Tres
derrotas en fila india, y en menos de 48 horas, es la cosecha
chavista para el comienzo de la
tercera semana del mes de octubre.
Tanto
más espectaculares, cuanto que inciden en la capacidad de
expansión de la revolución “bolivariana” y nos refrendan que
salvo Cuba y Bolivia, el presidente Chávez no conseguirá otro
teatro, ni dentro ni fuera del continente, donde continuar su
pintoresco experimento.
Lo
increíble es que no se trata ni de golpes militares, ni de
insurrecciones “populares” promovidas por minorías
vanguardistas que forzaron a la renuncia de gobiernos legítimos,
sino de la acción de millones de electores que usando el voto
como arma le dijeron ¡NO! a candidatos que venían
confesamente a continuar los pasos y
aplicar las recetas del caudillo venezolano.
Hablaremos, en primer lugar, del virtual colapso de la
candidatura del economista, Rafael Correa, para la presidencia
de Ecuador en las elecciones del domingo, cuando una mayoría de
electores, no solo no le dio los votos para ganar en la primera
vuelta, sino que lo colocó segundo detrás del empresario Álvaro
Novoa con apenas el 22 por ciento de los sufragios.
Fue una
elección altamente polarizada, con Correa arrogándose el papel
de campeón de la lucha contra la corrupción, la oligarquía y el
imperialismo, así como la representación de las etnias
indígenas, los pobres, los marginados, los humillados y de todos
los que tienen hambre y sed de justicia.
De otro
lado, agarró al resto de los candidatos (unos 13 en total) y los
metió en el mismo saco, acusándolos de “traidores, corruptos,
vendepatrias, agentes del
imperialismo, lacayos de la oligarquía” y de todo el arsenal de
epítetos en que son tan profusos los que vienen a redimir a los
pobres y salvar a la humanidad.
Prédica
tan “disuasiva, eficaz y convincente” que con el 70 por ciento
de los votos escrutados para ayer martes (el patrón electoral
alcanzó los 10 millones de votantes), 5 de los 12 candidatos
“oligarcas” se alzaron con el 50 por ciento y Correa con apenas
el 22.
En otra
palabras, que el castro-correísmo-chavismo
“duro” de Ecuador alcanza apenas el 22 por ciento, por lo que en
el supuesto negado de que gane la segunda vuelta, le será
imposible imponerle a las mayorías ecuatorianas una “revolución”
que se dirige, en cuanto toma el poder, a destruir a la
democracia.
Pero tan sorprendente y conclusiva como la derrota de Correa
para la presidencia de Ecuador, resultó el rechazo del candidato
de Andrés Manuel López Obrador para la gobernación de su estado
natal Tabasco en México, César Raúl Ojeda, en una elección que
se tomó como un referendo para que los tabasqueños respaldaran o
rechazaran las denuncias de fraude en la elección presidencial
mexicana que alega el exalcalde de
Ciudad México y dirigente del PRD.
De ahí
que el propio López Obrador tomó las riendas de la campaña de
Ojeda, se trasladó a Tabasco a mitinear, presidir caravanas y
manifestaciones, pero solo para ver estupefacto como el
candidato del PRI, Andrés Granier,
ganaba con 10 puntos de ventaja.
Como se
sabe, el presidente Chávez es el único jefe de Estado del mundo
que sostiene que López Obrador ganó, que le fueron robados los
votos, y que el gobierno de Felipe Calderón es un gobierno
fraudulento.
De modo
que Chávez también salió derrotado en el “referendo” de Tabasco,
pues no fue solo el líder neopopulista
y excandidato presidencial del PRD
el único en sufrir un desmentido tan rotundo en sus pretensiones
de poner en entredicho la elección de Calderón, sino este
venezolano que no conoce límites para inmiscuirse en los asuntos
internos de otros países.
Por
último, quiero referirme a los sucesos de lunes y martes en la
ONU, cuando el gobierno venezolano que pasó los meses que van
del año en curso en una campaña dispendiosa, irracional y
abusiva para quitarle a Guatemala el puesto no permanente que le
corresponde en el Consejo Permanente de la organización, sufrió
derrota tras derrota, incapaz de reunir las dos terceras parte
de los votos necesarios y eventualmente forzado a renunciar para
abrirle paso a una tercera candidatura.
Y es
que de nuevo lo que resulta derrotado es la confrontación, el
odio, la guerra y la división, todas las recetas que el
marxismo del siglo XX esgrimió y que para salvar el mundo y lo
que hizo fue destruir un conjunto de países que por la vía de
pobreza, la desigualdad, las injusticias y las violaciones de
los derechos humanos se colocaron al borde la extinción.
Destino
al que no escaparán los venezolanos si no aprenden de Ecuador,
México, y la ONU y hacen de diciembre otro mes de octubre.