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Desirée  Santos para Miss Venezuela
por Manuel Malaver
domingo, 22 octubre 2006

 

El miércoles pasado la diputada y segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Desirée Santos Amaral, le declaró al periodista, Hernán Lugo Galicia,  de “El Nacional”: “El Jefe del Comando es Ameliach; lo demás son especulaciones, son informaciones que ponen a circular para afectar la unidad; eso es como decir que yo me voy a lanzar al Miss Venezuela”.

Informaciones que no tengo ninguna razón  para dudar, si bien me atrevo a apostar  que si el  jefe máximo de la revolución latinoamericana y mundial, el presidente Hugo Chávez Frías, le pide a Santos Amaral que tire la parada y se presente como candidata al Miss Venezuela, pues bien deja la curul y se lanza a desfilar por las pasarelas.

Me baso para sostener tan audaz, audacísima predicción,  en lo férreamente disciplinada que es la diputada Santos Amaral, en su calidad de revolucionaria ciento por cien, y en su convencimiento, demostrado en oportunidades como el 11 de abril, el paro petrolero y el referendo revocatorio,  de que siendo Chávez un revolucionario que tiene detrás a Jesucristo,  Bolívar, Zamora, Lenin, Mao, el Che y Fidel, no hay posibilidad de que deje fracasar a su candidata.

Máxime cuando podría con una mínima presión (que digo “presión”, con insinuarlo apenas) cambiar los reglamentos del concurso, o amenazar con  una apelación  en el TSJ contra cualquier decisión del jurado que no favorezca a su favorita, sin contar con estruendosas,  multitudinarias y combativas movilizaciones que le torcerían el brazo  a quien intenten burlar la voluntad popular.

Acciones de calle que irían paralelas al pronunciamiento de filósofos, politólogos, historiadores, antropólogos, críticos de todo pelaje, poetas, cineastas, pintores, actores, modistos y modistas, top models,  gente del tipo Galiano, Ramonet, Dieterich, Lanz, Hernández Montoya, Chalbaud, Azpúrua, Quintana Castillo, Rudy Rodríguez y Patricia Velásquez que no dudarían en afirmar que  la revolución bolivariana ha llegado con un nuevo ideal de belleza, con el ícono a partir del cual empezará a identificarse la belleza latinoamericana y mundial, representado en los ojos, piel y cabello raigalmente indígenas y afrovenezolanos de  esta Señorita Venezuela que abriría el primer capítulo  de la estética del Socialismo del Siglo XXI.

Guerra asimétrica nacional que será la antesala a otra, la internacional, la planetaria, la que respaldaría la presencia de Santos Amaral en el certamen del Miss Universo, en el teatro de la madre de todas las batallas por la corona  de la belleza mundial, pero claro,  no sin antes que el presidente Chávez pase otro año viajando por el mundo, con la generosa chequera de petrodólares venezolanos en ristre, y convenciendo a emperadores, príncipes, presidentes y jefes de Estado que la salud de la revolución global y la salvación de la humanidad pasa porque  la República Bolivariana de Venezuela se estrene como refugio de la exclusiva belleza venezolana y latinoamericana.

Y vaya si podrá lograrlo, con tanto país sediento de petróleo barato, gobiernos deudores maulas y al borde del default, economías colapsadas y abarrotadas con productos nacionales malos y caros, o simples vividores como el presidente argentino, Néstor Kirchner, que asume compromisos con sus aliados extranjeros,  pero contando con los petrodólares del jeque venezolano.

Todos estos pálpitos, que no me atrevo a llamar ideas, se me han venido a la cabeza siguiendo las  reuniones en las cuales la Asamblea General de la ONU ha tratado de elegir un nuevo miembro no permanente al Consejo de Seguridad que, según decisión de los países centroamericanos,  grupo de cuyo seno debía salir el seleccionado, era Guatemala.

Y era de tal peso, justicia, calidad y oportunidad  la decisión a favor del escogido que la habían tomado desde hacía dos años, fecha que fue el inicio también para que los guatemaltecos  empezaran  a cuadrar los votos, de modo de acceder a un privilegio que no les había correspondido nunca.

 Pero he aquí que se les atravesó en el camino la furia, la arrogancia y el desprecio por los países pequeños e independientes del jefe de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, y alegando que se trataba, no de una decisión centroamericana ni guatemalteca, sino del mandamás del imperio y cabeza del capitalismo, George Bush, entonces él, el líder de la revolución latinoamericana y mundial lo desafiaba a mortal combate,  jurando, de paso,  por el Dios de sus padres, que le  propinaría una ominosa derrota.

