Comencé
a escribir en el Semanario ABC unas notas autobiográficas,
las inicié a partir del año 1936, hace 70 años, que es
cuando ingreso a la Federación de Estudiantes de Venezuela
(finales del 36). Ello me ha permitido releer durante largas
horas “El Pensamiento Político Venezolano del siglo XX”, esa
monumental obra, que junto con el “Pensamiento Político del
siglo XIX”, consagra a mi amigo y maestro Ramón J.
Velásquez, a quien, justamente, conocí hace 70 años, al
igual que a Enrique Tejera Paris. Pero además, estoy leyendo
por enésima vez a otro fraterno camarada de lucha como lo
es Manuel Caballero. Para no hacer tan extensa la consulta
que, las más de las veces, me sirven de ayuda memoria de
acontecimientos vividos por mí, agrego a “Venezuela,
Política y Petróleo” de Rómulo Betancourt y el “López
Contreras” de Sanin (Alfredo Tarre Murzi)
La riqueza de
enseñanza que se encuentran condensadas en esas obras
valdría la pena ser conocida por las nuevas generaciones, y
diría por los dirigentes políticos de la actualidad.
Un amigo me
llamó para recomendarme que no usara el calificativo de
autócrata para Chávez porque eso significaría que muchos
chavistas no me leyeran. En los dos tomos consagrados a “El
Debate Político de 1936” me encontré de nuevo con el discurso
de quién consideré mi padre político, Gustavo Machado, en el
Teatro Nacional de Caracas, en 1936, cuando comenzó diciendo
“Yo Soy Comunista”. En esas palabras escritas con el cuidado
de no “violar” al Inciso Sexto de la CN que prohibía el
comunismo, Gustavo, después de explicar la etimología de la
palabra Democracia, dice:
“Así,
plutocracia significa gobierno de los ricos, autocracia
gobierno en que la ley suprema es la voluntad de un
hombre...” (t. 14, ob. Cit. p.359)
Precisamente,
hoy Venezuela sufre la vergüenza de ser dominada por la
voluntad de un hombre, de un autócrata, en una autocracia.
A lo largo de
ese debate las palabras autocracia y democracia se conjugan
de diferentes maneras. Era un momento cuando se definía el
rumbo de Venezuela después de la muerte física de un tirano
que desgobernó al país durante 27 años, y si agregamos los 8
años de la dictadura de Cipriano Castro, cumplía 35 años de
espaldas a un estado de Derecho, a contrapelo de la
civilidad.
Las
reivindicaciones de aquella época se centraban, entre otra,
en elecciones limpias, en la exigencia de sufragio universal
y secreto. Betancourt recuerda que desde la clandestinidad
continuaba ¡...la batalla emprendida, que era la del pueblo
venezolano por la conquista de tres grandes objetivos:
democracia política, justicia social y liberación económica
de la nación” (Venezuela Política y Petróleo, edición 1967,
p. 114)
Conclusión:
Hoy al igual que hace 70 años la lucha en
la cual estamos inmersos, con la firme decisión de coronar
con la victoria, persigue la reconstrucción del país, la
reconciliación de los venezolanos, darle un piso democrático
a la sociedad y asumir una política internacional soberana,
que coloque la paz, la convivencia pacífica y la integración
como metas irrenunciables. Manuel Rosales, encarna esas
exigencias.