“Debería haber habido unos cuantos fusilamientos al
comienzo pero es otra cosa.”
Hay
hombres antológicos, individuos que independientemente a
nuestros sentimientos e ideologías se les debe atribuir un
peso específico en los acontecimientos políticos de su época
y no cabe duda que Ernesto Guevara de la Serna, es uno de
ellos.
Pero tales características
no deben ser fundamento para generar imágenes públicas que
no se corresponden con la realidad. Guevara representa todo
lo contrario a nuestros valores de libertad y respeto a la
dignidad humana.
En varios de sus escritos, cartas y diario de
vida, afirmaba que entre los sectores culpables de la
derrota de Jacobo Arbenz estaban la iglesia católica y la
prensa reaccionaria. Los calificó como sectores
problemáticos que requerían una atención especial para que
las futuras revoluciones socialistas en otros países no
padecieran los problemas que afrontaba el gobierno de
Guatemala.
Estando en México, no asilado, ya que
después que buscó refugio en la embajada de sus país en la
capital guatemalteca salió sin problemas de la misma y
permaneció por varios días en la ciudad, le escribió una
carta a su amiga Tita Infante: en la que refería
textualmente.: “Los periódicos de Las Américas publicaban
mentiras. Ante todo, no hubo asesinato ni nada que se le
parezca. Debería haber habido unos cuantos fusilamientos al
comienzo pero es otra cosa. Si se hubieran producido esos
fusilamientos, el gobierno hubiera conservado la posibilidad
de devolver el golpe.”. Apuntamos que Guevara firmó más
de una carta con el seudónimo, Stalin II, ¿por que?.
Fusilar,
matar, es una pasión que pondría en práctica en Cuba. El 22
de enero de 1957, después del encuentro de “Llanos del
Infierno”, escribe en su diario de campaña, sin ningún tipo
de conmiseración por el hombre que había acabado de matar.
“Tiré a rumbo la primera vez y fallé, el segundo disparo
dio de lleno en el pecho del hombre que cayó dejando su
fusil clavado en la tierra por la bayoneta. Cubierto por el
guajiro Crespo, llegué a la casa donde pude observar el
cadáver y le quité sus balas, su fusil y algunas otras
pertenencias. El hombre había recibido un balazo en medio
del pecho que debió haber partido el corazón y su muerte fue
instantánea; ya presentaba los primeros síntomas de la
rigidez cadavérica debido quizás al cansancio de la última
jornada que había rendido”.
De lo mucho que hemos leído de y sobre
Guevara, se podría concluir que era “el no más allá” de las
virtudes y capacidades, por supuesto, después de Fidel
Castro. Años más tarde, en el exilio, vi un absurdo
cinematográfico en el que el gobernante cubano era una
especie de peón en el juego del Gran Maestro argentino. El
documental llega a afirmar que el triunfo de la insurrección
contra la dictadura de Fulgencio Batista era producto de la
capacidad de dirección y acción del publicitado “Che”.
Realmente
no hay otra cosa más disparatada que estas dos versiones.
Ernesto Guevara era un individuo audaz, disciplinado e
inteligente pero le faltaba la plasticidad y creatividad de
un verdadero conductor. A esto se suma un carácter cruel,
despótico e irreverente y una total intolerancia hacia
aquellos que fueran adversarios de sus postulados. No
tenía, su primer fracaso en el Congo lo indica, y el
desastre que protagonizó en Bolivia lo confirma, capacidad
para el primer mando, fue sin duda alguna para la subversión
totalitaria un excelente teniente, pero nunca un capitán.
Sin embargo, no cabe duda que se encontraba entre los
principales colaboradores de Castro y que fue tal vez el
que más influyó en el derrotero final de la Revolución
triunfante. Sus ideas políticas eran claramente marxistas,
aunque se discuta si militaba en algún partido comunista. En
un discurso a menos de un mes del triunfo insurreccional
manifestó que había que construir una “Democracia Armada”,
frase de Lenin, y exhortó antes que Fidel Castro a una
revolución continental, expresó: “Esta revolución no está
limitada a la nación cubana; sea éste el primer paso hacia
la victoria de América”.
