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Chávez: entre el rojo y el azul
por Manuel Malaver
domingo, 15 octubre 2006

 

No comparto la opinión de algunos colegas periodistas que afirman que el cambio de estrategia que transfiguró a Chávez,  de agresivo halcón en mansa paloma, obedece a la urgencia de conectarse con votantes de clase media que podrían potencialmente aumentar su caudal electoral para conseguir al menos la mitad de los 10 millones de votos.

No la comparto porque sería ingenuo  aspirar a juntar el agua y el aceite, a los polos que signan la fractura de la política venezolana actual, a la pareja que protagonizó uno de los matrimonios más cortos e incompatibles de la historia, con cada uno de sus extremos pasando a emblematizar lo que el otro rechaza.

Y esto lo saben menor que nadie los estrategas electorales chavistas, algunos de ellos auspiciadores de la tesis de que  la cultura política  de la clase media es refractaria con la revolución, y convencidos de que, en una campaña electoral tan corta, lo menos que debe hacerse es aventurar.

O lo que es lo mismo: que para que Chávez volviera a conectarse con la clase media como realidad política tendría que dejar de ser lo que es; o, a la inversa, que para que la  clase media se moviera en la idea de reconsiderar su rechazo a Chávez, tendría que dejar de ser clase media, y eso, ya sabemos, no está en el futuro inmediato de unos y otros.

Todo lo cual no puede sino llevarnos a la conclusión de que el cambio de estrategia electoral en el candidato del gobierno, tiene necesariamente que dirigirse a  apuntar a los vastos sectores populares que hasta poco tiempo constituyeron los bastiones del teniente coronel presidente y candidato, pero que hoy desertan, desaniman o dudan en repetir una experiencia que hasta ahora solo les ha significado pobreza, desempleo, inseguridad, muerte y destrucción.

Como prueba las concentraciones electorales chavistas del último mes y medio, donde unos pocos miles de manifestantes silenciosos, somnolientos, y más propensos a reclamar que aplaudir, se  medio acercan al presidente candidato, una buena parte de ellos presionada por el control fascistoide de “si no vas no hay empleo,  ayuda, o beca” y la otra con la esperanza de oír alguna medida urgente, viable y desesperada que les permita salir del infierno en que mal viven.

Distanciados, además, por hoscos anillos de seguridad con guardaespaldas armados hasta los dientes, que no permiten que el presidente candidato baje de una carroza o Chávezmovil, de una suerte de podio o pináculo, del cual habla como desde una atalaya, o púlpito.

Pero solo para repetir  las promesas de hace 8 años, los sermones del profeta que  arengaba a los pobres de los barrios a la conquista del paraíso terrenal, a emprender el éxodo hacia la tierra prometida, y  construir  la vía para tener acceso a viviendas dignas, empleos estables, servicios eficientes  y una vida segura.

Promesas y sermones que seguramente oyeron al lado del padre, del hijo, del hermano, tío, sobrino o amigo que ya no están porque en 8 años fue imposible salir del barrio, mejorar las condiciones de vida,  y una noche, o día cualesquiera, de una balacera entre bandas rivales salió el proyectil que les quitó la vida.

Y es que, en su sentido más gráfico, en esta escena de horror, sangre y muerte concluyó el paraíso terrenal chavista, la tierra prometida y el reino de Dios en la tierra, en una proliferación exponencial y terrible de bandas rivales que ya cuentan 100 mil asesinatos en 8 años, de grupos de exterminio y de mafias de sicarios que justamente se ceban entre los sectores más pobres, vulnerables y populosos, como que han sido dejados de la mano de Dios, sin control ni vigilancia policial que eviten su conversión en el teatro preferido para la perpetración de tal  danza del horror y la muerte.

Y pienso yo que será por eso que el cambio de estrategia electoral  también involucra la erradicación del color rojo, o por lo menos la desidentificación del candidato del gobierno con el color de la sangre, ya que para los habitantes de los barrios, y en general para todos los venezolanos, el rojo  no puede sino representar e invocar  la violencia,  la guerra y la muerte,  la pesadilla que los ha llevado  a convertirse prácticamente en una comunidad asolada y diezmada.

Y que no podrán evitar recordar al momento de depositar su voto el 3 de diciembre próximo, pues se tratará sencillamente  de optar por la vida o la muerte, por la guerra o la paz, por un sistema de libertades ciudadanas donde cada quien tendrá garantías para articular sus preferencias de vida, y otro en el cual  las actividades más mínimas estarán  relacionadas con la violencia, el rojo y la confrontación, en un país que no tendrá otro futuro que devenir en el cuartel que previó el Libertador, Simón Bolívar, en la Carta de Jamaica.

