No
puede ser más significativo que la reciente ola de retórica
guerrerista que Hugo Chávez explaya
por el planeta haya seguido el curso de la caída en los precios
del petróleo y que, según el desplome se hacía más pronunciado e
incontrolable, el llamado a la conflagración y choque de los
mundos del teniente coronel venezolano, adquiría tonos y colores
que seguramente no se oían desde que Hitler
se preparaba a invadir a Polonia o darle luz verde a la
“Operación Barbarroja”.
Auténtica espiral de ruido y furia
alimentada por reportes llegados a su avión privado (un
Airbus ACJ que le costó a los
venezolanos 60 millones de dólares, con plazas para 70
pasajeros, y cocina, y bañera, y cava, e Internet y
etc, etc,
etc) o a las suites de los hoteles 5
estrellas donde generalmente se aloja, desde Wall
Street, la AIE y la oficina de la
OPEP en Viena, con cifras de que el crudo marcador se alejaba de
los 77, 03 dólares que llegó a ostentar a mediados de julio
pasado para colocarse en menos de 60 a comienzos de la semana
en curso, y era el combustible para que el caudillo caribeño
pasara, de involucrarse en los enfrentamientos entre
Hezbolá e Israel en el sur del
Líbano, a reunirse con Ahmadinejad
en Caracas a fin de convencerlo de que la invasión de Irán por
Estados Unidos era inminente y el comienzo de una Tercera Guerra
Mundial, inevitable.
O sea, que el mismo síndrome (la
enfermedad de los precios bajos) que, según me contó un
historiador y periodista argentino de la vieja guardia, invadió
a Perón cuando después del fin de la Segunda Guerra Mundial
percibió que los altos precios del trigo y la carne sureños en
los mercados mundiales llegaban a su fin, y se dio a desear de
todo corazón una tercera conflagración, a atizarla con el
aumento de la retórica y las “acciones revolucionarias”, siendo
que lo que buscaba desesperadamente eran
agrodólares para mantener el nivel del gasto público, la
política clientelar, la formación de
alianzas y compra de silencios, la exportación de la
“revolución”, el lujo y el dispendio sin los cuales no hay
modelo populista que sobreviva.
“Habría que situarse” acota el
historiador y periodista “en el año o meses crepusculares del
peronismo, cuando ni siquiera la guerra de Corea significó una
mejora en los precios del trigo y la carne, y el general se dio
a hablar en todos los escenarios, a subir los decibeles, a
arreciar los ataques contra el imperialismo y la oligarquía y
esperar si por ahí venía la chispa que incendiaría la pradera. Y
con el mismo tono, la misma arrogancia y la misma insensatez que
le acabo de oír a Chávez en su discurso en las Naciones Unidas”.
Conozco muy de oídas la historia
del peronismo y hasta soy alérgico a todo cuanto se relaciona
con la incalable Evita, pero por no
desdeñar el marco teórico de mi amigo, el historiador y
periodista, me doy a relacionar fechas, palabras, cifras, y,
¡sorpresa!, descubro que Perón también usó el ejército y las
elecciones para fundar un movimiento político que, vía el
clientelismo, se insertó entre los sindicatos obreros, las capas
medias y los sectores más pobres rurales y urbanos, atizaba una
retórica revolucionaria, nacionalista y antiimperialista,
dividió el país en buenos y malos, honestos y deshonestos,
ricos y pobres, revolucionarios y contrarrevolucionarios y
auspició un modelo de desarrollo autóctono, endógeno y
justicialista con el que, presuntamente, iba a acabar con el
capitalismo.
Pero lo más sugestivo es que,
después de haber arruinado a la industria y la agricultura
argentinas para abrirle paso a su “modelo de desarrollo
colectivista, estatista y
paternalista”, Perón, como Chávez en la actualidad, se dio a
vivir de las rentas de la realización de una materia prima con
altísima cotización en los mercados internacionales, y a soñar
que esta jamás terminaría, que, al contrario, su destino era
hacia más y más dígitos y a partir de ellos, establecer una
tiranía mundial que heredarían sus hijos, nietos, y aún sus
biznietos.
Una satrapía que es también teatro
o gran guiñol del lujo, del fasto, y el
manirrotismo, de la imitación de los peores vicios de la
clase burguesa y que ya había sido anotado por
V.S. Naipaul
en su visita a Buenos Aires en 1973, al señalar en un comentario
a la autobiografía de Eva Perón, que el peronismo jamás había
significado una nivelación de los pobres hacia arriba, sino más
bien un agudo deterioro en sus condiciones de vida, e igualación
de la élite peronista con el boato y
riqueza de los ricos y famosos de la época.
