I
El
lanzamiento de la candidatura unitaria de Manuel Rosales ha
introducido un importante cambio en la situación política.
Renace de nuevo la esperanza. Se presenta una oportunidad
para derrotar a la autocracia, al autoritarismo y al
militarismo. No se trata de una ilusión oposicionista. Se
están dando condiciones para obtener una victoria que impida
el retroceso que está teniendo el país y que continúe una
práctica de gobierno rechazada por más del 70 por ciento de
la población, pero que aún conserva a un autócrata con
determinada relación afectiva con sectores populares dada la
desmedida prédica populista y el descaro en el uso y abuso
de los fondos públicos. Estamos curados de espanto y por eso
nos alejamos de todo sentido triunfalista y colocamos las
cosas en su verdadero terreno. Chávez es derrotable. Y de
eso se trata.
Manuel
Rosales ha entendido su responsabilidad de ser un candidato
de unidad nacional, de allí su apropiado slogan al dirigirse
a los 26 millones de venezolanos. Es esa sola expresión de
un Mensaje de alto contenido patriótico, que busca unir a
TODOS los venezolanos y venezolanas. Es el contraste más
evidente frente al autócrata que se quiere eternizar en el
poder. El autócrata no pierde oportunidad para alimentar los
odios, estimular los resentimientos sociales. Ha tenido la
maldad de dividir a los venezolanos en dos grandes bloques,
como lo observó el filósofo chileno, Fernando Mires, en su
reciente visita a Venezuela. Esa percepción lo llevó a otras
sumamente peligrosas para la convivencia ciudadana: la
presencia de odios, la carencia de diálogo y cómo éste lo
crea el propio gobernante con su agresividad y su lenguaje
soez a través del cual arremete y descalifica a todo el que
no se rinda a su voluntad. Viene a mi memoria una sentencia
de Marx Twain aplicable a Chávez: “Carece del sentido común
necesario para mantener quieta a esa enemiga mortal del ser
humano: su propia lengua”.
II
El país vive
en lo económica y en lo social una situación contradictoria.
No se puede negar que existe un crecimiento económico y unas
políticas hacia los sectores más pobres Todo está basado en
el alto ingreso petrolero y en la recaudación fiscal, que
dota al gobierno de una masa de dinero fabulosa. Pero al
mismo tiempo ese crecimiento no significa un desarrollo
económico-social, no crea empleos, genera más pobreza y
desigualdades. La política del gobierno es alejar
inversiones tanto nacionales como extranjeras, crea una
inseguridad jurídica con sus constantes reglamentaciones que
cercan a la actividad productiva, y ésta se convierte en una
verdadera hazaña. Se destruye al aparato productivo: Lo que
predomina es un pensamiento anticapitalista. Más de doce mil
establecimientos se reducen a menos de seis mil Hay que oír
a Eduardo Tamayo Sigala, presidente de CONINDUSTRIA para
comprender el por qué no se genera empleo.
Las políticas
sociales tienen un sello indeseable: están marcadas por el
sectarismo político, es obligatorio para recibir los
subsidios respectivos colocarse una camiseta roja y asistir
obligatoriamente a los actos del autócrata lo cual anula los
efectos positivos que tales programas tienen. Es una manera
de humillar al ser humano, de degradar su dignidad. Es el
pisoteamiento de valores elementales. Esta práctica no deja
de abrir posibilidades para la “misión agarre, que consiste
en agarrar lo que me den y luego hacer prevalecer mi
conciencia. Más de una sorpresa se puede esperar. Recuerdo
en la época de la dictadura militar de Pérez Jiménez cuando
se abrió un “Libro de Oro” que debía firmarse Recogieron
millones de firmas. En las elecciones para la Constituyente
de 1952 la derrota fue aplastante, había mesas electorales
donde no aparecía ni el voto del testigo del FEI, que era el
aparato electoral del dictador.
En lo
político se quiere extender a esta autocracia con la
reelección indefinida y el partido único. El cinismo de José
Vicente no tiene límites. Como percibió el rechazo que tal
propuesta tuvo en el seno del mismo oficialismo sale a
enmendarle la plana a su Jefe proponiendo que la oposición
“haga también un partido único”. José Vicente estaba muy
callado. Durante las ausencias de Chávez casi ni habló. Es
una anécdota verdadera cuando el autócrata le dijo una vez:
no me interpretes José Vicente. Desde entonces no lo hace.
El autócrata
utiliza unas teclas amedrentadoras y retadoras con el fin de
inducir cierto temor en sectores de la oposición. Dar la
sensación de invencible es una de sus preferidas. Unas veces
le funcionan. Pero, caballero, tienes ocho años haciendo lo
que te viene en gana con el país, con la sociedad
venezolana, con el pueblo. Te tienes que dar cuenta, señor
Chávez, que se está retando al miedo. El domingo 10/9 visité
a Ciudad Sucre. La gente salió a la calle, recordaban
aquella frase tuya: le llegó la hora a Ciudad Sucre.
(situada en el Alto Apure, dominado por las guerrillas y las
bandas armadas que apoyan a Chávez). Con qué coraje
relataban sus problemas y, pare usted de contar, dos de los
asistentes víctimas, ¿ustedes saben de quién?, pues de la
maldita lista Tascón. Hasta allá, hasta lo más recóndito se
utiliza este procedimiento fascista.
