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Rosales y Ortega en la calle
por Manuel Malaver
domingo, 20 agosto 2006

 

Aunque por motivaciones diferentes, y quien sabe si hasta por objetivos también, Manuel Rosales y Carlos Ortega irrumpieron a comienzos de la semana pasada con propuestas que sin duda serán decisivas en el curso que tome  la política venezolana de los próximos meses.

El maracucho convocando a los venezolanos a que lo apoyen en las elecciones de diciembre para alzarse con el triunfo electoral, y desalojar a Hugo Chávez de Miraflores; el falconiano, con una fuga espectacular de la cárcel de Ramo Verde la medianoche del domingo, cuando, en compañía de los  oficiales Darío, Jesús y Rafael Faría, tomó la calle  sin otro destino que no sea el de organizar la resistencia contra el autoritarismo chavista.

Inscrita la decisión del primero en los fragmentos de vida democrática que, en razón del interés del chavismo  de no verse denunciado como un régimen forajido y al margen de la ley, aun flotan como hilachas en la vida nacional; y la del segundo, en el sesgo francamente represivo y violatorio de los derechos humanos que tomó la autocracia después de abril y diciembre del 2002 y ha sido la causa de que veintenas de venezolanos permanezcan en las cárceles condenados a penas tan injustas, como ilegales.

Explícito Rosales en su propuesta como que las elecciones ofrecen un marco ideal de diálogo y contacto con la gente; menos conocida la de Ortega, pero deducida de su condición de perseguido de los cuerpos de seguridad del estado y de una carta que escribió recientemente al CDN de Acción Democrática reunido en Caracas, y donde apostó por la abstención en las elecciones y la resistencia a Chávez en la calle.

Pero igualmente dos líderes diferentes por sus hojas de vida, orígenes, perfiles y estilos, pues  el primero es un político profesional que tiene aproximadamente 20 años dando la pelea en su estado natal, Zulia y su capital, Maracaibo, siendo elegido unas veces como alcalde y otras como gobernador; en tanto que el segundo, es un líder sindical que fue dirigente de la Federación de Trabajadores Petroleros, Fedepetrol y es presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, CTV.

De ahí que la coyuntura en que Rosales y Ortega están en la calle, cada uno con su visión particular del rumbo que debe tomar la política venezolana en los próximos meses y quizá años, si bien no tiene porque significar otra ruptura en el seno de la oposición, sí va a representar una tensión, un escarceo, pues aparte del enfrentamiento que sostendrán los dos contra el régimen militar, dictatorial y colectivista, pondrá a prueba sus percepciones del gobierno y de las formas de lucha que se requieren para expulsarlo del poder.

Las elecciones de diciembre, y las tareas que conducirán a ellas, serán en este orden de ideas un primer escenario de este  punto de inflexión, tratando de establecer Rosales, y las fuerzas políticas que lo apoyan, no solo que el gobierno es derrotable por la vía electoral, sino que,  como también afirma, “es posible cobrar el triunfo”; Ortega, por su parte, insistirá presumiblemente en la idea de  que las elecciones son una ilusión y solo el pueblo en la calle, y aplicando el Art. 350 de la Constitución, o cualquier otro instrumento de acción, contienen la  carga para que Chávez y el chavismo abandonen Miraflores.

En su cruzada contará, en primer lugar, con el apoyo de partidos como Acción Democrática,  Alianza Popular, Alianza Bravo Pueblo y el Comando  Nacional de la Resistencia; y en segundo, con otras organizaciones e individualidades identificadas con una salida política a la crisis  que no privilegie la opción electoral.

Una incógnita a este respecto es la posición del movimiento sindical en general, y de la CTV en particular, en cuyo seno es presumible pensar que encuentre eco la propuesta de un líder natural como Ortega, si bien el actual presidente de la CTV, y otrora pupilo de Ortega, Manuel Cova, ya ha dicho que estará con la salida electoralista.

En cuanto a Rosales, ya cuenta con una coalición de partidos (Primero Justicia, Nuevo Tiempo, COPEI, MAS, Bandera Roja, Un Solo  Pueblo, Solidaridad, Izquierda Democrática, etc.) y el apoyo de individualidades cuyo peso e incidencia en la política nacional no puede ser más ponderable.

