Los que han seguido la carrera de genial director sueco
Ingmar Bergman, daban por sentado que no se vería una nueva
película suya, especialmente en razón de su respetable edad de
87 años. Además, él mismo había dicho, al terminar su laureada
Fanny y Alexander en 1982, que ése sería su último
filme para la pantalla grande, dedicándose luego sólo a dirigir
obras de teatro y algunos unitarios para televisión hasta 2003,
cuando parecía haberse jubilado finalmente.
Pero Bergman nos quiso sorprender con
una obra fílmica de despedida, titulada Saraband,
que ha causado sensación en los teatros mundiales y en la
televisión, y que ha sido aclamada como su última obra maestra,
un verdadero testamento fílmico y su ‘canto de cisne’ antes de
que su salud ya no le permita volver detrás de las cámaras.
Después de todo, ha estado escribiendo y dirigiendo más de medio
centenar de obras desde fines de la segunda guerra mundial,
creando un estilo muy original de hacer cine, aunque directores
como Woody Allen han tratado de imitarlo en una vena más
ligera.
Otra agradable sorpresa es que
Saraband es una secuela de una de sus cintas más
extensas y profundas, Escenas de un matrimonio, y
Bergman ha podido reunir a los mismos actores que la
interpretaron en 1973, Erland Josephson y Liv Ullmann.
Así, hizo algo similar a lo logrado por Claude Lelouch
con su secuela de Un hombre y una mujer, realizada
veinte años después.
Bergman ubica a sus personajes 30 años
después, con Josephson de 81 años y Ullmann de 65, actuando sin
maquillaje como una pareja divorciada –los mismo Johan y
Marianne casados en la anterior obra- que vuelve a encontrarse
en una cabaña para volverse a ver y reexaminar sus vidas.
El ritmo y la ambientación de la cinta
lucen bastante teatrales –como todas las obras de Bergman- ya
que tiene sólo cuatro personajes y muchos parlamentos. Además de
la pareja mencionada, están el hijo (encarnado por el veterano
Borje Ahstedt ) y la nieta de Johan (la deliciosa
Julia Difvenius, una verdadera revelación según los
críticos), y la cinta se vuelve un estudio de sus problemas
vivenciales, como la pertenencia y la soledad, desnudando de
paso sus ambiciones, temores, neurosis y perversiones.
En general la crítica europea ha recibido
generosamente este último ensayo psicológico de Bergman, aunque
algunos dijeran que le falta el vigor de sus primeras obras y
que es demasiado extensa, con dos horas de duración.
Ciertamente, para los que han podido ver las obras maestras de
su período más creativo, Saraband debe lucir menos
atractiva y algo lenta, con sólo cuatro personajes en un
escenario tan limitado, pero los que ven al cine como más que
entretenimiento seguramente apreciarán esta última oportunidad
de ver al maestro en acción, aunque sea para disfrutar
nuevamente de la presencia de actores de la talla de Josephson y
Ullmann.
No hay duda que Bergman es considerado
como uno de los directores más profundos y logrados del cine,
aunque sus obras son para un público limitado y difícilmente han
sido éxitos de taquilla. Pero en su tiempo, Bergman ha sido el
exponente más laureado del cine sueco, logrando en su larga
carrera diez nominaciones al Oscar, como mejor guionista y
director, siempre sin lograr la estatuilla, por lo que la
Academia de Hollywood le concedió un Oscar honorario en 1971, a
manera de premio de consolación, al igual que lo hicieron
también tardíamente con otros genios como Chaplin y Hitchcock.
Pero en otros ámbitos han sido más
apreciativos del talento de Bergman, pues sus filmes lograban
premios por doquier en festivales internacionales, especialmente
en Cannes, Venecia, Berlín y Londres, acumulando globalmente más
de 50 galardones en su distinguida carrera. Y no es para menos,
pues sus obras son casi todas unas joyas de cine puro, la
mayoría en blanco y negro y sin altos presupuestos, pero con
imágenes de gran calidad plástica, actuaciones de primera y
escenas de suspenso psicológico que difícilmente se pueden ver
en obras de otros cineastas. De ahí que su estilo haya quedado
plasmado en la terminología fílmica como el “bergmaniano”.
Así, recordamos con admiración sus
meditaciones metafísicas en El séptimo sello, la
dramática venganza del padre en El manantial de la doncella,
las tensiones entre los personajes en El silencio,
Persona y Cara a Cara, las disquisiciones moralistas
en Vergüenza y Gritos y Susurros, así como el
romance prohibido de
La Pasión de Ana
y las relaciones entre madre e hija en Sonata de otoño.,
En esta última obra logró reunir tanto a la legendaria Ingrid
Bergman (no relacionada con Ingmar) como a la siempre
excelente Liv Ullmann, quien fuera su compañera
sentimental por un tiempo y con quien tuvo una hija, que ya se
desenvuelve como actriz.
La vida familiar de Bergman fue bastante
inquieta, al igual que sus personajes fílmicos y guiones, que en
cierto modo reflejan algunos de sus deseos, temores y culpas.
Bergman se casó cinco veces, enviudando en su primer matrimonio
y divorciándose en sus otros intentos, dejando nueve hijos en
sus relaciones tanto formales como ocasionales, siguiendo tres
de sus vástagos la misma carrera del padre. Además de su
actividad cinematográfica, Bergman siempre ha estado relacionado
con la Academia Real Sueca de Teatro, actividad que lo ha
influenciado mucho en sus filmes, que a veces parecen ‘teatro
filmado’.
Quizás mejor que nada el tema musical de
Saraband caracteriza al tradicional estilo de Bergman,
pues se trata del nombre de una sonata de Bach, tan cautivante y
penetrante como los argumentos de los filmes de este director
sueco, a quien el cine le debe mucho por utilizar al arte
cinematográfico para explorar en profundidad las relaciones
humanas, quizás el tema más complejo a que puede abocarse un
arte audiovisual tan prolijo en temas escape.
rpalmi@yahoo.com
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