Hay que
entender que lo que está en juego el 3 de diciembre no es
poca cosa. El autócrata quiere liquidar los restos de
libertades que en dura lucha hemos logrado mantener. En su
lugar reformar la Constitución y acentuar su autocracia con
el partido único. Se muere por imitar a Fidel. Jefe del
partido, jefe del gobierno, jefe de las fuerzas armadas,
jefe de las finanzas públicas que maneja con presupuestos
paralelos al que teóricamente aprueba una sumisa Asamblea
Nacional; jefe de la enseñanza pública y de la salud
pública. El gran jefe. Que después será bautizado como el
benemérito, al estilo de Juan Vicente Gómez, 27 años en el
poder.
El poder
judicial no existe, es una podredumbre. No lo digo yo. Lo
dice el flemático Carlos Escarrá, el mismo que se declaró
marxista-leninista, en estos primeros años del siglo XXI.
Declaró para el Semanario ABC, No 13 del 13 al 20 de
septiembre lo siguiente:
“A mi cuando
me preguntaron qué hacer con el poder judicial, dije,
convoca a todo el mundo al Poliedro, tranca la puerta y
cuídate de quedarte afuera, lo demás es un proceso de
imaginación, allí no sirve nada” Palabras más, palabras
menos, lo dijo Velázquez Alvaray con respecto a la cabeza de
ese poder podrido cuando llamó a encerrar a los miembro del
Tribunal Supremo de Justicia y ponerles una bomba de tiempo.
Es elemental:
una sociedad no puede vivir sin alzada a quién acudir. Una
sociedad sin justicia, sin ley donde, por supuesto lo que
priva es la ley del más fuerte y la voz del amo ubicada en
Miraflores.
La educación
sufre un retroceso y se le pretende convertir en el
pensamiento único. Esto es otro gran peligro para el futuro
inmediato de Venezuela. Es marchar hacia atrás en plena era
donde lo que predomina es el conocimiento. Ahora se califica
la educación de imperialista. Desde las casas de estudio a
lo largo de nuestra historia ha surgido la rebeldía contra
los regímenes dictatoriales. Ahora se quiere castrar a
nuestros muchachos y muchachas con el “pensamiento del
socialismo del siglo XXI” y convertir a los maestros y
profesores en portavoces de cuanto capricho “histórico” se
le ocurre a “mi comandante”. Las tergiversaciones de hechos
históricos, el uso del nombre y de la obra de nuestro
Libertador Simón Bolívar, de quien se pretende apropiar para
ponerlo a caminar a su voluntad. Al igual que otros
dictadores el uso y abuso de Bolívar forma parte de su
coartada para dominar a grandes masas. El ubicar
correctamente la vida y obra de Simón Bolívar ha sido un
esfuerzo denodado de prestigiosos historiadores, académicos,
como Manuel Caballero, Pino Iturrieta, Germán Carrera Damas,
Inés Quintero, Guillermo Morón entre otros y personalidades
como el expresidente Ramón J. Velásquez. El esfuerzo
realizado para ubicar adecuadamente el devenir histórico es
muy grande y forma parte de las luchas que libramos por la
libertad.
III
Cobrar
conciencia plena del esfuerzo que tenemos que hacer para
derrotar estos intentos totalitarios y militaristas es el
primer paso que debemos asumir y junto con él la convicción
de que estamos en capacidad de vencer, de lograr la
victoria. Una clave determinante es la unidad. A partir de
esta unidad CONSTRUIR UN GRAN ACUERDO NACIONAL cuyos
objetivos están suficientemente claros: derrotar el
continuismo, el militarismo, el totalitarismo, para
reconstruir a Venezuela, reconciliar a los venezolanos y
venezolanas y darle un piso de funcionamiento democrático a
la sociedad, con separación de poderes, elecciones limpias,
sin persecución, sin presos políticos, con plena libertad de
expresión y con el respeto más absoluto a la pluralidad
política y al debate nacional.
Unir cuanto
podamos, unir en este esfuerzo. Saber que todos somos
necesarios, que a cada uno nos corresponderá contribuir a la
victoria desde nuestras modestas posiciones.
Tenemos que
tener fe en la victoria. El proyecto totalitario de Chávez
no tiene porvenir.
La sociedad
venezolana no puede seguir partida en dos pedazos sin
diálogo, sin reglas claras de convivencia.
La
responsabilidad de Manuel Rosales es muy grande. Se debe,
como él lo proclamó, a 26 millones de venezolanos. Ese
ACUERDO NACIONAL es para darle gobernabilidad a su mandato.
Los chilenos, después de 17 años de sangrienta dictadura de
Pinochet, firmaron un Acuerdo por 15 años, que funcionó y se
prolongó con el mandato de la Bachelet. Los españoles
firmaron el Pacto de la Moncloa. En Venezuela no se firmó,
pero en la Junta Patriótica se resumió el anhelo y esperanza
de los venezolanos de vivir en democracia. Después, el Pacto
de Punto Fijo, aun cuando con la mancha de la exclusión,
cumplió en gran parte su razón de ser que no era otra que la
de darle gobernabilidad al país. Así lo dijimos en el Senado
de la República. Lo dicho y escrito, dicho y escrito está.
HOY tenemos
que apelar a nuestras más profundas fibras democráticas y
sin reservas reconocer que en torno a Manuel Rosales debemos
iniciar la construcción de un futuro provisor para los 26
millones de venezolanos.
A votar el 3
de diciembre por Manuel Rosales, por la democracia, por
Venezuela.
ORGANIZAR LA VICTORIA
“El camino democrático hacia la
victoria significa formar políticamente más
personas, organizarlas, movilizarlas. El MAS es
aquello que legitima la victoria, y si bien la
legitimidad puede resultar fortalecida si son
presentados buenos argumentos frente a dificultosos
temas sustanciales, la victoria será rara vez
alcanzada sólo con buenos argumentos” Walzer, citado
por Mires.
|