Se
ha constituido un nuevo movimiento de oposición, de "izquierda
democrática". ¿Qué le dicen al país?: "Somos de izquierda, pero
no somos Chávez". No conformes con esto, añaden que en realidad
"Chávez no es de izquierda". ¿Tiene sentido semejante
aseveración? ¿De veras lo creen? De inmediato explican que se
proponen hacer todo lo que Chávez hace, incluidas las alianzas
con los populistas de izquierda en América Latina, con Lula y
Kirshner, y que rechazan radicalmente la "política imperialista"
del gobierno de Estados Unidos. ¿En qué quedamos entonces? ¿Para
qué cambiar a Chávez por una oposición que tanto se le asemeja?
Entiendo que cierta gente de izquierda, que preserva una
idea romántica de lo que ello alguna vez significó, se siente
avergonzada por Hugo Chávez, y experimenta verdadero escozor
espiritual
cuando el Presidente venezolano cita al Che Guevara, exalta a
Lenin, se alía con Fidel Castro, y es enaltecido por toda la
"izquierda-caviar"
europea, los radicales latinoamericanos y la intelectualidad
parisina.
Comprendo -repito- la vergüenza de esa izquierda
romántica.
Pero el sentimentalismo no les da derecho a distorsionar las
cosas: Chávez es de izquierda, se ubica claramente en los
esquemas ideológicos y geopolíticos de una parte muy importante
de la izquierda internacional actual, y aunque en la noche de la
izquierda no todos los gatos son pardos, y existe gente de
izquierda diferente a Chávez, es inútil perder de vista este
aspecto esencial de la política
en la Venezuela de hoy, es decir, el izquierdismo de Chávez y
sus repercusiones fuera de nuestras fronteras.
La oposición venezolana hace rato que perdió la brújula
ideológica, y no será capaz de presentarse ante el país con una
oferta creíble hasta que no resuelva sus dilemas en el plano de
las ideas.
Pretender derrotar a Chávez desde la izquierda, así se
autodenomine
democrática, es una vana ilusión. El espacio de la izquierda ha
sido
ocupado por Chávez, y no hay forma de competir con él en
demagogia hacia los pobres, reivindicación del igualitarismo,
anti-yanquismo, y en las simpatías del miope socialismo europeo
y norteamericano.
La pérdida de brújula de la oposición es tan patética
que
algunos en la izquierda, en este caso los representantes del
MAS, han apoyado abiertamente la compra de armamentos rusos, con
el argumento de la soberanía nacional, desestimando por completo
las implicaciones profundas del asunto. Los fusiles Kalashnikov,
helicópteros y aviones de combate rusos no tienen nada que ver
con la soberanía, sino con el proyecto Castro-Chávez de liquidar
la FAN tradicional, crear una milicia adscrita al régimen, y
perpetuarse en el poder.
Aparte del control interno, los equipos bélicos rusos
cumplirán en Venezuela el papel que cumplen para las fuerzas
armadas en Cuba: decirle a Washington que, en caso de
intervención, los costos serán tan altos que es preferible no
dar el paso. Se trata de un esquema militar de disuasión:
Washington puede derrotar la revolución si se empeña lo
suficiente, y Chávez y Castro lo saben, pero aspiran que los
costos probables harán que los norteamericanos duden mucho antes
de actuar.
En Venezuela casi todos se dicen de izquierda, pues la
cultura
política predominante, llena de sensiblería, focalizada en un
trato
hacia los pobres que les transforma en débiles jurídicos y hasta
mentales, considera que ser de izquierda equivale a "ser bueno",
y
procurar la justicia social. Estas banalidades, extraídas
del baúl de antiguallas ideológicas de América Latina, no llevan
sino a aumentar la miseria y atraso de nuestros pueblos. Sólo un
mensaje de libertad, trabajo, productividad, meritocracia,
respeto a las leyes, responsabilidad familiar, y rechazo a la
dependencia del petróleo y del Estado por parte de los
individuos, puede empezar a abrir paso a una oferta política
alternativa.
Pero nadie se atreve a hacerlo. Nuestros políticos
prefieren ser "de izquierda", o "centro-izquierda", o
"reformistas-avanzados", o del
"centro-progresista", o cualquier otro eufemismo que les permita
permanecer ubicados en el populismo dadivoso, condescendiente y
demagógico de siempre. No se habla de libertad, ni de
responsabilidad personal, ni de disciplina y trabajo porque "con
eso no se come" y "eso no lo entiende la gente". ¿Conclusión? La
oferta de la oposición no es capaz de competir con Chávez, pues
se queda paralizada en la mitología de la izquierda, y en ese
terreno Chávez no tiene y jamás tendrá contendientes.
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