Desde
hace unas semanas, algunos altos oficiales venezolanos, así como
voceros del alto gobierno han venido lanzándole a la opinión
pública el tema de la “guerra asimétrica” y hasta el muy serio
general retirado Alberto Müller Rojas ha dicho que estamos
listos para dicha guerra.
El
tema de la guerra asimétrica no es fácil de explicar y muchos
menos de entender cuando el mismo es expuesto desde un prisma
ideológico que reduce el concepto a una confrontación pura y
simplemente entre potencias occidentales y países pobres.
La
finalidad de la asimetría radica en convertir la superioridad
del adversario en debilidad, dice el experto Jacques Baud, y en
la guerra asimétrica – continua Baud – los objetivos
estratégicos son de naturaleza inmaterial, es decir, que el
objetivo primordial es influenciar antes que conquistar.
De mi
parte, debo en gran medida mi incipiente interés por los temas
estratégicos, así como al análisis del desarrollo internacional
y a la reflexión prospectiva, al propio general Müller Rojas,
por cuanto a principios de los 90, fui uno de sus pocos alumnos
civiles que cursaba Geopolítica, una de las materias que Müller
Rojas dictaba dentro de la especialización en derecho y política
internacionales en la UCV; por cierto que varios de mis
compañeros de aula de aquél entonces son hoy próceres de la
revolución bolivariana.
La
guerra es un camaleón, decía Clausewitz; y la realidad no se
queda atrás, hace apenas 30 años la guerra fría ocupaba todos
los análisis estratégicos y a partir de septiembre del 2001 el
orden mundial entró de lleno en un conflicto asimétrico, que
echó por tierra los principios clásicos del propio Clausewitz.
Pero
a decir de los teóricos de la guerra asimétrica, ésta nació
mucho antes, de las entrañas mismas de la lucha antioccidental,
inspirada a su vez en la guerra indirecta de Sun-Tzu; ideas
todas que se diseminaron tras la multidifusión que hiciera la
URSS del libro el arte de la guerra de Sun-Tzu, a lo largo y
ancho de las naciones satélites soviéticas.
De
las ruinas del ground zero en New York, han resurgido las viudas
de la guerra fría, disfrazadas de oráculos de la guerra
asimétrica, los cuales a través de continuos y errados análisis
no dejan sino entrever la inmensa tristeza y desolación
ideológica que les causó el fin de la guerra fría. Analistas,
intelectuales, ex presidentes, ex ministros, periodistas y otros
hacedores de opinión han venido apostando por el fracaso de la
guerra en Afganistán, por el desengaño de la coalición en Irak,
arriesgaron tesis según las cuales Saddam Hussein sería el
paladín no de la madre de todas las batallas, sino el prócer que
nacería de la victoria iraquí en la madre de todas las guerras
asimétricas; todavía no digieren la conversión de Khadafi;
dudaron del espíritu democrático del martirizado pueblo
palestino, se jugaron a Rosalinda y toda su familia en favor de
la derrota electoral de Bush y echaron el resto convencidos de
que Al Zarqaoui ganaría las recientes elecciones iraquíes, así
como consideran un espejismo el último acuerdo de paz firmado en
Sharm al Sheij entre Israelíes y Palestinos.
Hasta
aquí el balance de los catedráticos vendedores de las bondades
de la guerra asimétrica deja mucho que desear. El fardo de
evidencias en contra del análisis y la prospectiva de los
profetas del desastre, no es más que una chatarra ideológica.
Ahora
bien, resulta que al norte de América del Sur está surgiendo un sultanato bolivariano experto en comprar chatarra ideológica.
Dichos desechos filosóficos de consumo exclusivamente
tercermundista, llegan a las manos de estos sultanes caribeños a
través de una red organizada de monaguillos los cuales laboran
en diversos medios internacionales, incluidos norteamericanos,
intelectualmente mohosos, pero que sin embargo han sido capaces
de imponer, al mundo entero, su propia versión de los
acontecimientos internacionales derivados de sus miopes lecturas
del nuevo orden mundial. Dicha experticia seduce a muchos
generales bolivarianos, los cuales rápidamente comprendieron que
la desinformación sigue siendo una poderosa arma de guerra. Y en
ese sentido, y ante el fracaso de la administración Chávez y su
debilitamiento endógeno – es decir que el mismo, no se debe al
avance de una firme fuerza opositora – un grupo de generales
activos, entre otros militares de menor graduación, ante el
temor de perder sus recientemente adquiridas fincas, sus
camionetas blindadas y demás dotes, han decidido unirse a la
comparsa suicida del comandante Chávez que persigue provocar un
conflicto bélico y obviamente asimétrico contra los Estados
Unidos.
Del
profesor Müller Rojas, de quien vale decir que no entra ni hoy,
ni antes en el podrido y numeroso grupo de generales corruptos,
sino en el selecto y reducido grupo de generales de carrera
intachable y de competencias intelectuales reconocidas; recuerdo
que en los 90 declaró refiriéndose a un importante diputado
adeco, que éste solo leía la Gaceta Hípica, lo cual a decir de
las reflexiones del diputado en cuestión, corroboraba lo dicho
por Müller Rojas. Pero con todo el respeto que se merece el
general Müller Rojas me atrevo hoy a sugerirle que no lea
tanto Le Monde Diplomatique.

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