Anotemos que como miembro del grupo de países sudamericanos que acababa de agotar el período que le correspondía con la representación argentina, que no había sido postulado por ningún país ni grupo de países y que, además, ya había sido 4 veces miembro no permanente del Consejo de Seguridad, Venezuela no tenía literalmente velas en ese entierro, por lo que debió limitarse, o  apoyar a Guatemala,  o abstenerse, o darle su voto a quien le saliera.

Pero no, hacía falta el show, el espectáculo, la exhibición, el circo y viendo la oportunidad de convertir durante 2 años la Asamblea General de la ONU en el teatro Teresa Carreño, y a Nueva York en el Balcón del Pueblo chavista, el presidente venezolano se dio durante casi un año a recorrer el mundo para procurarse los votos, pero de la única forma que sabe hacerlo, con la magia de los números de la chequera petrolera que después de cuantiosas ayudas, donaciones, regalos, empréstitos sin contratos y créditos sin intereses, dejaron las reservas internacionales con 1.500 millones de dólares menos.

O sea, una suerte de mercado globalizado del peor estilo neoliberal y competitivo, ya que al aparecer el comprador de los votos con sus petrodólares, tuvo que enfrentar una escasez artificial de la oferta, pagando cada vez precios más altos para satisfacer la insaciable demanda.

Y en este market-time ya ustedes pueden imaginar quienes se llenaron, quienes estimularon la presión de la demanda sobre la oferta, ofreciendo de repente los votos para después hacerlos difíciles, y terminar negociándolos, pero solo cuando los precios se iban por las nubes, no podían seguir subiendo y amenazaban con desplomarse.

Y era así como Chávez se iba al Cono Sur y anunciaba desde Buenos Aires o Montevideo “ahora conseguí 5 votos”, y seguía para África y declaraba en rueda de prensa, “ahora súmenle 14”, y en el Medio Oriente, al salir de una reunión con Ahmadinejad o Al-Asad, “cuente 15 más”; y en China, Rusia, Bielorrusia, Malasia, Vietnam, y etc, etc, etc, todo se volvió estas matemáticas que le permitieron proclamar una tarde: “Ya tengo los votos, ya soy el próximo miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, Bush, Calderón, Berger, Alán García, y demás traidores, pónganse las alpargatas que lo que viene es joropo”.

Pero llegó el día de la elección en la Asamblea General de la ONU entre el país “representante de los pueblos del mundo” y el país “títere del imperialismo norteamericano”, y he aquí que los votos no aparecen, que apenas alcanzan unos 75 votos promedio que están muy por debajo de los 110 que casi siempre respaldan la aspiración de Guatemala.

Y aquí explota el escándalo de que simplemente una fracción notable de los países “hermanos y amigos” que habían vendido sus votos a precio de oro al jeque petrolero venezolano, terminaron después dándoselos a Guatemala, no se sabe si en una operación de reventa, o porque quisieron jugarle una mala pasada al caudillo tropical.

Porque es que también se ha descubierto que muchos de los gobiernos “amigos y hermanos” que habían mercadeado sus votos, buscaban la oportunidad de pasarle factura a Chávez, pero no sin antes hacerse pagar para hacerlo quedar en ridículo.

Así, por ejemplo, Lula quería cobrarle la vaina que le echó con la nacionalización del gas boliviano, Kirchner por el desprecio público a que lo expone cada vez que aumenta la compra de bonos basura argentinos, Raúl Castro por presentarse como heredero de su hermano Fidel, y Rusia y China por declararse admirador de Stalin y Mao,  sus verdugos.

Pero en conjunto todos, revolucionarios y contrarrevolucionarios, antigringos y progringos, americanos, europeos, africanos y asiáticos que se pronunciaron  contra el caudillo enfermo  de incontinencia verbal que aprovecharía la coyuntura de tener un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad para presentarse en Nueva York a contar cuentos ramplones, archisabidos, kilométricos, incoherentes y sin un ápice de respeto por los oyentes.

Pero lo más insólito de Chávez y sus seguidores es que mientras más palos llevan en la ONU y queda claro que jamás alcanzaran los votos para el miembro no permanente en el Consejo de Seguridad, más se autoaplauden, celebran entre ellos mismos y dicen que harán morder el polvo de la derrota al imperialismo, Bush y los Estados.

Estafa, ficción o trampa de la fe contra la cual alerto a la diputada y segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional,  Desirée Santos Amaral, no sea que derrotada, abucheada y rechazada en el Miss Venezuela o  el Miss Universo, lea después un decreto de Chávez, refrendado por Rangel,  Maduro y la Asamblea Nacional,  ordenando que es “la señorita más bella del mundo”.

 
 
 
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