El
miércoles pasado la diputada y segunda vicepresidenta de la
Asamblea Nacional, Desirée Santos
Amaral, le declaró al periodista,
Hernán Lugo Galicia, de “El Nacional”: “El Jefe del Comando es
Ameliach; lo demás son
especulaciones, son informaciones que ponen a circular para
afectar la unidad; eso es como decir que yo me voy a lanzar al
Miss Venezuela”.
Informaciones que
no tengo ninguna razón para dudar, si bien me atrevo a apostar
que si el jefe máximo de la revolución latinoamericana y
mundial, el presidente Hugo Chávez Frías, le pide a Santos
Amaral que tire la parada y se
presente como candidata al Miss Venezuela, pues bien deja la
curul y se lanza a desfilar por las pasarelas.
Me baso para
sostener tan audaz, audacísima predicción, en lo
férreamente disciplinada que es la
diputada Santos Amaral, en su
calidad de revolucionaria ciento por cien, y en su
convencimiento, demostrado en oportunidades como el 11 de abril,
el paro petrolero y el referendo revocatorio, de que siendo
Chávez un revolucionario que tiene detrás a Jesucristo,
Bolívar, Zamora, Lenin,
Mao, el Che y Fidel, no hay
posibilidad de que deje fracasar a su candidata.
Máxime cuando
podría con una mínima presión (que digo “presión”, con
insinuarlo apenas) cambiar los reglamentos del concurso, o
amenazar con una apelación en el TSJ contra cualquier decisión
del jurado que no favorezca a su favorita, sin contar con
estruendosas, multitudinarias y combativas movilizaciones que
le torcerían el brazo a quien intenten burlar la voluntad
popular.
Acciones de calle
que irían paralelas al pronunciamiento de filósofos,
politólogos, historiadores, antropólogos, críticos de todo
pelaje, poetas, cineastas, pintores, actores, modistos y
modistas, top
models, gente del tipo Galiano,
Ramonet, Dieterich,
Lanz, Hernández Montoya,
Chalbaud,
Azpúrua, Quintana Castillo, Rudy
Rodríguez y Patricia Velásquez que no dudarían en afirmar que
la revolución bolivariana ha llegado con un nuevo ideal de
belleza, con el ícono a partir del
cual empezará a identificarse la belleza latinoamericana y
mundial, representado en los ojos, piel y cabello
raigalmente indígenas y
afrovenezolanos de esta Señorita
Venezuela que abriría el primer capítulo de la estética del
Socialismo del Siglo XXI.
Guerra asimétrica
nacional que será la antesala a otra, la internacional, la
planetaria, la que respaldaría la presencia de Santos
Amaral en el certamen del Miss
Universo, en el teatro de la madre de todas las batallas por la
corona de la belleza mundial, pero claro, no sin antes que el
presidente Chávez pase otro año viajando por el mundo, con la
generosa chequera de petrodólares venezolanos en ristre, y
convenciendo a emperadores, príncipes, presidentes y jefes de
Estado que la salud de la revolución global y la salvación de la
humanidad pasa porque la República Bolivariana de Venezuela se
estrene como refugio de la exclusiva belleza venezolana y
latinoamericana.
Y vaya si podrá
lograrlo, con tanto país sediento de petróleo barato, gobiernos
deudores maulas y al borde del default,
economías colapsadas y abarrotadas con productos nacionales
malos y caros, o simples vividores como el presidente argentino,
Néstor Kirchner, que asume
compromisos con sus aliados extranjeros, pero contando con los
petrodólares del jeque venezolano.
Todos estos
pálpitos, que no me atrevo a llamar ideas, se me han venido a la
cabeza siguiendo las reuniones en las cuales la Asamblea
General de la ONU ha tratado de elegir un nuevo miembro no
permanente al Consejo de Seguridad que, según decisión de los
países centroamericanos, grupo de cuyo seno debía salir el
seleccionado, era Guatemala.
Y era de tal
peso, justicia, calidad y oportunidad la decisión a favor del
escogido que la habían tomado desde hacía dos años, fecha que
fue el inicio también para que los guatemaltecos empezaran a
cuadrar los votos, de modo de acceder a un privilegio que no les
había correspondido nunca.
Pero he aquí que
se les atravesó en el camino la furia, la arrogancia y el
desprecio por los países pequeños e independientes del jefe de
la revolución bolivariana, Hugo Chávez, y alegando que se
trataba, no de una decisión centroamericana ni guatemalteca,
sino del mandamás del imperio y cabeza del capitalismo,
George Bush,
entonces él, el líder de la revolución latinoamericana y mundial
lo desafiaba a mortal combate, jurando, de paso, por el Dios
de sus padres, que le propinaría una ominosa derrota.