Su ventaja,
indudablemente, era que sabía lo que quería en un universo
de dirigentes sin preparación política que se encontraban
sometidos a la seducción carismática de un líder oportunista
que asumía la ideología que le posibilitara un poder
absoluto y de por vida.
Guevara
estaba identificado con el marxismo más ortodoxo. Fue el
primer dirigente de la Revolución, 1960, que planteó la
posibilidad de que el proceso asumiese como propias las
ideas de Carlos Marx y el primero también en abogar por las
más estrechas relaciones con los países del campo
socialista. Recordemos que fue el artífice del primer
convenio comercial entre Cuba y La Unión Soviética. Este
acuerdo comprometía al Kremlin a comprar un millón de
toneladas de azúcar a La Habana, y Cuba aceptaba asociarse
a la política de “coexistencia pacifica” de Moscú. Este
capitulo se puede considerar el principio del fin de la
independencia política del proceso revolucionario cubano, y
aunque años más tarde en cierta medida cuestionaría la
supuesta solidaridad soviética y criticase las estrechas
relaciones entre los dos países, fue el principal impulsor
de una asociación que resultó nefasta para ambos pueblos.
Su
soberbia, su iluminismo, su desprecio a todo lo que no se
ajustara a su voluntad, más que un supuesto sentido de la
justicia, que no le caracterizaba, le impulsó en 1965 a
criticar durante su visita a Argel, Argelia, la tan
proclamada solidaridad soviética acusando a ese país de ser
en cierta medida cómplice del imperialismo.
Ernesto
Guevara desde su elevada posición de comandante de la
Revolución y desde los diversos cargos que ocupó en sus casi
siete años de poder político en Cuba: ejecutivo del
Instituto Nacional de Reforma Agraria, presidente del Banco
Nacional de Cuba, directivo de la Junta Central de
Planificación, Ministro de Industrias y otras importantes
funciones, fue uno de los personajes claves en el
enrumbamiento de la economía de la isla hacia la
estatización a un ritmo, que según especialistas, no tuvo
paralelo en los primeros años de la revolución soviética, o
en la China de Mao.
Entre el 6
de agosto al 25 de octubre de 1960 ordenó la estatización de
todas las empresas estadounidenses que operaban en Cuba, un
capital aproximado de mil quinientos millones de dólares;
pero también estatizó 382 compañías de capital cubano. Tan
vertiginoso fue el proceso que el marxista Rene Dumont le
criticó porque consideraba que era peligroso para la
economía un ritmo tan vertiginoso de expropiación y control
de los medios de producción, agregando que en la isla se
había hecho en un año lo que Mao Tse Tung había realizado en
siete.
La
gerencia de la economía cubana por parte de Guevara resultó
en fracaso. La producción cayó vertiginosamente y la
productividad disminuyó a niveles sin precedentes. La
irreverencia, por calificarlo de alguna manera de este
personaje, llegó al extremo de firmar con su sobrenombre
“Che” los billetes que se emitieron en Cuba durante su
presidencia del Banco Nacional. Desaparecieron los controles
económicos en el país y la calidad de los servicios se
derrumbó. El llamado estímulo moral al trabajador no motivó
un mejor desempeño laboral sino que generó una indisciplina
de trabajo que se ha acentuado con los años.
El trabajo
voluntario en el plano económico resultó un derroche. Una
practica política oportuna y conveniente para instaurar el
totalitarismo y vencer la resistencia del ciudadano, pero en
lo que a logros económicos respecta fue otro fiasco. El
control de la economía por parte de administradores públicos
fue en Cuba una catástrofe, al igual que en los otros países
donde había sido implantado.
