Son
múltiples los vértices que se desprenden de la tragedia ocurrida
en el sudeste asiático, los ejes van desde la tragedia natural
en sí misma, pasando por lo humanitario, político, económico y
hasta religioso.
9 grados en la escala de Richter,
se traducen como un sismo de magnitudes inusitadas. La tierra el
26 de diciembre 2004 se desplazó horizontalmente en el amplio
espacio comprendido que componen las placas de India y Asia,
hasta aquí una inmensa tragedia natural.
Pero la naturaleza escogió para
desencadenar su furia, una de las regiones más habitadas del
planeta, y en consecuencia 40 minutos más tarde la tragedia
humana se hacía realidad con la terrible cifra de 155.000
muertos. Lo sucedido por ahora solo tiene explicaciones divinas
y los líderes de las tres religiones monoteístas – en especial
el Islam – se están encargando de explicarle a sus fieles el
significado y el fin – si es que lo tiene - de éste
acontecimiento de proporciones bíblicas.
En el aspecto humanitario, la
sociedad civil internacional es la primera en reaccionar a
través de las ONG, las cuales son las primeras en llegar al
lugar de la tragedia, antes incluso que los ejércitos locales e
inmediatamente entran en acción desplegando su experticia en la
materia. Sin embargo, la capacidad de dichas ONG es limitada, en
particular en aspectos tales como la comunicación, así como una
efectiva administración de fondos; tal fue el caso de Médicos
sin Fronteras la semana pasada en París cuando dicha ONG decidió
no aceptar mas donaciones, justo cuando la solidaridad
planetaria a través de una dádiva millonaria en dólares se
convertía en moda, la unilateral decisión de Médicos sin
Fronteras afectó a otras ONG mas necesitadas.
Sin embargo,
donde termina la valiosa labor de las ONG, comienza la ardua
tarea de reconstrucción de los países siniestrados. Construir
carreteras, puentes, hospitales, escuelas, aeropuertos y afines,
son trabajos de envergadura que necesitan de un gran impulso
tanto político, como económico, y es allí donde entra
directamente el aporte de la comunidad de naciones para palear y
acompañar en el corto y largo plazo la situación de las naciones
afectadas por el Tsunami. Es así, como hemos visto helicópteros,
barcos y aviones transportando ayuda y personal capacitado, los
cuales en su mayoría provienen de democracias occidentales,
cuyos líderes son sensibles y están prestos a intervenir
inmediatamente en éste tipo de casos. Solidaridad política y
económica, que no ha sido imitada, por las coronas petroleras
del golfo Pérsico, que se limitaron a enviar unos
insignificantes cheques, comparado con el tamaño de sus
respectivas riquezas, así como tampoco les ha conmovido – por
ahora - el hecho que el principal país afectado por la
catástrofe haya sido Indonesia, la nación donde se concentra el
mayor numero de musulmanes sobre la tierra.
La teoría y la tradición en estos
casos, señalan que la ayuda internacional debe centralizarse a
través de la ONU, una organización que pareciera que carbura
cual viejo camión diesel, al que le cuesta arrancar. El mundo
entero en apenas horas y gracias a la globalización, vio y
entendió la magnitud de la tragedia y sus consecuencias, sin
embargo a la ONU le tomó 15 días reunirse y así trazar un esbozo
de lo que sería su futuro accionar en la región.
En lo social, en particular
Europa, tiene ante sí una ocasión más que propicia para terminar
con la doble moral que mantiene en cuanto al grave tema de la
prostitución infantil. Para nadie era un secreto que la isla de
Phuket en Tailandia era una de las capitales mundiales de la
explotación sexual de niños, algo que desde hacía tiempo atraía
a muchos turistas europeos. Después del 26 de diciembre en la
región quedaron miles de niños huérfanos, de la urgencia podría
muy bien nacer una suerte de organización de adopción sin
fronteras, que permita no solo ayudar a los desamparados niños
del sudeste asiático a encontrar una nueva familia, sino que al
mismo tiempo salvaría a muchos niños de caer en las redes de las
mafias de prostitución infantil.
Así las cosas, alguien dijo una
vez que las guerras alimentaban el patriotismo, el tsunami del
pasado 26 de diciembre visto como una suerte de atentado de la
naturaleza contra la humanidad, podría alimentar el sentimiento
de un patriotismo planetario, el cual estaría dando sus primeros
pasos a través de ésta inédita solidaridad globalizada que
estamos presenciando.
Queda en el ambiente la
interrogante en cuanto a si la tragedia del sudeste asiático
puede ser considerada como un atentado natural o como un
acelerador de la historia.

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