En
la primera semana de diciembre, Hugo Chávez cumplirá ocho
años de haber sido elegido. Tiempo suficiente para llegar a
conclusiones definitivas sobre una gestión terrible. A estas
alturas son inaceptables las posiciones tibias, los términos
medios y la calculada prudencia. Es hora de decidir. Se está
a favor o en contra. Una y otra actitud genera consecuencias
que no pueden eludirse legítimamente. No se trata de estar
contra el gobierno y contra la “oposición, engordando lo que
los neoanalistas llaman los “ni-ni”, recurso utilizado para
esconder que, quienes así son calificados, rechazan al
actual régimen y deben sumarse a quienes están en abierta
oposición.
Pero ese no
es el problema de fondo. El gobierno no renuncia al empeño
de imponer una revolución a la cubana, ni rectifica los
garrafales errores que permiten calificar a este régimen
como el más inepto y corrompido de la historia. Venezuela
rechaza el esquema castro-comunista que Chávez impulsa.
Defiende los derechos de propiedad y no acepta la
relativización de los mismos o la reducción del espacio para
su vigencia. El venezolano común no es enemigo de Estados
Unidos, admira a ese gran país y se identifica con sus
valores fundamentales. Se preocupa con la locura delirante
de Chávez con relación a la innecesaria y dañina
confrontación con México, Colombia y las democracias del
área en contraste con su tácita y expresa complacencia,
según los casos, con la subversión y el narcoterrorismo del
continente. Como si todo esto fuera poco, nada puede
esperarse de un régimen que liquida el estado de Derecho y
convierte la administración de justicia en el fraude mayor
de cuantos tengamos noticia. Mayor incluso que estos
procesos electorales penosos y deprimentes, tanto por la
acción de los funcionarios del gobierno en el CNE como por
la insólita y mendigante participación de quienes buscan
sobrevivir a como de lugar, incluso dejando jirones de
dignidad en su actitud. Todo esto y mucho más, ratifica
nuestra convicción de que la naturaleza del problema no es
electoral sino existencial. De principios y valores, de
dignidad y ética cara al presente y al futuro de nuestros
hijos y nietos. Unos votantes más o menos, unos diputados
más o menos, no alterarán la ecuación de poder del país.
Venezuela
necesita una gran consulta para clarificar el rumbo
inmediato. Proponemos darle a las elecciones del 4 de
diciembre un carácter refrendario. Quienes apoyan a Chávez y
estén de acuerdo con el régimen, que mantengan sus
candidaturas y convoquen a votar. Quienes los rechazan, pues
que retiren las candidaturas, sobradas razones
constitucionales y legales existen, y todos juntos a ejercer
el derecho a no votar. Así quedaría clara ante el mundo y
nosotros mismos, la voluntad popular que civil, pacífica y
democráticamente quiere superar definitivamente la situación
actual. Trabajemos para evitar la tragedia que asoma en el
horizonte.
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