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El caso de Alvin Lezama
por Manuel Malaver
miércoles, 6 septiembre 2006

 

No puede negarse que hasta el viernes  primero de septiembre el director de CONATEL, Alvin Lezama, pasó por ser un revolucionario duro, pero imparcial; radical, pero respetuoso de la ley.

        Y sorprendía verlo con su pinta de funcionario civil pero que con un cuartel en la cabeza, mandando a investigar  televisoras por acá, o llevándose  unas microondas por allá, pero jamás sin dejar de echar  mano a los artículos de las leyes y reglamentos que según él autorizaban sus acciones, y leyéndolos con una voz de locutor educada para la promoción de detergentes o de médium que intermedia comunicaciones desde el más allá.

        Porque es que en eso de  revolucionarios que se lo tomaban en serio, quizá ninguno como Alvin Lezama, siempre circunspecto, ceñudo, mirando de reojo y deslizando que primero pasarían sobre su cadáver antes que permitir que oficialistas y opositores violentaran la ley.

        O sea, todo un apóstol del “caiga quien caiga”, y del “investigar hasta las últimas consecuencias” que, a pesar de saberse  había estado en las conspiraciones del 92 y de ser un militante del MVR, soltaba la duda de que podía tratarse de esa avis raris que se convierte  en la excepción de la regla.

        Ah, pero llegó el fatídico viernes primero de septiembre, día del regreso al país del presidente Chávez después de un viaje de 12 días por Asia y África, y se ve que el grave, el circunspecto, el imparcial, el objetivo, Alvin Lezama, no resistió y decidió desfilar con boina y camisa roja, con kit de manifestante y porte de talibán, como un tupamaro cualquiera.

        Ruptura del canon, del protocolo, del reglamento que uno podía sospechar lo haría algún día, pero con algún recato, buscándose un pretexto rebuscado pero credible, y no lanzándose por la calle del medio, quitándose la careta, derrapándose, desbaratándose, y diciéndole al canal 8, sin que nadie se lo preguntara y como para que lo oyera todo el país, que estaba ahí como revolucionario, como militante del proceso y feliz de haber venido a confundirse con los cientos de miles que participaban en aquel zafarrancho.

        Transgresión, además, de la información “objetiva, veraz y oportuna” ya que con solo darse una miradita por los alrededores, el intérprete y fiscal de la Ley Mordaza que también llaman Resorte, se habría dado cuenta que se trataba de una manifestación de no más de 15 mil personas.

        Pero nada que contuviera al director de CONATEL, entusiasmado y orgulloso como estaba de ser un cronista de primera en lo de certificar que el viaje No. 400 del presidente Chávez había sido todo un éxito, que de China, Malasia, Angola y Siria no lo querían dejar venir, y  le rogaban que  enviara expertos para que guiaran a sus pueblos en la aplicación  de  las pautas y principios del socialismo del siglo XXI.

        De modo que ya se sabe dentro y fuera de las fronteras nacionales, ya conocen venezolanos y extranjeros, ya pudieron verlo en la OEA, la ONU y la EU de que se trata cuando se habla de la Ley Mordaza o Resorte, y como el funcionario que debe velar al más alto nivel por su cumplimiento, es un revolucionario ideologizado, militante del proceso y adorador del presidente Chávez cuya misión, no solo en CONATEL, sino en este mundo, es trabajar por la liberación de la humanidad.

        Lo estamos viendo en este momento, cuando usurpando funciones que le competen al CNE y haciéndose eco de una denuncia salida de los laboratorios de guerra sucia del comando de campaña de Chávez, está “visitando” medios como Globovisión y el RCTV, para complacer al jefe que acaba de recorrer el mundo y debe saber, después de tanto tiempo, que cuenta aquí con funcionarios que velan por los intereses del proceso y están dispuestos a dar lo que sea por defenderlo.

        Incluso a hacer el ridículo, demostrar que si no se es un Juan Barreto, no es porque falten ganas ni vocación, sino porque todo tiene su tiempo.

        Que va  a llegar y puede estar llegando, si es que la candidatura de Manuel Rosales sigue creciendo y contarse en las elecciones de diciembre puede ser un riesgo más grande que darle un palo a la lámpara.

        ¿Entonces para qué el Alvin Lezama de la voz engolada y con su porte de funcionario serio, circunspecto, ceñudo y escrupuloso apego a la ley? ¿No es preferible tomar el camino de Maquiavelo, copiado por Barreto,  que recomienda que los males, si se ejecutan temprano, mejor?

        Final que puede ser una exageración ¿pero no es verdad que lo de Alvin Lezama es como para ponerse a elucubrar?

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo, 6 septiembre 2006

 
 
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