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Sobre la autocracia
por Pompeyo Márquez
miércoles, 27 septiembre 2006

 

Comencé a escribir en el Semanario ABC unas notas autobiográficas, las inicié a partir del año 1936, hace 70 años, que es cuando ingreso a la Federación de Estudiantes de Venezuela (finales del 36). Ello me ha permitido releer durante largas horas “El Pensamiento Político Venezolano del siglo XX”, esa monumental obra, que junto con el “Pensamiento Político del siglo XIX”, consagra a mi amigo y maestro Ramón J. Velásquez, a quien, justamente, conocí hace 70 años, al igual que a Enrique Tejera Paris. Pero además, estoy leyendo por enésima vez  a otro  fraterno camarada de lucha como lo es Manuel Caballero. Para no hacer tan extensa la consulta que, las más de las veces, me sirven de ayuda memoria de acontecimientos vividos por mí, agrego a “Venezuela, Política y Petróleo” de Rómulo Betancourt y el “López Contreras” de Sanin (Alfredo Tarre Murzi)

La riqueza de enseñanza que se encuentran condensadas en esas obras valdría la pena ser conocida por las nuevas generaciones, y diría por los dirigentes políticos de la actualidad.

Un amigo me llamó para recomendarme que no usara el calificativo de autócrata para Chávez porque eso significaría que muchos chavistas no me leyeran. En los dos tomos consagrados a “El Debate Político de 1936” me encontré de nuevo con el discurso de quién consideré mi padre político, Gustavo Machado, en el Teatro Nacional de Caracas, en 1936, cuando comenzó diciendo “Yo Soy Comunista”. En esas palabras escritas con el cuidado de no “violar” al Inciso Sexto de la CN que prohibía el comunismo, Gustavo, después de explicar la etimología de la palabra Democracia, dice:

“Así, plutocracia significa gobierno de los ricos, autocracia gobierno en que la ley suprema es la voluntad de un hombre...” (t. 14, ob. Cit. p.359)

Precisamente, hoy Venezuela sufre la vergüenza de ser dominada por la voluntad de un hombre, de un autócrata, en una autocracia.

A lo largo de ese debate las palabras autocracia y democracia se conjugan de diferentes maneras. Era un momento cuando se definía el rumbo de Venezuela después de la muerte física de un tirano que desgobernó al país durante 27 años, y si agregamos los 8 años de la dictadura de Cipriano Castro, cumplía 35 años de espaldas a un estado de Derecho, a contrapelo de la civilidad.

Las reivindicaciones de aquella época se centraban, entre otra, en elecciones limpias, en la exigencia de sufragio universal y secreto.  Betancourt recuerda que desde la clandestinidad continuaba ¡...la batalla emprendida, que era la del pueblo venezolano por la conquista de tres grandes objetivos: democracia política, justicia social y liberación económica de la nación” (Venezuela Política y Petróleo, edición 1967, p. 114)

Conclusión: Hoy al igual que hace 70 años la lucha en la cual estamos inmersos, con la firme decisión de coronar con la victoria, persigue la reconstrucción del país, la reconciliación de los venezolanos, darle un piso democrático a la sociedad y asumir una política internacional soberana, que coloque la paz, la convivencia pacífica y la integración como metas irrenunciables. Manuel Rosales, encarna esas exigencias.

 
 
 
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