De la misma manera que en la
Venezuela del ciclo alcista de los precios del crudo que le ha
caído a Chávez del cielo, no son los pobres quienes están
mejorando su calidad de vida, solucionando sus problemas de
vivienda, educación, transporte y seguridad personal, sino la
casta de nuevos ricos revolucionarios, rojos y arrogantes, que
se instalan en los grandes condominios del este de Caracas,
viajan y residen en las grandes capitales del mundo capitalista
y coleccionan autos, aviones privados y yates de última
generación.
Pero hay otros hechos y cifras que
resaltan según se cruzan las experiencias del populismo
peronista de los años 40 y los 50 y el
chavista de la Venezuela de los 2000, y uno muy
importante tiene ver con el detalle de que al momento de
iniciar sus retóricas apocalípticas, ni el caudillo sureño ni el
caribeño, contaba con un complejo militar-industrial que
respaldara su amenaza de incursionar por el mundo en plan de
conquistadores o de apoyar conquistadores.
O sea, que ni ejércitos, ni
aviación, ni armada, ni portaaviones, ni submarinos, ni
soldados, ni milicianos, ni reservistas, estaban y están detrás
de estos señores de la guerra que en su afán de
refundar sus países destruyeron su
infraestructura, su industria, sus instituciones políticas, su
paz social y el equilibrio cultural que son indispensables para
que cualquier fuerza armada mantenga y mejore su apresto
operativo.
¿Simple afán, entonces, de jugar al
mito de David y Goliat, de ofrecerse desnudos e inermes como
víctimas propiciatorias y dar ingreso a una orgía de sangre
donde los capitalistas e imperialistas lleven la peor parte,
pues no podrán evitar ser percibidos como agresores y matones
que invaden países y arrasan con pueblos, campos, hospitales,
caminos y ciudades enteras?
¿O más bien la búsqueda de la
brecha para que la humanidad aprecie el coraje, la disposición y
las dotes de estos grandes conductores de pueblos nacidos,
crecidos y formados en tiempos de paz, pero decididos a
aprovechar la oportunidad y demostrar que pueden ser los nuevos
mariscales de la revolución, los nuevos estrategas de la
liberación de los pueblos, como alguna vez fueron
Buduny, Frunzel,
Tujachesvki,
Stalin, Zuhkov,
Mao, Cheng Yi,
Limpiao, Tito, Castro y tantos otros
que forman el panteón de hazañas que resuenan en mentes simples
que abstraen las crisis de la historia de circunstancias que en
otros contextos y perspectivas habrían resultado irrelevantes?
Puede ser… que el laberinto de los
guerreros sin batallas ni condiciones para lucir los uniformes
galantes y barrocos de la muerte, es inmenso e insondable como
las noches en el círculo polar ártico, …pero mi insistencia es y
será de que se trata de pura y simple adicción a los altos
precios de los agrodólares y los
petrodólares, de contar en caja con el efectivo suficiente para
contar con una base clientelar
segura y barata, aliados que al simple guiño de la chequera
estén dispuestos a voltear la cara y pasar sobre los
desplantes, groserías y excentricidades, pero sobre todo, de
acceso al lujo, dispendio y manirrotismo
y al poder decir a los malditos ricos que les salió competencia
y tendrán que habérselas con unos recién llegados que pueden
ser tan soberbios, dispendiosos y extravagantes como ellos.
El extra que al fallar en el caso
de Perón significó su salida del poder, y en el caso de Chávez,
pasar de ser el comandante en jefe, al comediante en jefe, como
vino insinuándose en los últimos tiempos, y explotó sin remisión
en la sesión de la asamblea general de la ONU donde el pánico
por la caída de los altos precios del crudo lo hizo hacer el
ridículo de su vida.
¿Pero se sostendrá la caída del
ciclo alcista o se recuperan los
precios para que Chávez siga siendo el revolucionario
confianzudo, agresivo y arrollador que vimos en los últimos
años?
No sabemos, pues los problemas
estructurales que determinaron el alza del último quinquenio
están lejos de ser corregidos, pero no hay dudas de que al menos
una etapa de alzas y bajas, de creciente volatilidad se aproxima
y que veremos al teniente coronel venezolano pasar de la
depresión a la exaltación, de la euforia a la tristeza, del
optimismo al pesimismo…que revoluciones sin materias primas y
altos precios de las materias primas…no se han visto jamás.