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La mega avalancha del sábado
por Manuel Malaver
domingo, 26 noviembre 2006

 

La errática campaña electoral de Chávez con sus cambios de mensajes, humor y objetivos obligan a pensar que, lejos de encontrarnos frente al líder de un movimiento político en auge y en capacidad de iniciar la segunda fase de la revolución, estamos más bien ante una fuerza decadente, sin la pegada y penetración de otros días, y más bien condenada a rodar por una pendiente que la hará más y más una hueste  estratégicamente anodina, pero coyunturalmente peligrosa a la hora de echar manos al poder que tan aviesamente ha acumulado en los últimos años.

Es el mundo de fantasmas que habita en un escrito de Alexis de Tocqueville sobre los tiempos crepusculares de la revolución francesa y donde el teórico de la libertad y la democracia deja una página inolvidable sobre quienes, habiendo perdido la oportunidad honrosa de retirarse, tienen que medrar, primero en la nostalgia, y después en la violencia… para sobrevivir.

 “Porque lo que más desmoraliza a los hombres en las revoluciones largas, no son tanto los yerros, e incluso los crímenes cometidos en el ardor de sus creencias y pasiones, como el desprecio que a veces terminan sintiendo por esas mismas creencias y pasiones que los impulsaron a obrar; cuando fatigados, desencantados, decepcionados, acaban por volverse contra si mismos y encontrar pueriles sus esperanzas, ridículo su entusiasmo y más ridícula aun, y por sobre todo, su abnegación. Es difícil imaginar hasta que punto el resorte de las almas más fuertes se quiebra en tal caída. El hombre queda anonadado hasta el punto, no solo de no poder aspirar a las grandes virtudes, sino incluso de ser incapaz para el mal”.

Espectros cuyas sombras, siluetas, borrones pudieron verse perfectamente en la campaña electoral chavista activando las disímiles formas de presión que puede emplear un poder omnímodo y autocrático, haciendo uso abusivo e ilegal de los recursos del estado para amedrentar y asustar a quienes se enfrentan a la acción oficial, y echando mano, en fin, al ritual de gestos, palabras y mecanismos que mantengan, aunque sea agónico, el humo mortecino de la “revolución”.

Pero sobre todo, trayendo la imagen de un chavismo dividido, fragmentado, inerte, sin posibilidad de desempeñarse civilmente en una manifestación profundamente democrática como es una elección presidencial, y un Chávez revelándose como un líder en disolvencia, desinflado, nostálgico, aburrido, y sin vocación de volver a sintonizar con los millones de personas que después de 8 años deja con las manos y los espíritu vacíos.

Un paisaje tan dramático, como traumático, sorpresivo e inquietante por lo que contiene como premonición de que la irracionalidad podría instalarse en el país por un tiempo más o menos largo, pero sin ocultar la lección de que una permanencia excesiva en el poder, no solo es antidemocrática, sino antinatural.

Jefes, comandantes y caudillos rodeados de un país que ha visto estupefacto como la acumulación de poder en manos de unos pocos, como cualquier otra acumulación de poder,  no redunda en otra cosa que no sea  la formación del viejo dictador venezolano y latinoamericano de antes y de ahora.

Es la ruta que con bemoles recorrieron Perón, Velazco Alvarado, Fujimori y Castro, la que repavimentan los Chávez, Morales y Ollanta Humala, como preludio a otro tiempo de frustraciones, represión, voluntarismo, mesianismo y reconocimiento de que otra vez se trajinó por las oportunidades perdidas.

Poder, ventajas y recursos inmensos contra la opción de la oposición democrática, que otra vez tiene que pasar por la experiencia de combatir ilegalidad con legalidad, el poder del Uno contra el poder de los muchos, violencia con paz, y todo el arsenal que son capaces de exhibir y usar quienes se colocan al margen de la ley.

Pero sin que siquiera el poder del Estado y su caudillo puedan hacer nada contra la decisión de millones de personas que vuelven a constituirse en la referencia de una Venezuela que quiere por sobre todo vivir en paz, reconciliada, donde todos contribuyan al bienestar, la igualdad y la justicia social, y gobierno y oposición formen parte de una ecuación sin la cual no hay gobernabilidad posible.

La manifestación de fin de campaña de Rosales en Caracas ayer sábado, así como el conjunto de las movilizaciones de la oposición y su candidato por todo el país, es la prueba de que existe una oposición democrática que no se ha rendido, que solo esperaba a un líder confiable para ponerse en movimiento, y continuar la lucha para que la democracia, el estado de derecho y la libertad, vuelvan a normar la vida de los venezolanos.

Manifestaciones y movilizaciones que no abandonarán la calle independientemente del resultado electoral, ya que de lo que se trata más allá de las contingencias, es de establecer que en Venezuela la oposición democrática no cejará en la resistencia.

Toda una agenda que no puede traer peores noticias para Chávez, ya que quedará claro para quien quiera ver, que su proyecto zamarro, socarrón, y montado sobre el esquema de la mentira y la simulación, no tendrá más duración que la que decidan darle los venezolanos.

En definitiva, el encuentro de dos fuerzas: una en ascenso, y otra en descenso, una en auge y otra en decadencia, una levantándose en el horizonte  y otra cayendo hacia la noche.

Y que no están sometidas a la contingencia del resultado electoral del 3 de diciembre, pues independiente de quien gane y quien pierda, Rosales está condenado a crecer, profundizarse y extenderse, y Chávez a continuar desmoronándose entre tanta retórica, trucaje y mentira.

Sobre todo, si como pareciera, avanza por el camino de aplicar la violencia extrema, de terminar de configurar un régimen donde solo las armas, el fraude, la represión y la coacción sean los últimos argumentos para permanecer y sobrevivir.

Variable a lo que no dudan en acudir los mesiánicos que confunden sus ansias desmesuradas de poder con un presunto desvelo por los pobres y los que menos tienen, siendo que es inevitable que se conviertan en las víctimas preferidas de un sistema cuyo fin fundamental es establecer gobiernos que concentren la mayor cuota de poder y duren el mayor tiempo posible.

Los días últimos y agónicos de la dictadura castrista son un libro abierto en es sentido, con capítulos para todos los gustos en lo que se refiere a mesianismo, voluntarismo, concentración del poder, exclusivismo, pensamiento único y fracasos.

El programa o mapa que se ha decidido transitar el chavismo, pero claro, siempre y cuando fuerzas, salud, dinero, y apoyo popular  lo permitan.

La manifestación de fin de campaña de Manuel Rosales obliga a pensar que el camino es otro y que si Chávez insiste en perpetuarse en el poder contra la voluntad popular, entonces debe prepararse a ser desalojado de Miraflores de cualquier empellón y en cualquier momento.

 
 
 
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