¿Y qué esperaban? -
por Aníbal Romero
miércoles,
3 noviembre 2004
Tratemos
de colocar las cosas en perspectiva y con sentido de las
proporciones: La abstención no fue la causa de la debacle
opositora el pasado día domingo. La abstención fue el resultado a
largo plazo de una estrategia errada, concebida y conducida por
una dirigencia de oposición que ha fracasado estruendosamente, y
cuya hora histórica concluyó.
La estrategia de la salida democrática, electoral, pacífica y
constitucional siempre tuvo una falla medular: la revolución
bolivariana destruyó el sentido del voto en Venezuela y nunca
saldrá del poder por esa vía. Ignoro cómo, a la postre, hallará su
fin este régimen, pero podemos estar seguros que, con Hugo Chávez
en la Presidencia, en nuestro país jamás habrán de nuevo
elecciones libres, transparentes, y justas.
Por lo tanto, la dirigencia opositora debió entender su estrategia
como un medio, no como un fin en sí mismo, y asegurarse de que el
curso de los eventos le indicase cuándo cambiar de rumbo, en vista
del peso incontrovertible de la realidad. El punto de inflexión
tuvo lugar con los reparos a las firmas para el Referéndum
Revocatorio. Al admitir los grotescos obstáculos y condiciones
impuestos por el gobierno, y al abandonar al magistrado Martini
Urdaneta, la dirigencia opositora hizo una apuesta suicida. Atinó,
pero no por ello la apuesta dejó de ser suicida. A continuación la
dirigencia opositora se llenó de soberbia, y acabó por aceptar un
Referéndum en circunstancias tan desventajosas, aparte de
ilegales, que lo convertía en la crónica de un fraude anunciado.
El
famoso blindaje no pasó de ser una ilusión más, y nos hundimos en
el abismo arrastrando con nosotros el principio de legalidad.
La consecuencia de la frustración refrendaria era previsible: el
desánimo y la desmovilización de la masa opositora, que de manera
inevitable anunciaba una marcada abstención en los inmediatos
comicios regionales, para los cuales el gobierno volvió a preparar
los engranajes de su ventajismo fraudulento. Mas en lugar de, al
fin, dejar de lado la ruta de las claudicaciones, y plantarse
firmes con una posición principista que condenase una elección
ilegal y torcida, llamando a la abstención generalizada, la
dirigencia opositora volvió a caer en la trampa de los cálculos
inmediatistas, la ambición de cargos, y el intento de manipular al
electorado anti-chavista (con la ayuda de numerosos medios de
comunicación). Luego de lo ocurrido hace tres días, cabe
preguntarles a los que gritan nuevamente, como niños malcriados:
¡fraude !, ¡fraude!; cabe --repito-- preguntarles: ¿y qué
esperaban?
Algunos presuntos "dirigentes" de oposición se han dedicado a
culpabilizar a los abstencionistas, estigmatizándoles con la
misma
ceguera que les llevó a avalar las elecciones regionales . Mas
algo debe quedar claro: la abstención fue y es una posición de
principio
éticamente intachable (frente a este régimen) y políticamente
legítima.
Los que han revelado su pobreza ética y torpeza política son los
pragmáticos de costumbre, que nos han guiado al actual momento de
dolor y derrota.
La dirigencia opositora nos ha empujado al peor de los resultados
posibles: no sólo se perdieron los famosos espacios, sino que
también sacrificamos los principios, legitimamos la elección, y
ahora, para completar el fracaso, el Presidente de la República y
sus seguidores nos dirán, aquí y ante el mundo: "malos
perdedores".
¿Qué hacer? Creo que nos aguarda un largo y duro
camino de reconstrucción de la oposición, que requerirá
perseverancia, apego a los principios, y voluntad de forjar y
transmitir un mensaje de esperanza y renovación nacional, que
compita exitosamente, en otros términos, frente a la demagogia y
el populismo chavistas. Esto tomará tiempo y muchos esfuerzos.
(Nota para Primero Justicia: Me tienen sin cuidado las ofensas que
miembros del partido Primero Justicia han proferido en mi
contra. Creo que algunos de ellos no han madurado y tienen la piel
blanda. Repito lo que he venido diciendo: Deben abandonar las
actitudes basadas en el cálculo cortoplacista, interesarse por las
ideas y la formación política, formular un mensaje distinto,
propagarlo y convencer con él. De lo contrario, no irán más lejos
de los municipios de clase media alta, y no superarán sus rasgos
ajenos al sentir popular mayoritario. Hasta el presente no
encuentro mayor diferencia, en términos sustantivos, entre Primero
Justicia y la Acción Democrática de hoy. Ambos usan los principios
como herramientas útiles, y los descartan a la primera oportunidad
si no parecen servirles).
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