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Postal desde Panamá - por Eli Bravo
jueves, 24 febrero 2005

 

 

Todo eso es lavado de dinero, me dice el ejecutivo de una trasnacional. El ruido de la construcción inunda la terraza mientras una gigantesca grúa amarilla mueve su brazo de un lado a otro. Desde que aterricé en Panamá me ha impresionado la siembra de edificios frente al golfo. No es así, es por la ley, riposta la vicepresidenta de una agencia de publicidad, los proyectos que se iniciaron antes del 2005 gozan de excepciones tributarias.

Cuando se trata de paraísos fiscales y secretos bancarios, Panamá es destino favorito. En el centro hay más agencias bancarias que paradas de autobús: como las ganancias generadas fuera del país no son gravables, mucha gente ve en el istmo una cómoda alternativa off shore. Aparte del canal, la actividad portuaria y el turismo, el manejo de dinero oxigena la economía de la nación.

La moneda de Panamá es, literalmente, el Balboa. Los billetes no existen. Es que somos especiales, me dice un productor de espectáculos, hablamos de balboas pero vivimos en dólares. Desde 1911 los panameños han visto circular libremente los verdes y las monedas con el perfil de Vasco Nuñez de Balboa son iguales en peso y tamaño a las de EE.UU.. La única vez que circuló papel moneda con el rostro del explorador español fue en 1941, cuando el presidente Arnulfo Arias lanzó una emisión que hoy en día es de colección. En ese abrazo asfixiante entre los Estados Unidos y Panamá, si algo ha quedado claro, es que la garra del águila es la mejor divisa.

La historia de Panamá está signada por los dos océanos. Primero fue parte del Virreinato de Perú que sacaba la plata del Potosí rumbo a España por el puerto caribeño de Portobelo. En 1717 pasó a Santa Fe y en 1821 fue anexado a la Gran Colombia. Declaró su independencia en 1903, con la interesada ayuda de los estadounidenses, quienes construyeron el canal después de que los franceses hicieran el amago y mataran 22 mil almas en el intento. Como premio se asignaron derechos de explotación de por vida. Así la Zona del Canal pasó a ser un país dentro de otro, con norteamericanos viviendo en territorio de grama verde y recién cortada, mientras el tercer mundo palpitaba más allá de las rejas. Los alzamientos y presiones llevaron a un acuerdo en 1977 entre Omar Torrijos y Jimmy Carter para entregar el canal en 1999. Los gringos que se quedaron en el istmo se hacen llamar los “zonies”, los que regresaron a EE.UU. jamás sintonizaron con el primer mundo y ahora viven en el trópico, sudando en la única cultura que entienden. Sin armas, son como un batallón de veteranos con sobrepeso.

Quienes ahora parecieran reclamar su territorio son los colombianos. Hay 400 mil en el país, me dice el ejecutivo, y nuestra población es menor a los 3 millones: todos edificios que ves los están construyendo ellos.

Desde la terraza del hotel me resulta difícil saber si Panamá es un canal, un banco o un puerto.  

ebravo@unionradio.com.ve

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