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Inspirado
por Dios
por Mariahé Pabón
viernes,
11
noviembre
2005
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"Dejen
de hacer el mal, aprendan a hacer el bien. Busquen el
derecho, protejan al oprimido, socorran al huérfano,
defiendan a la viuda... Si obedecen y hacen el bien,
comerán los frutos de la tierra; si se resisten y son
rebeldes, los devorará la espada".
Profeta Isaías
Yo que de
profetas sé tanto como de política, acudí a mi amigo
Abraham que aunque no lo crean, podría figurar en el Libro
Guinnes, porque conoce de memoria la Biblia y habla de
Mateo, Lucas, Jeremías, Ezequiel, Daniel como si fueran
sus grandes panas, así que al irse por su sabiduría me
enseñó que, Profeta, en griego, quiere decir "el que habla
por otro" . En hebreo se designa con dos nombres muy
significativos: "nabí" que significa "extático",
"inspirado" por Dios; "roéh" o "choséh" que traduce "el
vidente", el que ve lo que Dios le muestra en forma de
visiones, ensueños, etc., ambos nombres expresan la idea
de que el profeta es el instrumento de Dios, hombre de
Dios que no ha de anunciar su propia palabra sino la que
el Espíritu de Dios le sopla e inspira.
Del
Profeta Isaías que es el que me interesa, Abraham habla
con emoción: "era un poeta inigualable y la belleza
literaria de sus profecías es abrumadora. Nació en
Jerusalén en el año 765 y se puede decir que es el
biógrafo de Jesús Cristo. Era de familia escuálida,
aristocrática y neoliberal (esto lo agrego yo, pero es
verdad). Dueño de una cultura superior, fue para Israel un
verdadero héroe nacional. Siete siglos antes del
nacimiento de Jesús, Isaías anunció que vendría al mundo,
al igual que predijo su crucifixión y su muerte".
NI UN CASO RESUELTO
Así que
nuestro Isaías, poeta y profesor del que sus alumnos
hablan con respeto, se parece al homónimo autor de un
libro de 73 páginas deslumbrantes, en el que anunció
acontecimientos tan hermosos como el nacimiento de Jesús y
tan terribles como la destrucción de Babilonia y la de las
Torres Gemelas (aunque usted no lo crea).
Nuestro
Isaías ha escrito varios textos poéticos y una especie de
autobiografía con su visión particular del 11 de abril.
Como Fiscal General de la República Bolivariana se ha
visto enfrentado a una variedad de casos que han quedado
en manos de una justicia ciega, muda y complaciente, así
que nunca sabremos quienes quemaron a los soldados del
Fuerte Mara, qué pasó con los autores de los
ajusticiamientos en Guárico, qué misterio encierra la
brutal conducta de un enfermo sexual que desfiguró para
toda la vida a Linda Loaiza y quién, al final de cuentas,
mató de manera tan despiadada al juez Danilo Anderson,
mencionando sólo lo que ha tenido mayor repercusión en los
medios, porque si nos ocupamos de los horribles crímenes
ocurridos en estos últimos 46 años, tendremos que escribir
un grueso libro como el de Isaías el Profeta, pero
salpicado de sangre y privado de poesía.
ENTRE AGATHA Y SIMENON
Nuestro
Isaías debe haber leído bastante a Georges Simenon y a
Agatha Christie, dos autoridades en materia policial.
Simenon relata siempre los esfuerzos del comisario Maigret
para descubrir a los autores de crímenes horrendos. Su
obsesión es la de detenerlos, no juzgarlos, tarea
reservada a los jueces, mientras Agatha Christie con sus
detectives Miss Marple y Poirot nos mantiene en suspenso,
sin que remotamente podamos imaginar el desenlace del
asesinato. El autor del hecho punible jamás es el
mayordomo, ni el abogado de la familia, ni la amante del
occiso. Nunca es el vecino, ni el jefe envidioso, ni el
padre esquizofrénico.
Once
veces, nuestro Isaías profetizó que tenía a los testigos
bajo la mira, a los asesinos en la punta de la lengua y a
los autores intelectuales en la celda de su mente, así que
en estos días nos dio la sorpresa, presentando una
rebuscada lista de personajes, encabezados por la más fina
de las sabuesas, Patricia Poleo, a quien no le perdonan
haber perseguido y encontrado a un prófugo protegido por
el régimen como lo fue el criminal Wladimiro Lenín
Montesinos.
ENTRE MERENGUES Y
BACHATAS
Los
banqueros de prosapia (invitados a la boda del heredero a
la corona real francesa), cuyo gran pecado es el de cobrar
altos intereses a nuestras castigadas tarjetas de crédito,
fueron acusados, según la chismografía que corre pareja en
los pasillos de la Corte de Injusticia, de haber planeado
alrededor de una mesa cubierta de fina mantelería sobre la
que brillaban copas de cristal de bacará, el asesinato del
fiscal Danilo. Algún mesonero infiltrado o alguna dama
vestida por Oscar de la Renta, creyó escuchar de labios de
"específicos" invitados vocablos y frases como "matar,
eliminar, quitar de la vía, enviar al otro mundo", que son
las que uno escucha en las películas mafiosas y que según
los testigos profirieron algunos banqueros, mientras
bailaban al ritmo de las bachatas y merengues de Juan Luis
Guerra. Los banqueros son, pues, los autores
"intelectuales". Y francamente, yo que soy lectora
infatigable del maravilloso Simenon, no me cuadra el
asunto, no le encuentro pies ni cabeza a esta novela del
Fiscal Rodríguez. A menos que la historia se vaya por el
estilo Agatha Christie, en cuyo caso, se tendría que
esperar hasta el 2030 en el que no viviré para contarlo,
pero quedará escrito, como han quedado las Profecías del
más alto de los poetas bíblicos, el Gran Isaías: "y al
extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos para
no veros; aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo.
Vuestras manos están de sangre llenas. Lavaos, limpiaos,
quitad vuestras fechorías delante de mi vista".
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