
primitivas tiranías tercermundistas aparecido en el centro
focal del continente. Cómo sería, que nadie protestó
cuando los americanos lo sacaron del poder y se lo
llevaron para enjuiciarlo en Estados Unidos, operación que
en otras circunstancias hubiera sido escandalosa. Los
panameños aprendieron la lección. Ahora tienen un proyecto
nacional, el de optimizar su posición geográfica
substituyendo a Hong Kong en cuanto centro financiero y
comercial del Pacífico, potenciado por su conexión con el
Atlántico. Bailan por un lado con Estados Unidos y por el
otro con la China, atendiendo estrictamente a su interés
nacional. Con Chile, Panamá es el país más prometedor de
América Latina. Ninguno de los dos tiene petróleo, mas sí
muchos barriles de criterio.
Curiosamente, Cuba es otro
país que se enrumbará saludablemente en los próximos años.
De hecho, ese a quien llamo El Asesino de la Lenta Agonía
ha dejado, en la práctica, de gobernarlo, y los sucesores,
jefaturados por su hermano Raúl, ven las cosas de otra
manera. Con tanto dinero como tienen, es natural que
prefieran un régimen capitalista. Tratarán de que la
apertura política sea tan estrecha cuanto convenga a la
hegemonía de sus intereses como dueños de todo el dinero
que hay en Cuba o tienen colocado fuera de ella. Pero,
como bien lo sabían los viejos tiranos al estilo de Juan
Vicente Gómez, a la libertad no se le puede dejar ni un
mínimo resquicio, porque termina abriendo un boquete. Cuba
vivirá pronto en libertad. No por nada a Chávez le
angustia tanto la salud, si así puede llamársela, de Fidel
Castro.
México se mueve también dentro
de su realidad. Ha aprendido a vivir "Lejos de Dios y
cerca de los Estados Unidos". Ya no lo invaden los
gringos, sino que ellos invaden a Gringolandia con una
inatajable penetración de inmigrantes ilegales que se
integran al creciente y ya casi determinante segmento
latino de la población estadounidense. Invasión no sólo
demográfica, sino política, porque los políticos rubios
tienen que adular a los latinos que ya van por un 15% del
electorado. Y económica. Extraño imperialismo pardo que
cada año extrae de la economía americana un precioso
contingente de dólares y los transfiere a la economía
mexicana. Los "manitos" han aprendido a vivir.
Los únicos atolondrados que
vamos quedando somos los venezolanos. Al lado de un
subcontinente cada vez más criterioso lucimos como unos
perfectos loquitos.
Mientras los sandinistas
encuentran la manera de seguir siéndolo sin pelearse con
el mercado americano, nuestro caprichoso gobernante cada
vez que duerme mal -que es casi todas las noches- amenaza
con no venderle más petróleo al único que puede comprarlo.
Brasil supera sus diferencias políticas y estructurales
con la Argentina para integrarse en un mercado en el cual
lleva todas las de ganar, porque Argentina, minada por esa
tuberculosis crónica que es el peronismo, cada vez produce
menos y debe importar más del Brasil. Único enfermo
realmente incurable en este continente, Argentina paga con
el dinero que le presta el irresponsable gobernante
venezolano. Así le ha estado pagando a Estados Unidos. O
sea, que Chávez nos quita el dinero a nosotros para
dárselo a los gringos a través de Argentina. ¿Se dará
cuenta de que está haciendo el papel de bolsa?
Esto es lo que hay por debajo
de las etiquetas. México ha reinvadido las regiones que
Estados Unidos le quitó en el Siglo XIX e incluso ha ido
más allá, expoliando la economía americana cual lo hacían
las viejas potencias coloniales. La Centro América de
Noriega y el sandinismo ahora es una de las regiones
políticamente más serias y económicamente mejor orientadas
del mundo en desarrollo. Colombia hace retroceder la
pobreza de manera tangible y medible -mientras en
Venezuela ha aumentado casi 10% bajo el chavismo. Los
países andinos se sacuden los dogmas neoliberal y
socialista para adoptar modelos pragmáticos que les van
sacando de abajo. Brasil crece y se expande. Argentina
sobrevive con las artes del estafador: sacándole prestado
al bolsa del vecindario. Bolivia, que lamentablemente no
pincha ni corta, es una excepción irrelevante. La
Venezuela chavista sí es una excepción de retroceso y
estupidez. Pero, pase lo que pase el 3D, ya no será Cuba,
de lo cual quizás hablaremos después de las elecciones.