La
campaña de terrorismo electoral iniciada por el gobierno desde
mediados de la semana pasada contra oficiales de la FAN y
trabajadores de PDVSA, no debe tomarse como un hecho aislado y
pasajero dentro de los lógicos enfrentamientos que surgen
cuando dos candidatos radicalmente opuestos luchan por la
presidencia de un país.
Al
contrario, pienso que, tanto la intervención de Chávez el
miércoles en la noche en el auditorio del Círculo Militar ante
la alta oficialidad de la FAN, como el discurso del ministro de
Energía y Petróleo, y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, a un
grupo de gerentes, técnicos y trabajadores de la estatal
petrolera -dado a conocer en un video que circula ampliamente
desde el jueves-son el anuncio, no solo de que el mes que queda
de la campaña electoral estará signado por el miedo, el chantaje
y la intimidación a que obliga la búsqueda forzosa y desesperada
del voto, sino igualmente, de una política que continuaría a un
Chávez triunfante el 3 de diciembre y lanzado definitivamente
por el atajo de la represión, la exclusión, el acoso y la
consolidación de un régimen autocrático y totalitario.
Fíjense
que en uno y otro caso, el de Chávez en la FAN y el de Ramírez
en PDVSA, el recurso básico utilizado atañe a la violación de
derechos constitucionales como son el derecho al trabajo, y la
coacción a los electores para que no elijan al candidato de su
preferencia, pero prefigurando que de de fallar este primer
paso de la ofensiva, se pasaría pura y simplemente al expediente
que ya involucraría la pérdida del trabajo, la libertad o la
vida.
Y es
aquí donde conviene no llamarse a engaño, y tanto opositores
como seguidores de Chávez, tanto los oficiales de la FAN, como
los trabajadores de PDVSA, y de todo el sector público y privado
de Venezuela, deberían anotar que se les está amenazando con una
guerra, con las cadenas, cerrojos y
patíbulos en que concluyen siempre los experimentos políticos
que portan la vara mágica para salvar a la humanidad.
Claro
que en los discursos reseñados, y particularmente en el de la
FAN, la amenaza de exclusión, acoso, exilio y muerte, no vino
sin una operación de ablandamiento, como fue el ofrecimiento de
Chávez a un grupo de ciudadanos que no salían de su asombro, de
que también traía las alforjas llenas, la botija repleta, la
bolsa a reventar y que estaba dispuesto a derramarla, repartirla
y rematarla, pero siempre y cuando los presuntos beneficiados le
garantizaran lealtad, entrega, obediencia, disciplina y
complicidad.
Fue sin
duda el suceso más lamentable de cuantos sucesos lamentables han
presenciado los venezolanos de los tiempos del
disparatario
chavista, por cuanto, pocas veces se había visto en
público a un jefe de estado rebajándose para rebajarse a los
otros, pocas veces se había visto a una mediocridad inflada y
enloquecida por procurarse un lugar de honor en la comisión de
ridiculeces en la historia, tentando a través del lucro y las
ventajas materiales a quienes no están obligados por otro
juramento que no sea el del respeto y defensa de la constitución
y las leyes.
Oficiales a quienes Chávez ofreció villas y castillos, el oro y
el moro, con asignaciones de dinero para la
compra de casas, carros, tarjetas de crédito sin límites
de gasto, bonos, préstamos y de todos los bienes a los cuales
puede con justicia pretender acceder cualquier profesional de
clase media que piensa que su trabajo deben ser bien remunerado.
Pero
que es justamente lo contrario de cuanto Chávez ofrece, promete
y recomienda a jóvenes estudiantes de menores recursos que son
prácticamente conminados a que hagan votos de pobreza, que no
vivan para el lucro, las comodidades y la acumulación de riqueza
y dediquen sus vidas, como en un apostolado
medieval y monástico, a los que tienen hambre y sed de
justicia.
Que no
es por cierto el caso del teniente coronel y presidente de
Venezuela, quien pasa sus días en el fausto, el derroche y el
lujo extremos, disponiendo a discreción de las reservas y
recursos del país, usufructuando de las ventajas de contar con
un avión privado pagado por los venezolanos, habitante en
hoteles cinco estrellas de 1000 dólares la noche, huésped de
emperadores, príncipes, reyes, presidentes y primeros ministros,
y vestido, alimentado, y enjoyado por algunas de la firmas más
celebradas del ramo.
Y
decidido como cualquier otro dictador a quien la fama y la
fortuna sonrió de repente lanzándolo a la lista de los “ricos y
famosos”, a no entregar el poder sino por la fuerza, a violentar
la constitución y las leyes, a concusionar
y defraudar si la voluntad de una mayoría de venezolanos se
activa para poner fin a su mandato.
Pero
sin que la posibilidad de torcer la voluntad de los electores,
ponga fin al plan del dictador de convertir a Venezuela en una
isla del terror, persecución y muerte, y que al igual que como
ya se vio en el Caribe durante los tiempos de Trujillo,
Somoza,
Duvalier y Castro, cierre para la libertad, la democracia
y los derechos humanos a 26 millones de venezolanos que
pasarían a padecer una vida de esclavos.
Es lo
que también se percibe en las palabras propias por lo escueto de
un político de los bajos fondos, de los que se forman en las
lides del
gangsterismo y las mafias, del ministro de Energía y
Petróleo y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, quien tuvo que
necesitar presentarse a un acto rodeado de matones armados
hasta los dientes, para hilar las únicas palabras coherentes que
ha dicho en su vida.
Una
antología del terror, tanto más peligrosa como que vienen de un
burócrata que no se ha distinguido por nada más en la vida, y
dicha en el tono del asaltante que temblando por el miedo y el
trauma mismo del asalto le dice a su víctima: “Tu voto o la
vida”.
Que no
tardará en convertirse, si es que Chávez gana en las elecciones
del 3 de diciembre próximo en un:“O
me apoyas, o te haré pagar tu desamor, desprecio y rechazo con
cárcel, exilio o muerte”.
Nada
desde luego diferente a lo que se ha vivido y sufrido en otros
regímenes autocráticos y totalitarios del mundo, pero sin duda
que instrumentado por burócratas, agentes represivos, y matones
de oficio que por lo menos tenían la prudencia de callar.
De modo
que Venezuela, no solo está a las puertas de lo que puede ser
única y última satrapía totalitaria del siglo XXI, sino
perpetrada, además, por mastines escandalosos que se agitan y
hacen ruido como para que su vesania no se olvide.
Sobre
todo durante los 31 días que restan para las votaciones del 3 de
diciembre que deben convertirse en la encrucijada para que las
mayorías nacionales decidan si quieren vivir en libertad, o
convertir al país en los auditorios en que Chávez y Ramírez les
gritaron a oficiales de la FAN y a los trabajadores de PDVSA:
“Tu voto o la vida”.