De modo que zamarra y ladinamente los estrategas electorales chavistas nos traen ahora un Chávez “in blue”, en azul (“El amor es azul” ¿se acuerdan?), un comandante en jefe que se desgrana, se deshace en una versión  de su biografía signada por el amor, y otra vez en promesas electorales  que parecen dichas por un líder del movimiento hippie de los 60, o el abad de alguna congregación religiosa inspirado desde el más allá  para hacer del amor terrenal y divino el centro de sus ruegos y oraciones.

Y digo yo si no pensarán los electores, ¿caramba y este no es el mismo individuo que lleva 8 años convertido en el campeón de la violencia, diciendo que los revolucionarios tienen que armarse para derrotar a los  contrarrevolucionarios, declarándose neutral ante el conflicto armado colombiano,  justificando a los terroristas porque y que protestan por las injusticias en el mundo, dotando a la FAN de armamento moderno y sofisticado, y llamando a la formación de milicias y fuerzas de reserva, de millones de hombres y mujeres que deben dormir con el fusil al lado y preparados para entrar en combate?

¿No es el mismo que desde hace 5 años predica la guerra asimétrica, la más cruel,  sangrienta y vandálica forma de guerra que ha conocido la humanidad porque es la guerra no sujeta a leyes, códigos ni convenciones; el mismo que obligó a la FAN a adoptarla como estrategia de seguridad y defensa, y cada mes promueve ejercicios donde presuntamente soldados, miembros de la reserva, la milicia o simples civiles se entrenan para tan feroz carnicería?

¿No es el mismo que se enorgullece de su amistad, alianza y solidaridad con los presidentes de Irán, Mahmoud Ahmadinejad y de Siria, Shapour Al-Asad, señores de la guerra moderna que también llaman terrorismo que estuvieron tras los sucesos que condujeron al reciente conflicto entre Israel y Hezbolá?

¿No es el mismo, en fin, que hace un mes no más pronunció un discurso en la ONU insultando a tirios y troyanos, pero en particular al presidente de los Estados Unidos, y reafirmando su condición de líder de una supuesta cruzada que  a  través de un nuevo Armagedón conduciría a la humanidad a la liberación definitiva?

Creo que la respuesta no deja lugar a  dudas y  que conducirá a  los electores de los sectores más vulnerables del país  a dar otro paso en el desenmascaramiento de un hegemón que no conoce límites en su ambición desmesurada y, pasa en días, de la ferocidad a la cursilería, de la tragedia a la comedia, de la ortiga al olivo, del rojo al azul, de todo lo que simbólicamente revela que estamos en manos de un maquiavelista irresponsable para quien ni los principios, ni las palabras, ni la vida valen nada.

El mismo que hemos visto durante estos años ahincado, es cierto, en la idea fija de la guerra, la muerte y la destrucción, pero sin empacho en reunirse con líderes de la comunidad internacional para quienes el bien supremo es lograr un mundo más seguro, más reconciliado, y conducido por las reglas y normas de un estado de derecho garante de la paz.

De ahí que no sea exagerado afirmar que estamos en el acto final de la hipocresía y la impostura, en el  momento en que el pueblo venezolano, y fundamentalmente sus sectores más pobres y vulnerables, votarán mayoritariamente contra Chávez y darán paso a otra Venezuela donde predominen  la verdad, el bienestar, la igualdad, la justicia y la seguridad.

El país que les fue arrebatado bajo  engaño  y ahora es un infierno cruzado de fusiles y cañones que apuntan, tanto contra los deseos de una comunidad que quiere trabajar, estudiar y vivir en paz, como contra otros países que han visto sus espacios políticos y sociales invadidos y subvertidos por un caudillo cuya misión, dice, es restaurar la utopía marxista en la que fracasaron Lenin, Stalin, Mao y Castro.

Una aberración, un extravío, una pesadilla que anda ahora cantando “El amor es azul”, pero antes, hasta hace una semana no más, gritaba “Oligarcas, temblad”,  y el “Que asome la cabeza duro con él”.

Una prueba más del cambio de escena que pueden instrumentar quienes no tienen otra finalidad que conquistar y dominar y no se detienen en inventar lo que sea para conseguir reclutas para la cruzada de la muerte.

Pero que será el último, o por lo menos un tramo menos en la carrera que le permitirá a Venezuela ser el país moderno, pacífico y civilizado que una vez fue y merece volver a ser.

Creo que el 3 de diciembre próximo será decisivo en este sentido, ya que si Chávez lograr permanecer será en condiciones que no le permitirán avanzar, sino retroceder.

 
 
 
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