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Lo que dejó el 3 de diciembre
por Manuel Malaver
miércoles, 6 diciembre 2006

 

No debería haber sabor de derrota en  la oposición que participó en las elecciones del 3 de diciembre.

Y si lo hay, no hay razón para lo haya y  dure más allá de las horas o días que son propicios para que no se mire más allá de la pura y simple frustración.

Básicamente porque durante la campaña electoral que condujo al acto comicial del 3, la oposición se reencontró con sus propias fuerzas, con los millones de personas que a lo largo y ancho del país escucharon la convocatoria de Manuel Rosales y dijeron de nuevo que confían en el rescate de la democracia venezolana.

Millones que el gobierno dice  fueron casi 4,  actas electorales que se conocerán dentro de poco  4 y medio y según datos más confiables, 5 y tanto.

O sea, casi como los 6 que dice el CNE que tiene Chávez, pero que fueron a las elecciones en condiciones altamente desventajosas como que enfrentaron a un caudillo que tiene 8 años a la cabeza del estado más poderoso de América latina y que no dudó en usar todos lo recursos del estado para aplastar a la oposición, y no la aplastó.

 Y ahí está sin duda el dato más importante de la campaña electoral, y es que con apenas 3 meses y medio de campaña, con un candidato que venía de provincia y sin la promoción de los líderes nacionales, enfrentado a un presidente que pretendía ser reelecto después de 8 años en el poder, y cabeza del estado más poderoso del continente, la oposición se mantuvo, tanto  viva, como en condiciones de emprender nuevas batallas.

Y aquí vale preguntarse qué habría sucedido si la oposición en vez de pasar 3 años desmovilizada a raíz de los resultados del referendo revocatorio del 3 de agosto del 2004, sin liderazgo, enferma de  abstencionismo y mirándose el ombligo, hubiera continuado la participación política, la lucha callejera y disputándole al gobierno los espacios que cómodamente pasó a ocupar.

Pues que seguramente habría acumulado los apoyos para propinarle una derrota definitiva al chavismo, por una avalancha que nos permitiera respaldar el triunfo en los centros de votación con una movilización popular que no dejara pasar uno de solo de los comunicados dudosos de  agencias gubernamentales como el CNE.

Y esa es la lección fundamental que debe aprender la oposición del acto comicial del 3-D, y es que independientemente de los resultados, no debe sustituirse por nada la participación popular, la lucha política y la movilización callejera que debe ser el centro de los nuevos empeños por rescatar la democracia.

Sobre todo ahora que surge un nuevo liderazgo, figuras como Manuel Rosales, Julio Montoya, Leopoldo López y William Ojeda que comprenden y practican el axioma de que la lucha política se hace en la calle y en este país quien no esté dispuesto a subir cerro debe dedicarse a otra cosa.

Pero  si dije que los resultados del 3-D no tienen porque dejar un sabor de derrota en la oposición, también creo que no tienen porque dejar un sabor de triunfo en el gobierno, ya que las cifras del CNE reportan un Chávez que no termina de encontrar un apoyo contundente para llevar adelante su proyecto fundacional (los famosos “10 millones por el buche”), y con 6 millones de votos es apenas casi un tercio del total de electores que es de 17 millones.

O sea, que si con los 4 millones de votantes de la oposición se redondea un total de 10 millones de electores que participaron en el acto comicial, entonces quedan 7 millones de venezolanos no incorporados a la lucha política, pero a los que, no obstante, hay que reconocerle sus derechos y preferencias.

Todo lo cual no puede  sino conducirnos a la conclusión de que contrario a lo que se dice, Chávez no es la mayoría de los venezolanos inscritos en el REP, sino la más importante de las minorías.

Y como primera minoría, debe oír la segunda, a los abstencionistas y a los chavistas democráticos que de conjunto dijeron el domingo que creen en la democracia, en la sucesión pacífica de los gobiernos y en la solución consensuadas de los conflictos.

Democracia que es fundamentalmente pluralidad, inclusión, debate y respeto por los derechos de las minorías.

Si no, solo queda la vía de la violencia, la ruptura y la guerra civil y ahí no gana nadie.

 *

  Artículo publicado en el vespertino El Mundo, 8 marzo 2006

 
 
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