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Necesidad de un acuerdo nacional
por Pompeyo Márquez
viernes, 15 septiembre 2006

 

I

El lanzamiento de la candidatura unitaria de Manuel Rosales ha introducido un importante cambio en la situación política. Renace de nuevo la esperanza. Se presenta una oportunidad para derrotar a la autocracia, al autoritarismo y al militarismo. No se trata de una ilusión oposicionista. Se están dando condiciones para obtener una victoria que impida el retroceso que está teniendo el país y que continúe una práctica de gobierno rechazada por más del 70 por ciento de la población, pero que aún conserva a un autócrata con determinada relación afectiva con sectores populares dada la desmedida prédica populista y el descaro en el uso y abuso de los fondos públicos. Estamos curados de espanto y por eso nos alejamos de todo sentido triunfalista y colocamos las cosas en su verdadero terreno. Chávez es derrotable. Y de eso se trata.

Manuel Rosales ha entendido su responsabilidad de ser un candidato de unidad nacional, de allí su apropiado slogan al dirigirse a los 26 millones de venezolanos. Es esa sola expresión de un Mensaje de alto contenido patriótico, que busca unir a TODOS los venezolanos y venezolanas. Es el contraste más evidente frente al autócrata que se quiere eternizar en el poder. El autócrata no pierde oportunidad para alimentar los odios, estimular los resentimientos sociales. Ha tenido la maldad de dividir a los venezolanos en dos grandes bloques, como lo observó el filósofo chileno, Fernando Mires, en su reciente visita a Venezuela. Esa percepción lo llevó a otras sumamente peligrosas para la convivencia ciudadana: la presencia de odios, la carencia de diálogo y cómo éste lo crea el propio gobernante con su agresividad y su lenguaje soez a través del cual arremete y descalifica a todo el que no se rinda a su voluntad. Viene a mi memoria una sentencia de Marx Twain aplicable a Chávez: “Carece del sentido común necesario para mantener quieta a esa enemiga mortal del ser humano: su propia lengua”.

II

El país vive en lo económica y en lo social una situación contradictoria. No se puede negar que existe un crecimiento económico y unas políticas hacia los sectores más pobres Todo está basado en el alto ingreso petrolero y en la recaudación fiscal, que dota al gobierno de una masa de dinero fabulosa. Pero al mismo tiempo ese crecimiento no significa un desarrollo económico-social, no crea empleos, genera más pobreza y desigualdades. La política del gobierno es alejar inversiones tanto nacionales como extranjeras, crea una inseguridad jurídica con sus constantes reglamentaciones que cercan a la actividad productiva, y ésta se convierte en una verdadera hazaña. Se destruye al aparato productivo: Lo que predomina es un pensamiento anticapitalista. Más de doce mil establecimientos se reducen a menos de seis mil Hay que oír a Eduardo Tamayo Sigala, presidente de CONINDUSTRIA para comprender el por qué no se genera empleo.

Las políticas sociales tienen un sello indeseable: están marcadas por el sectarismo político, es obligatorio para recibir los subsidios respectivos colocarse una camiseta roja y asistir obligatoriamente a los actos del autócrata lo cual anula los efectos positivos que tales programas tienen. Es una manera de humillar al ser humano, de degradar su dignidad. Es el pisoteamiento de valores elementales. Esta práctica no deja de abrir posibilidades para la “misión agarre, que consiste en agarrar lo que me den y luego hacer prevalecer mi conciencia. Más de una sorpresa se puede esperar. Recuerdo en la época de la dictadura militar de Pérez Jiménez cuando se abrió un “Libro de Oro” que debía firmarse Recogieron millones de firmas. En las elecciones para la Constituyente de 1952 la derrota fue aplastante, había mesas electorales donde no aparecía ni el voto del testigo del FEI, que era el aparato electoral del dictador.

En lo político se quiere extender a esta autocracia con la reelección indefinida y el partido único. El cinismo de José Vicente no tiene límites. Como percibió el rechazo que tal propuesta tuvo en el seno del mismo oficialismo sale a enmendarle la plana a su Jefe proponiendo que la oposición “haga también un partido único”. José Vicente estaba muy callado. Durante las ausencias de Chávez casi ni habló. Es una anécdota verdadera cuando el autócrata le dijo una vez: no me interpretes José Vicente. Desde entonces no lo hace.

El autócrata utiliza unas teclas amedrentadoras y retadoras con el fin de inducir cierto temor en sectores de la oposición. Dar la sensación de invencible es una de sus preferidas. Unas veces le funcionan. Pero, caballero, tienes ocho años haciendo lo que te viene en gana con el país, con la sociedad venezolana, con el pueblo. Te tienes que dar cuenta, señor Chávez, que se está retando al miedo. El domingo 10/9 visité a Ciudad Sucre. La gente salió a la calle, recordaban aquella frase tuya: le llegó la hora a Ciudad Sucre. (situada en el Alto Apure, dominado por las guerrillas y las bandas armadas que apoyan a Chávez). Con qué coraje relataban sus problemas y, pare usted de contar, dos de los asistentes víctimas, ¿ustedes saben de quién?, pues de la maldita lista Tascón. Hasta allá, hasta lo más recóndito se utiliza este procedimiento fascista.

