Capote
es un relato fílmico sobre una importante creación literaria,
con el actor Philip Seymour Hoffman -en un rol digno de
un Oscar- como el escritor homosexual que revolucionó el
periodismo investigativo con su novela A sangre fría. La
obra fue definida por el mismo Truman Capote como una
novela-reportaje, donde “todo lo que allí se dice es verdad”, en
el mejor estilo periodístico, mientras la película ha
impresionado a la crítica y es un notable documento de
cinema-verité.
La cinta del novel director
Bennett Miller no es una biografía completa de Capote, sino
que retoma su vida poco después de que publicara Desayuno en
Tiffany’s, la fascinante novela sobre una frívola
neoyorquina que vivía en la gran manzana de fiesta en fiesta
para aliviar su soledad, hasta que encontró el amor. De paso, la
novela fue llevada en seguida al cine con la gran Autrey
Hepburn como intérprete, aunque Capote confesó luego que
hubiera preferido a su gran amiga Marilyn Monroe en el
papel de Holly. Ya establecida su valía como escritor con esa
novela, Capote se entera de un brutal asesinato en Holcomb, un
pequeño poblado de Kansas, y propone a la revista New Yorker
que le financien el viaje a la aldea para escribir sobre los
entretelones de la tragedia, donde murieron –de manos de dos
jóvenes errantes y desquiciados-- los cuatro integrantes de la
familia Clutter.
Un descarnado drama humano
Al oler que habría mucho “material de
interés humano” en ese relato periodístico, la revista autoriza
el viaje y empieza toda una odisea para el escritor, al
radicarse en Holcomb por semanas a la vez y entrevistar en cinco
años no sólo a los habitantes de la aldea -especialmente a
vecinos y parientes de las víctimas- sino a los protagonistas
del drama, o sea los detectives que resolvieron el caso y los
mismos asesinos de los Clutter, de nombre Smith y Hickock,
descubiertos en otro estado y llevados prontamente a la justicia
local, donde confiesan su crimen al poco tiempo.
Más allá de un simple ensayo para
revista, Capote ve en el drama un excelente material para una
nueva novela y le promete la exclusiva por episodios al New
Yorker, con tal que le sigan financiando su permanencia en la
pequeña aldea de Holcomb, de apenas 12 mil habitantes. Capote
obtiene permiso para pasar horas con los asesinos, tratando de
averiguar los motivos que tuvieron para asesinar a gente que no
conocían, sin que el robo justificara la crueldad con que
perpetraron el crimen, algo que fue por muchos años material de
estudios psiquiátricos gracias a la novela.
Pasaban los años y Capote viajaba una y
otra vez de la agitada metrópoli neoyorquina a Holcomb, llegando
incluso a entablar amistad con Smith y Hickock. Luego confesaría
a su colega Harper Lee (la famosa autora de Matar un
ruiseñor) que se había enamorado de Perry Smith, acorde con
su abierta tendencia homosexual, de la cual Capote nunca se
avergonzó, al contrario de sus colegas contemporáneos –y amantes
ocasionales- Tennessee Williams y Gore Vidal.
Entonces empieza un verdadero conflicto ético, tanto profesional
como personal, pues aún teniendo casi toda la novela escrita y
revisada, no podía publicarla sin esperar la conclusión del
drama, que seguía en el ámbito judicial por las apelaciones, a
pesar de la sentencia de muerte.
Así, Capote refleja la tensión
psicológica del atribulado escritor, quien a sabiendas de tener
un best seller “caliente” entre manos, encara por meses la
frustración de no tener su desenlace. En ese momento, el autor
llega a desear la muerte de los dos asesinos para ponerle punto
final a su novela, algo que le causó después un enorme complejo
de culpa, que incluso le afectó la salud y lo condujo al
alcoholismo y la droga, y eventualmente a su muerte prematura
antes de cumplir los 60 años.
Víctima de la fama
Finalmente, los asesinos son
ajusticiados y Capote publica primero la novela en cuatro
episodios en el New Yorker, y al término del convenio, la
editorial Ramdom House le publica el libro, que se convierte en
un éxito instantáneo de librería y se venden millones de
ejemplares en decenas de idiomas. Así Capote se vuelve no solo
millonario sino una celebridad que es invitada a programas de
opinión y a todas las fiestas ‘chic’ de Manhattan, donde se
pavonea con su legendaria capa negra y sombrero de ala ancha.
Aún con el paso del tiempo, Capote
nunca se recuperó del trauma personal que significó A sangre
fría y no llegó a escribir mucho –y nada de valor perdurable-
en los años 70 y 80, víctima de su propio éxito literario y
financiero. Sin embargo quedan los vibrantes relatos cortos,
como Música para camaleones, que provocaron la admiración
de críticos y la delicia de los lectores, gracias a su depurada
técnica narrativa, reminiscente de la obra realista de su
maestro Hemingway. Así, tanto su obra maestra como sus vibrantes
cuentos son considerados clásicos de la narrativa norteamericana
y de lectura obligada en clases de literatura y periodismo.
En cuanto al filme, Capote se
suma claramente al grupo de excelentes obras biográficas que
vimos recientemente en la gran pantalla, tales como El
aviador, Ray y Kinsey, ya reseñados en esta columna.
Sobresale en la obra de Miller la meticulosa actuación del actor
Philip Seymour Hoffman (apreciado en Cold Mountain, El
talentoso Sr. Ripley y Perfume de mujer ), quien con
su gran parecido a Capote, lo trae a la vida con sorprendente
habilidad, algo no muy fácil tratándose de un escritor
excéntrico y amanerado. Al igual de lo que sucedió con Capote y
su relación con A sangre Fría, Hoffman sabía que era su
gran oportunidad para sobresalir, por lo que se esmeró al máximo
para que la Academia de Hollywood no lo olvide al escoger los
candidatos del codiciado Oscar.
----------------------------------
Brillantes
citas ‘capotianas’
-“La literatura no es más que
chismografía”
-“El fracaso es el condimento que le da sabor
al éxito”
-“El gran placer de escribir no es el interés
del tema, sino la música interna que hacen las palabras.”
-“No se puede tener muchos amigos, porque
entonces no serían buenos amigos”
-“Ya que raramente se encuentran dos
conversadores inteligentes,
muchas conversaciones son simples monólogos”.
rpalmi@yahoo.com
|