Este
artículo comencé a escribirlo el pasado lunes de carnaval en el
avión que me traía de regreso de Roma. Una corta visita de 3
días, que además de caminar por los principales puntos de
atracción turística de la ciudad eterna, me sirvió para
revisitar una considerable cantidad de vestigios históricos y de
hermosas obras de arte, que inevitablemente lo conducen a uno
hasta los orígenes mismos de la civilización occidental. Roma es
la madre de las naciones, decía Hemingway.
En el
plano meramente metropolitano Roma es hoy mucho más limpia y más
receptiva con los turistas, debido a las múltiples obras que con
motivo del jubileo del año 2000, emprendió la alcaldía de la
ciudad.
Sin
embargo, entre las siete colinas que rodean ésta hermosa
capital, persiste un particular y encantador caos citadino, un
laberíntico quehacer que igualmente padece y desde hace mucho
tiempo la vida política italiana. Un barullo político-electoral,
que no fue impedimento para que en 1999 el gobierno de D’Alema
por una parte regularizara a mas de 250.000 extranjeros y por
otra metiera a Italia dentro de la zona euro. Así como tampoco,
fue impedimento para que Berlusconi ganara las elecciones, a
pesar de estar acusado por diversos casos de corrupción. Pero
para bien o para mal, el sistema italiano le deja al presidente
del Consejo de gobierno, un estrecho margen de maniobra
político, a cambio de un amplio margen de maniobras económicas y
de espacios mediáticos, dos puntos en los que Berlusconi se
conduce como pez en el agua.
Así
mismo, ésta corta visita me permitió seguir de cerca las dos
principales noticias que acaparaban los titulares de la prensa
italiana; la salud del papa y el secuestro en Irak de la
periodista de Il Manifesto, Giuliana Sgrena. Reconozco
que me causó una grata sorpresa constatar, que la cobertura en
cuanto a la suerte que corre la periodista Sgrena, dominaba
ligeramente los titulares tanto de la prensa escrita como de los
noticieros televisivos italianos. Me había hecho erróneamente la
idea, de que el tema noticioso estaría monopolizado por la
cuestión de la salud del papa.
En
ese sentido, inmediatas muestras de solidaridad y llamados para
una pronta liberación de la periodista, fueron hechos no solo
por personalidades del gobierno italiano a través de la cadena
Al Jazeera, sino que con la misma finalidad, a menos de 48 horas
del secuestro de Giuliana, se llevaron a cabo manifestaciones de
calle masivamente concurridas.
Una
realidad y un público diferente al que se encontraba el domingo
a la hora del Angelus, en el Vaticano, específicamente frente a
las cuatro pantallas gigantes ubicadas en la Plaza de San Pedro,
donde se recibía la imagen del Papa emanada desde la ventana del
Hospital Gemelli. Entre los miles de turistas, mayoritariamente
irlandeses, mexicanos y españoles, era notable la presencia de
un gran número de corresponsales de prensa extranjeros. Así
mismo, con motivo de celebrarse ese día en Italia la jornada por
la vida, era especialmente ruidosa la presencia de militantes
del movimiento antiaborto y antifecundación asistida, y
extrañamente en ambos grupos no había una sola mujer. Pero más
extraño aún me resultó el hecho que en el mensaje del papa que
leyera el arzobispo Leonardo Sandri,
no se hizo mención alguna a la periodista
secuestrada.
¿Descuido? ¿Desconocimiento de la actualidad italiana?
En
fin, una sorprendente dejadez por cuanto la misma proviene del
papado mas mediático que ha conocido la historia de la Iglesia.
Pero si estamos hablando de una iglesia que vive con al menos
dos siglos de retraso, no es de extrañar que lo que parece un
descuido comunicacional, sea mas bien la evidencia de la visión
que tiene la iglesia católica en cuanto al puesto que debe
ocupar la mujer en la sociedad actual.
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