Hay que entender que lo que está en juego el 3 de diciembre no es poca cosa. El autócrata quiere liquidar los restos de libertades que en dura lucha hemos logrado mantener. En su lugar reformar la Constitución y acentuar su autocracia con el partido único. Se muere por imitar a Fidel. Jefe del partido, jefe del gobierno, jefe de las fuerzas armadas, jefe de las finanzas públicas que maneja con presupuestos paralelos al que teóricamente aprueba una sumisa Asamblea Nacional; jefe de la enseñanza pública y de la salud pública. El gran jefe. Que después será bautizado como el benemérito, al estilo de Juan Vicente Gómez, 27 años en el poder.

El poder judicial no existe, es una podredumbre. No lo digo yo. Lo dice el flemático Carlos Escarrá, el mismo que se declaró marxista-leninista, en estos primeros años del siglo XXI. Declaró para el Semanario ABC, No 13 del 13 al 20 de septiembre lo siguiente:

“A mi cuando me preguntaron qué hacer con el poder judicial, dije, convoca a todo el mundo al Poliedro, tranca la puerta y cuídate de quedarte afuera, lo demás es un proceso de imaginación, allí no sirve nada” Palabras más, palabras menos, lo dijo Velázquez Alvaray con respecto a la cabeza de ese poder podrido cuando llamó a encerrar a los miembro del Tribunal Supremo de Justicia y ponerles una bomba de tiempo.

Es elemental: una sociedad no puede vivir sin alzada a quién acudir. Una sociedad sin justicia, sin ley donde, por supuesto lo que priva es la ley del más fuerte y la voz del amo ubicada en Miraflores.

La educación sufre un retroceso y se le pretende convertir en el pensamiento único. Esto es otro gran peligro para el futuro inmediato de Venezuela. Es marchar hacia atrás en plena era donde lo que predomina es el conocimiento. Ahora se califica la educación de imperialista. Desde las casas de estudio a lo largo de nuestra historia ha surgido la rebeldía contra los regímenes dictatoriales. Ahora se quiere castrar a nuestros muchachos y muchachas con el “pensamiento del socialismo del siglo XXI” y convertir a los maestros y profesores en portavoces de cuanto capricho “histórico” se le ocurre a “mi comandante”. Las tergiversaciones de hechos históricos, el uso del nombre y de la obra de nuestro Libertador Simón Bolívar, de quien se pretende apropiar para ponerlo a caminar a su voluntad. Al igual que otros dictadores el uso y abuso de Bolívar forma parte de su coartada para dominar a grandes masas. El ubicar correctamente la vida y obra de Simón Bolívar ha sido un esfuerzo denodado de prestigiosos historiadores, académicos, como Manuel Caballero, Pino Iturrieta, Germán Carrera Damas, Inés Quintero, Guillermo Morón entre otros y personalidades como el expresidente Ramón J. Velásquez. El esfuerzo realizado para ubicar adecuadamente el devenir histórico es muy grande y forma parte de las luchas que libramos por la libertad.

III

Cobrar conciencia plena del esfuerzo que tenemos que hacer para derrotar estos intentos totalitarios y militaristas es el primer paso que debemos asumir y junto con él la convicción de que estamos en capacidad de vencer, de lograr la victoria. Una clave determinante es la unidad. A partir de esta unidad CONSTRUIR UN GRAN ACUERDO NACIONAL cuyos objetivos están suficientemente claros: derrotar el continuismo, el militarismo, el totalitarismo, para reconstruir a Venezuela, reconciliar a los venezolanos y venezolanas y darle un piso de funcionamiento democrático a la sociedad, con separación de poderes, elecciones limpias, sin persecución, sin presos políticos, con plena libertad de expresión y con el respeto más absoluto a la pluralidad política y al debate nacional.

Unir cuanto podamos, unir en este esfuerzo. Saber que todos somos necesarios, que a cada uno nos corresponderá contribuir a la victoria desde nuestras modestas posiciones.

Tenemos que tener fe en la victoria. El proyecto totalitario de Chávez no tiene porvenir.

La sociedad venezolana no puede seguir partida en dos pedazos sin diálogo, sin reglas claras de convivencia.

La responsabilidad de Manuel Rosales es muy grande. Se debe, como él lo proclamó, a 26 millones de venezolanos. Ese ACUERDO NACIONAL es para darle gobernabilidad a su mandato. Los chilenos, después de 17 años de sangrienta dictadura de Pinochet, firmaron un Acuerdo por 15 años, que funcionó y se prolongó con el mandato de la Bachelet. Los españoles firmaron el Pacto de la Moncloa. En Venezuela no se firmó, pero en la Junta Patriótica se resumió el anhelo y esperanza de los venezolanos de vivir en democracia. Después, el Pacto de Punto Fijo, aun cuando con la mancha de la exclusión, cumplió en gran parte su razón de ser que no era otra que la de darle gobernabilidad al país. Así lo dijimos en el Senado de la República. Lo dicho y escrito, dicho y escrito está.

HOY tenemos que apelar a nuestras más profundas fibras democráticas y sin reservas reconocer que en torno a Manuel Rosales debemos iniciar la construcción de un futuro provisor para los 26 millones de venezolanos.

A votar el 3 de diciembre por Manuel Rosales, por la democracia, por Venezuela. 

ORGANIZAR LA VICTORIA

“El camino democrático hacia la victoria significa formar políticamente más personas, organizarlas, movilizarlas. El MAS es aquello que legitima la victoria, y si bien la legitimidad puede resultar fortalecida si son presentados buenos argumentos frente a dificultosos temas sustanciales, la victoria será rara vez alcanzada sólo con buenos argumentos” Walzer, citado por Mires.

 
 
 
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