De modo que en más de un sentido, una y otra propuesta, con sus líderes, organizaciones e individualidades,  se juegan un primer tramo de su vigencia y permanencia el 3 de diciembre, pues el resultado electoral también dirá a los venezolanos si la razón está del lado de Ortega y sus seguidores, o de Rosales y la gente que lo acompaña.

Aquí, desde luego, la participación o la abstención serán el termómetro a medir, pues una Venezuela decidida a concurrir  mayoritariamente a las urnas  para premiar a su candidato y castigar al adversario, dirá que aun cree en la elecciones para buscarle salidas a la crisis nacional; en cambio que una abstención que castigue, tanto al gobierno, como a la oposición, será el indicio de que la democracia ha colapsado y las formas de lucha pasan a ser otras.

Con su especial olfato para la táctica, Chávez, ha sido el primer político en otear este posible cambio de rumbo y ya dijo en una rueda de prensa que antecedió al lanzamiento de su candidatura, que “si la abstención es muy alta entonces, habría que pensar que el camino de la revolución es otro”.

Pero de diciembre también podría salir una estrategia mixta, que es la que corresponde en el caso de regímenes autoritarios y estatólatras, que se ven obligados por la fuerza de las  “circunstancias” post guerra fría, a avanzar en el establecimiento de autocracias militaristas y colectivistas, pero decorándolas de espejismos seudo democráticos.

Pero si complejos, riesgosos y sutiles son los dilemas de la oposición, peor son los del gobierno que debe optar, o por jugar limpio, o más o menos limpio, en las elecciones de diciembre y así asegurar una brizna de paz social en el 2007; o barrer con todo vestigio de legalidad, pasando a confrontar una resistencia violenta, que con una conflictividad creciente y permanente en la calle, será el túnel por donde se fugue el poder acumulado por el chavismo durante los últimos 7 años y medio.

Pronóstico más pertinente que nunca si notamos que Ortega se acaba de fugar de una prisión militar con el apoyo de militares y que la capacidad de convocatoria y movilización de las llamadas fuerzas “revolucionarias” pareciera estar en sus mínimos históricos.

La autocracia chavista luce más y más, en efecto, como una de esas dictaduras tradicionales latinoamericanas, clientelares y represivas,  y menos como una revolución medianamente viable y el malestar que la invade, contamina y deshace no viene solo de fuera, sino de dentro.

Hay chavistas descontentos, y en ánimo de contribuir con algo o mucho al fin de la pesadilla, en el MVR, la burocracia, la FAN, PDVSA, la calle y en cualquier espacio donde se vean oportunidades de protestar, humillar y burlarse del peor gobierno que ha tenido Venezuela en sus casi 200 años de vida republicana.

Y también conspiraciones, escaramuzas  y emboscada, en ministerios, gobernaciones, alcaldías y empresas del estado, desde donde se percibe que solo con un cambio de gobierno el país evitaría verse sumida en el horror de que al parecer está saliendo Cuba después de 47 años de tiranía.

Pero si sombrías son las condiciones en que el chavismo sobrevive internamente, las externas son catástróficas, con un Chávez sin juego en las tres Américas, abandonado por Lula, Kirchner y Vásquez, tolerado solo como un vecino rico que en cualquier momento puede accionar la chequera para financiar proyectos y políticas inviables y aliado solo de estados y organizaciones del Medio Oriente y Asia Oriental que lucen desde hace tiempo la etiqueta de “terroristas”.

La oposición democrática, por su parte, está viviendo un segundo aire, como que de nuevo luce unida, y demuestra que está en capacidad de movilizar  a la sociedad civil y conducirla a una lucha donde el triunfo no es que es posible, está cerca.

Lo hemos visto en los últimos días, y lo seguiremos viendo en la medida que la gente asuma que después de Rosales viene Ortega, y que cualquiera de los dos, o los dos juntos, son los líderes para que Venezuela vuelva a ponerse de pie y sea la cabeza de la recuperación democrática del continente.

 
 
 
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