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El Papel de su Vida 
por Eli Bravo
jueves, 12 mayo 2005

 

                 En algún lugar del mundo hay un papel sin actor que sepa representarlo. Un papel grandioso que nos pide que seamos nosotros quienes actuemos y le demos vida”. Con esta frase del egipcio Gamal-Abdal Nasser tomada de su Filosofía de la Revolución, Hugo Chávez cerró su intervención en la cumbre árabe-suramericana de Brasilia. Segundos antes había dicho “siempre me he sentido nasserista ¡Como me hubiese gustado estar a las órdenes del general Nasser!”

            Tiene razón Teodoro Petkoff. Chávez es Zelig, y como el personaje de Woody Allen, cada una de sus performances actorales esta conciente, deliberada y estrechamente al servicio de un indisimulado objetivo político.

            En una cumbre económica y cultural que derivó en tribuna antinorteamericana, Chávez no podía dejar de arroparse con las palabras de Nassser. El padre del nacionalismo árabe fue el propulsor de un experimento socialista que tuvo su origen en 1952, cuando una revolución liderada por oficiales del ejército acabó con la monarquía del Rey Farouk y la presencia inglesa en Egipto. Orador de verbo encendido, Nasser se convirtió en la voz del tercer mundo y le devolvió el orgullo árabe a una región que sufría los embates del colonialismo y sus propios conflictos internos. Al frente del Grupo de Países No Alineados atacó duramente a occidente. Batiéndose ante Francia e Inglaterra nacionalizó el Canal de Suez. Con ayuda soviética logró domar el Nilo al construir la represa de Aswan y en su sueño panarábico unió a Egipto con Siria en 1958 para crear la República Árabe Unida.

            También fue un autócrata carismático que contagió de espíritu revolucionario a la región. Como escribió el historiador Sameh al-Qaranshawi en el diario egipcio Al Hayat “el liderazgo de Nasser infectó el nacionalismo árabe con el germen del autoritarismo, una enfermedad que ha sufrido desde entonces”. El historiador inglés Paul Johnson es más lapidario. En su libro Tiempos Modernos dice que Nasser era “aficionado a las palabras pero no mucho más que eso...su especialidad particular era la manipulación de las multitudes. Su airosa retórica calaba bien, especialmente en los estudiantes”.

            Para los árabes, Nasser fue uno de los líderes más importantes del siglo XX. Tal era su popularidad que después de la derrota egipcia ante Israel en 1967 renunció avergonzado y la multitud lo aclamó y lo mantuvo en el poder hasta 1970. Sus sucesores, Sadat y Mubarak, han sabido honrar la revolución liberadora manteniendo distancia de sus políticas socialistas.

            Chávez no oculta sus intenciones. Es nasserista, guevarista, maoísta, tupacamaruista, lo que sea con tal de lograr su sueño: el hombre que actúe ese gran papel de la lucha anti-imperial y se convierta en el líder los pobres y los oprimidos. Es su estilo, mirar el futuro viendo al pasado.

            Un tropezón suyo bastará para estrellarnos.

ebravo@unionradio.com.ve

 
 
 
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