Ernesto
Guevara también se equivocó en la gestación del llamado
hombre nuevo. Su intento por transformar la conciencia del
individuo y su conducta se aprecia a plenitud en esa gran
cantidad de hombres y mujeres jóvenes que salen al exterior
en procura de una vida diferente. En esta corriente
migratoria se destacan hijos de muchos de los dirigentes de
la Revolución que creen en la libertad, en la economía
independiente y en el derecho a elegir el tipo de vida que
les plazca. Personas que rechazan el modelo económico y
político vigente en Cuba.
Es de creer
que si Guevara estuviese vivo sería uno de los disidentes
más renuentes de lo que denominamos en el presente
Castrismo. No porque estuviera a favor de más libertades
sino porque el gobierno de La Habana para sobrevivir ha
abandonado en cierta medida la ortodoxia guevarista. Ya en
la década del 60, cuando apreció que la Revolución dejaba el
lirismo guerrillero y la improvisación era sustituida por
sistemas y métodos, que aunque demostraron ser ineficientes
impedían el voluntarismo en la gestión económica y
política, mostró públicamente su disgusto.
Afirmamos que el desaparecido guerrillero
sintetiza todo lo opuesto a los valores que denominamos
cristianos porque en julio de 1960, durante un congreso de
juventudes latinoamericanas que se celebró en Cuba,
manifestó: “La
moderación es otra de las palabras que
les gusta usar a los agentes de la colonia, son moderados,
todos los que tienen miedo o todos los que piensan
traicionar de alguna forma. El pueblo no es de ninguna
manera moderado”
a esta crítica al consenso, al entendimiento de partes en
disputa agregó, “Nosotros, los miembros de la
Revolución cubana, que somos el pueblo entero de Cuba,
llamamos amigos a nuestros amigos y enemigos a nuestros
enemigos, y no admitimos términos medios: o se es amigo, o
se es enemigo..................Y ese pueblo que hoy está
ante ustedes, les dice que, aún cuando debiera desaparecer
de la faz de la tierra porque se desatara a causa de él, una
contienda atómica, y fuera su primer blanco; aun cuando
desapareciera total mente esta Isla y sus habitantes,
se consideraría completamente feliz, y
completamente logrado, si cada uno de ustedes al llegar a
sus tierras es capaz de decir: Aquí estamos. La palabra nos
viene húmeda de los bosques cubanos. Hemos subido a la
Sierra Maestra, y hemos conocido a la aurora, y tenemos
nuestra mente y nuestras manos llenas de la semilla de la
aurora, y estamos dispuestos a sembrarla en esta tierra y a
defenderla para que fructifique."
Este discurso dirigido a más de 900
estudiantes de nuestro hemisferio, un verdadero canto a la
muerte y la destrucción, tuvo lugar en el marco de
declaraciones del premier soviético Nikita Jruschov en las
que manifestó que la otrora potencia mundial defendería a la
Revolución Cubana a como diese lugar.
Ernesto
Guevara demostró ser un ferviente defensor de la violencia
en la que tampoco cosechó triunfos, porque su extremismo y
rigidez de pensamiento le impedían aprender de los errores y
rectificar en los empeños. Le faltaba el sentido de la
oportunidad que caracteriza a su mentor, Fidel Castro.
El modesto
rol que cumplió en la Guatemala de Jacobo Arbenz, la
sobredimensionada invasión a Occidente y la toma de Santa
Clara, incluyendo la ocupación del tren blindado, forman
parte de la fantasiosa épica guerrillera que ha
caracterizado a la insurrección cubana, otro mito sólo
comparable al que adorna a Ernesto Guevara, que a los
casi 40 años de su muerte es mas referencia comercial y
mediática que referente ideológico o político.
Fuentes.
Ernesto Che Guevara, Mito y Realidad.
Enrique Ros.
Pasajes de la Guerra Revolucionaria. Ernesto Che Guevara.
Che. Jon Lee Anderson.
Documentos, cartas, discursos y ensayos de Ernesto Guevara.
* |
Pedro Corzo, es
periodista y presidente del Instituto de la Memoria
Histórica Cubana contra el Totalitarismo, que tiene en
producción, con la direccción del cineasta Luis Guardia,
un documental sobre Ernesto Guevara. |
|