Anotemos que como
miembro del grupo de países sudamericanos que acababa de agotar
el período que le correspondía con la representación argentina,
que no había sido postulado por ningún país ni grupo de países y
que, además, ya había sido 4 veces miembro no permanente del
Consejo de Seguridad, Venezuela no tenía literalmente velas en
ese entierro, por lo que debió limitarse, o apoyar a
Guatemala, o abstenerse, o darle su voto a quien le saliera.
Pero no, hacía
falta el show, el espectáculo, la exhibición, el circo y viendo
la oportunidad de convertir durante 2 años la Asamblea General
de la ONU en el teatro Teresa Carreño, y a Nueva
York en el Balcón del Pueblo
chavista, el presidente venezolano
se dio durante casi un año a recorrer el mundo para procurarse
los votos, pero de la única forma que sabe hacerlo, con la magia
de los números de la chequera petrolera que después de
cuantiosas ayudas, donaciones, regalos, empréstitos sin
contratos y créditos sin intereses, dejaron las reservas
internacionales con 1.500 millones de dólares menos.
O sea, una suerte
de mercado globalizado del peor estilo neoliberal y competitivo,
ya que al aparecer el comprador de los votos con sus
petrodólares, tuvo que enfrentar una escasez artificial de la
oferta, pagando cada vez precios más altos para satisfacer la
insaciable demanda.
Y en este
market-time ya ustedes pueden
imaginar quienes se llenaron, quienes estimularon la presión de
la demanda sobre la oferta, ofreciendo de repente los votos para
después hacerlos difíciles, y terminar negociándolos, pero solo
cuando los precios se iban por las nubes, no podían seguir
subiendo y amenazaban con desplomarse.
Y era así como
Chávez se iba al Cono Sur y anunciaba desde Buenos Aires o
Montevideo “ahora conseguí 5 votos”, y seguía para África y
declaraba en rueda de prensa, “ahora súmenle 14”, y en el Medio
Oriente, al salir de una reunión con
Ahmadinejad o Al-Asad, “cuente 15 más”; y en China,
Rusia, Bielorrusia, Malasia, Vietnam, y etc,
etc, etc,
todo se volvió estas matemáticas que le permitieron proclamar
una tarde: “Ya tengo los votos, ya soy el próximo miembro no
permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU,
Bush, Calderón,
Berger, Alán García, y demás
traidores, pónganse las alpargatas que lo que viene es joropo”.
Pero llegó el día
de la elección en la Asamblea General de la ONU entre el país
“representante de los pueblos del mundo” y el país “títere del
imperialismo norteamericano”, y he aquí que los votos no
aparecen, que apenas alcanzan unos 75 votos promedio que están
muy por debajo de los 110 que casi siempre respaldan la
aspiración de Guatemala.
Y aquí explota el
escándalo de que simplemente una fracción notable de los países
“hermanos y amigos” que habían vendido sus votos a precio de oro
al jeque petrolero venezolano, terminaron después dándoselos a
Guatemala, no se sabe si en una operación de reventa, o porque
quisieron jugarle una mala pasada al caudillo tropical.
Porque es que
también se ha descubierto que muchos de los gobiernos “amigos y
hermanos” que habían mercadeado sus votos, buscaban la
oportunidad de pasarle factura a Chávez, pero no sin antes
hacerse pagar para hacerlo quedar en ridículo.
Así, por ejemplo,
Lula quería cobrarle la vaina que le echó con la nacionalización
del gas boliviano, Kirchner por el
desprecio público a que lo expone cada vez que aumenta la compra
de bonos basura argentinos, Raúl Castro por presentarse como
heredero de su hermano Fidel, y Rusia y China por declararse
admirador de Stalin y
Mao, sus verdugos.
Pero en conjunto
todos, revolucionarios y contrarrevolucionarios,
antigringos y
progringos, americanos, europeos, africanos y asiáticos
que se pronunciaron contra el caudillo enfermo de
incontinencia verbal que aprovecharía la coyuntura de tener un
puesto no permanente en el Consejo de Seguridad para presentarse
en Nueva York a contar cuentos
ramplones, archisabidos, kilométricos, incoherentes y sin un
ápice de respeto por los oyentes.
Pero lo más
insólito de Chávez y sus seguidores es que mientras más palos
llevan en la ONU y queda claro que jamás alcanzaran los votos
para el miembro no permanente en el Consejo de Seguridad, más se
autoaplauden, celebran entre ellos
mismos y dicen que harán morder el polvo de la derrota al
imperialismo, Bush y los Estados.
Estafa, ficción o
trampa de la fe contra la cual alerto a la diputada y segunda
vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Desirée
Santos Amaral, no sea que derrotada,
abucheada y rechazada en el Miss Venezuela o el Miss Universo,
lea después un decreto de Chávez, refrendado por
Rangel, Maduro y la Asamblea
Nacional, ordenando que es “la señorita más bella del mundo”.