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América del Sur y la muerte de Pinochet
por Manuel Malaver
miércoles, 13 diciembre 2006

 

Como siempre soñé con un día en que los latinoamericanos dejáramos de hablar de dictaduras y dictadores, entonces pueden imaginarse mi incomodidad al no poder escapar al díctum de tener que referirme a la muerte del dictador chileno, Augusto Pinochet.

Y lo que es peor: de tener que  ocuparme dentro de poco del deceso de otro dictador, y quien sabe si durante los próximos 10 años o más mantenerme atareado entre dictadores que aparecen, desaparecen, o reaparecen en una suerte de ritual de abominación de la muerte, la violencia y la fatalidad que a marchas forzadas nos estrecha en su círculo de hierro.

Porque es que, contrario a lo que pensaron los hombres de mi generación y de otras generaciones, la materia prima para la formación de dictaduras y dictadores en América del Sur no se agotó con Pinochet, y sus congéneres de Brasil, Uruguay y Argentina durante los 70 y 80 y más bien como en un magma silente pero bullente se mantuvo a la espera de las condiciones que la hicieran irrumpir a flor de tierra.

Y estas llegaron como consecuencia de la impaciencia por los resultados de la modernización económica que se inició después de la caída del muro de Berlín y el colapso del socialismo real, cuando pareció viable que con el efecto de demostración de la catástrofe del fin del mundo comunista, todo cuando se le igualaba o semejaba (socialismo, autoritarismo, colectivismo, populismo y totalitarismo) pasaban al invernadero de la historia.

El caso fue que alentados por los náufragos que se resistían a morir, hábiles demagogos venidos, unos del mundo militar, otros de la universidades, y otros de las etnias indígenas, se dispararon a agitar e incendiar la pradera de los justos resentimientos por la lenta distribución de la riqueza que generaban las reformas económicas, creando la mayoría electoral que en elecciones democráticas, limpias y transparentes garantizaba el ascenso de los neo dictadores.

O sea, que está naciendo  (o ya nació)  el dictador que no viene de las asonadas cuartelarias, la guerra de guerrillas y las insurrecciones populares, sino de la participación en procesos electorales  y de mayorías de votantes circunstanciales que prestan su concurso para que el  personalismo recién acuñado desmonte la constitucionalidad vigente, cree otra marcadamente autocrática y avance rápidamente en la ruta para que “su majestad” se convierta  en dictador vitalicio.

Desde luego que este es el  mapa por el que se ha guiado hasta ahora la neodictadura de Hugo Chávez en Venezuela, pero que igualmente, aunque con suerte variada, se está tratando de implementar en Bolivia y lo más seguro es que en el Ecuador de Rafael Correa.

Lo importante a destacar de todas maneras, es que la oportunidad de que el subcontinente marchara como un todo en el establecimiento de un espacio democrático donde el bienestar económico, la revolución tecnológica y la igualdad social marcaran la pauta para la inserción en el siglo XXI, se está esfumando y ya pocos dudan de que América del Sur  se precipita a constituirse en una de las zonas más atrasadas del planeta.

Atraso con dictadores mesiánicos, ideas anacrónicas de la justicia social, institucionalidad que se arma y desarma para atender la demanda  del mandamás de turno e implementación de un modelo económico alternativo que es el mismo que fracasó en el socialismo real y significará una pérdida enorme de recursos, tiempo y energía para todo el continente.

De modo que si bien cabe celebrar que los dictadores más longevos y terribles de América no serán dentro de poco sino un recuerdo para abominar y olvidar, nuevos retoños de la especie están naciendo, y quien sabe si mejor dotados para hacer daño y retroceder las agujas del reloj histórico a un tiempo incomprensible porque sus signos hace tiempo que pertenecen al lenguaje fósil.

Son los hechos que están determinando que América del Sur sea una región que cada día se borra más del mapa mundial, siendo sustituida por países como India y China,  de la cuales ya se auguran serán las estrellas del siglo XXI.

No por algo en una reciente visita a India, el presidente de China, Hu Jin Tao, en un discurso que hará historia afirmó que “El siglo XXI será un siglo asiático”.

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo, 8 marzo 2006

 
 
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