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La mundialización de una catástrofe - por Luis  DE LION
miércoles, 12 enero 2005

 

 

Son múltiples los vértices que se desprenden de la tragedia ocurrida en el sudeste asiático, los ejes van desde la tragedia natural en sí misma, pasando por lo humanitario, político, económico y hasta religioso.

 

9 grados en la escala de Richter, se traducen como un sismo de magnitudes inusitadas. La tierra el 26 de diciembre 2004 se desplazó horizontalmente en el amplio espacio comprendido que componen las placas de India y Asia, hasta aquí una inmensa tragedia natural.

 

Pero la naturaleza escogió para desencadenar su furia, una de las regiones más habitadas del planeta, y en consecuencia 40 minutos más tarde la tragedia humana se hacía realidad con la terrible cifra de 155.000 muertos. Lo sucedido por ahora solo tiene explicaciones divinas y los líderes de las tres religiones monoteístas – en especial el Islam – se están encargando de explicarle a sus fieles el significado y el fin – si es que lo tiene - de éste acontecimiento de proporciones bíblicas.

 

En el aspecto humanitario, la sociedad civil internacional es la primera en reaccionar a través de las ONG, las cuales son las primeras en llegar al lugar de la tragedia, antes incluso que los ejércitos locales e inmediatamente entran en acción desplegando su experticia en la materia. Sin embargo, la capacidad de dichas ONG es limitada, en particular en aspectos tales como la comunicación, así como una efectiva administración de fondos; tal fue el caso de Médicos sin Fronteras la semana pasada en París cuando dicha ONG decidió no aceptar mas donaciones, justo cuando la solidaridad planetaria a través de una dádiva millonaria en dólares se convertía en moda, la unilateral decisión de Médicos sin Fronteras afectó a otras ONG mas necesitadas.

 

Sin embargo, donde termina la valiosa labor de las ONG, comienza la ardua tarea de reconstrucción de los países siniestrados. Construir carreteras, puentes, hospitales, escuelas, aeropuertos y afines, son trabajos de envergadura que necesitan de un gran impulso tanto político, como económico, y es allí donde entra directamente el aporte de la comunidad de naciones para palear y acompañar en el corto y largo plazo la situación de las naciones afectadas por el Tsunami. Es así, como hemos visto helicópteros, barcos y aviones transportando ayuda y personal capacitado, los cuales en su mayoría provienen de democracias occidentales, cuyos líderes son sensibles y están prestos a intervenir inmediatamente en éste tipo de casos. Solidaridad política y económica, que no ha sido imitada, por las coronas petroleras del golfo Pérsico, que se limitaron a enviar unos insignificantes cheques, comparado con el tamaño de sus respectivas riquezas, así como tampoco les ha conmovido – por ahora - el hecho que el principal país afectado por la catástrofe haya sido Indonesia, la nación donde se concentra el mayor numero de musulmanes sobre la tierra.

 

La teoría y la tradición en estos casos, señalan que la ayuda internacional debe centralizarse a través de la ONU, una organización que pareciera que carbura cual viejo camión diesel, al que le cuesta arrancar. El mundo entero en apenas horas y gracias a la globalización, vio y entendió la magnitud de la tragedia y sus consecuencias, sin embargo a la ONU le tomó 15 días reunirse y así trazar un esbozo de lo que sería su futuro accionar en la región.

 

En lo social, en particular Europa, tiene ante sí una ocasión más que propicia para terminar con la doble moral que mantiene en cuanto al grave tema de la prostitución infantil. Para nadie era un secreto que la isla de Phuket en Tailandia era una de las capitales mundiales de la explotación sexual de niños, algo que desde hacía tiempo atraía a muchos turistas europeos. Después del 26 de diciembre en la región quedaron miles de niños huérfanos, de la urgencia podría muy bien nacer una suerte de organización de adopción sin fronteras, que permita no solo ayudar a los desamparados niños del sudeste asiático a encontrar una nueva familia, sino que al mismo tiempo salvaría a muchos niños de caer en las redes de las mafias de prostitución infantil.

 

Así las cosas, alguien dijo una vez que las guerras alimentaban el patriotismo, el tsunami del pasado 26 de diciembre visto como una suerte de atentado de la naturaleza contra la humanidad, podría alimentar el sentimiento de un patriotismo planetario, el cual estaría dando sus primeros pasos a través de ésta inédita solidaridad globalizada que estamos presenciando.

 

Queda en el ambiente la interrogante en cuanto a si la tragedia del sudeste asiático puede ser considerada como un atentado natural o como un acelerador de la historia.

 

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