La
situación de Venezuela se agrava minuto a minuto. Al fraude
espantoso en que se ha convertido todo el sistema judicial,
se une el fraude continuado, de ejecución progresiva, que
nuevamente adelanta el “poder” electoral con relación a las
elecciones parlamentarias. Está a la vista. Proclamado por
muchos, aceptado oportunistamente por otros tantos pero, a
Dios gracias, rechazado por la inmensa mayoría de un pueblo
que se niega a participar en la farsa. Es mentira que el
país esté dividido por mitades entre quienes van a votar y
quienes se niegan a hacerlo.
El problema es de elites. Igual que con lo económico y
lo social, es por arriba donde los intereses creados privan
sobre lo nacional, la ética y lo moralmente aceptable.
Siempre hay excepciones en esos mundos, pero el pueblo está
unido. El ciudadano común, chavista y no chavista, está
harto de cuanto ve, de cuanto oye y de cuanto ha sufrido
hasta ahora. Será protagonista del final de una tragedia a
punto de iniciar el octavo año de desarrollo. Se niega a
continuar como instrumento dócil de la barbarie que nos
gobierna y de unos liderazgos opositores muy por debajo de
las exigencias.
El pueblo
venezolano no votará el próximo 4-D. Tiene razón. Fracasarán
quienes pretenden debilitar su voluntad con chantajes
argumentales que, en definitiva, solo sirven para legitimar
la voluntad del régimen de permanecer hasta que le de la
gana al señor Chávez. Ocho de cada diez venezolanos
consideran que este proceso es probadamente
inconstitucional, probadamente ilegal y probadamente
fraudulento. Más y mejor de lo iniciado el 15-A del año
pasado con el referéndum revocatorio, continuado en los dos
últimos procesos. No confía ni en el Consejo Nacional
Electoral, inconstitucionalmente designado e integrado, ni
en un régimen ineficiente y corrupto, ventajista y violador
de elementales derechos y garantías de la gente.
El pueblo desconocerá, como lo ordena la Carta Magna,
la convocatoria, las normas que ha dictado para perfeccionar
el fraude y, por supuesto, los resultados que en estas
condiciones se anuncien. Lamentablemente, buena parte de la
dirección de los partidos supuestamente opositores, no han
sabido, o no han querido, leer la voluntad popular
claramente determinable. Luchan por espacios menguados para
sobrevivir en medio de la crisis olvidando la verdadera
razón de ser de políticos y partidos. Unos diputados más o
menos, unos votantes más o menos, no cambiarán la ecuación
de poder existente. Pero si demostrarán muchas cosas al
mundo y a nosotros mismos.
No participar en este viciado proceso, es la mejor y
más extraordinaria forma de hacer, de acabar con el mito de
la popularidad del señor Chávez y la capacidad de
convocatoria del régimen y de los partidos postulantes. Este
pueblo tiene la cara limpia y los ojos bien claros. Que el
chavismo convoque a votar. Quienes lo rechazan no lo
haremos. La mayoría quedará claramente establecida.
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