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¿Por qué ganó Bush? - por Luis DE LION
 viernes, 5 noviembre 2004


 
         

 

La miopía y el triunfalismo de los días previos a las elecciones norteamericanas que sin rubor mostraron intelectuales, políticos e influyentes medios tanto norteamericanos como europeos, quienes al parecer nunca leyeron las encuestas; cambió bruscamente una vez consumado el inapelable triunfo de Bush; y la ceguera se convirtió en fatalismo, negación y el anuncio del diluvio inminente. Ni un solo mea culpa, por parte de los que carburan a base de un antibushismo y antiamericanismo del más bajo octanaje.

En fin, pero digamos que en el terreno electoral la culpa de la derrota de Kerry recae sobre una risible y en consecuencia poco efectiva campaña electoral por parte de los demócratas. La tragedia comenzó desde el momento en que su línea de campaña se adhirió por completo a la película Fahrenheit 9/11, un documental nada inquietante, sino altamente risible por la superficial, bufa y marginal puesta en escena, que solo un personaje como Michael Moore es capaz de hacer.

 Dicho esto, queda claro que el partido demócrata de hoy no es el mismo de los tiempos de Franklin Roosevelt, ni de John Kennedy; es evidente que la consigna Anything but Bush, dejaba entrever que los demócratas del 2004 no poseían un proyecto creíble, que sedujera al electorado, luciendo así como un partido incapaz de presentar contra-proposiciones racionales y bien argumentadas, frente a las posiciones de Bush. Los demócratas prefirieron irse por lo mas fácil, es decir, el odio y el rechazo frenético e irracional.

Siguiendo la doctrina de Michael Moore, al comando de campaña demócrata le dio por inflar y maquillar la realidad. En ese sentido dieron por descontado que Ohio representaría una victoria segura para el campo demócrata, por cuanto en dicho estado se acumula un alto índice de desempleados, producto del cierre de empresas siderurgicas y automotrices en los últimos años. Resultado, 51% del voto de los blue collars fue para Bush.

Igualmente los lobbies hispanos, particularmente el de los medios televisivos y sus presentadores estrellas, se prestaron para inflar artificialmente unas estadísticas, que de manera ficticia presentaban al numeroso e importante voto latino, como un voto decididamente demócrata. Resultado, Bush arrasó en los cinco estados donde el voto hispano era determinante.

Así las cosas, es tiempo que cese la falta de seriedad de los demócratas, así como la falta de visión y análisis de intelectuales y de cierta prensa norteamericana.

En ese sentido los demócratas están obligados a jugar un rol muy activo dentro del Congreso norteamericano a fin de detener el avance, de algunos proyectos de leyes ultra conservadoras. Feliz e históricamente, el legislativo norteamericano se ha distinguido por una total y absoluta libertad de conciencia por parte de sus miembros sea cual sea su afiliación política al momento de sancionar leyes. Una característica que no tiene nada que ver con la mayoría de las democracias parlamentarias occidentales donde la cultura partisana se sobrepone a las convicciones.

De parte de los analistas, intelectuales y de cierta prensa, deben dejar de estigmatizar a la llamada América profunda y deben evitar caer en el facilismo de titular que ganó el miedo. El voto que favoreció mayoritariamente a Bush, corresponde al sentimiento y al parecer de un pueblo cuyo orgullo está herido, y la cólera y la sed de justicia es un sentimiento legítimo, que el pueblo norteamericano expresa a través del voto. Más democracia imposible.

Y por último, ¿por qué no creer en que la administración de Bush II, pueda parecerse al segundo mandato de Ronald Reagan? Reagan había encarnado al adversario mas duro del comunismo en el mundo, para luego convertirse en el artesano de la pacificación y del acercamiento con la Unión Soviética de Gorbachov, hasta que cayó el Muro de Berlín. El primer mensaje de Bush II y el anunciado cambio en su gabinete, nos dará luces al respecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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