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Tiempo de terrorismo electoral
por Manuel Malaver
domingo, 5 noviembre 2006

 

La campaña de terrorismo electoral  iniciada por el gobierno desde mediados de la semana pasada contra oficiales de la FAN  y trabajadores de PDVSA, no debe tomarse como un hecho aislado y pasajero  dentro de los lógicos enfrentamientos que surgen cuando dos candidatos radicalmente opuestos luchan por la presidencia de un país.

        Al contrario, pienso que, tanto la intervención de Chávez el miércoles en la noche en el auditorio del Círculo Militar ante la alta oficialidad de la FAN, como  el discurso del ministro de Energía y Petróleo, y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, a un grupo de gerentes, técnicos y trabajadores de la estatal petrolera -dado a conocer en un video que circula ampliamente desde el jueves-son el anuncio, no solo de que el mes que queda de la campaña electoral estará signado por el miedo, el chantaje y la intimidación a que obliga la búsqueda forzosa y desesperada del voto, sino igualmente, de una política que continuaría a un Chávez triunfante el 3 de diciembre y lanzado definitivamente por el atajo de la represión, la exclusión, el acoso y la consolidación de un régimen autocrático y totalitario.

        Fíjense que en uno y otro caso, el de Chávez en la FAN y  el de Ramírez en PDVSA, el recurso básico utilizado atañe a la violación de derechos constitucionales como son el derecho al trabajo, y la coacción a los electores para que no elijan al candidato de su preferencia,  pero prefigurando que de de fallar este primer paso de la ofensiva, se pasaría pura y simplemente al expediente que ya involucraría la pérdida del trabajo,  la libertad o la vida.

        Y es aquí donde conviene no llamarse a engaño, y tanto opositores como seguidores de Chávez, tanto los oficiales de la FAN, como los trabajadores de PDVSA, y de todo el sector público y privado de Venezuela, deberían anotar que se les está amenazando con una guerra, con las cadenas, cerrojos y patíbulos en que concluyen siempre los experimentos políticos que portan la vara mágica para salvar a la humanidad.

        Claro que en los discursos reseñados, y particularmente en el de la FAN, la amenaza de exclusión, acoso, exilio y muerte, no vino sin una operación de ablandamiento, como fue el ofrecimiento de Chávez a un grupo de ciudadanos que no salían de su asombro, de que también traía las alforjas llenas,  la botija repleta, la bolsa a reventar y que estaba dispuesto a derramarla, repartirla y rematarla, pero siempre y cuando los presuntos beneficiados le garantizaran lealtad, entrega, obediencia, disciplina y complicidad.

        Fue sin duda el suceso más lamentable de cuantos sucesos lamentables han presenciado los venezolanos de los tiempos del disparatario chavista, por cuanto, pocas veces se había visto en público a un jefe de estado rebajándose para rebajarse a los otros, pocas veces se había visto a una mediocridad inflada y enloquecida por procurarse un lugar de honor en la comisión de ridiculeces en la historia, tentando a través del lucro y las ventajas materiales a quienes no están obligados por otro juramento que no sea el del respeto y defensa de la constitución y las leyes.

        Oficiales a quienes Chávez ofreció  villas y castillos, el oro y el moro, con asignaciones de dinero para la compra de casas, carros, tarjetas de crédito sin límites de gasto, bonos, préstamos y de todos los bienes a los cuales puede con justicia pretender acceder cualquier profesional de clase media que piensa que su trabajo deben ser bien remunerado.

        Pero que es justamente lo contrario de cuanto Chávez ofrece, promete y recomienda a jóvenes estudiantes de menores recursos que son prácticamente conminados a que hagan votos de pobreza, que no vivan para el lucro, las comodidades y la acumulación de riqueza y dediquen sus vidas, como en un apostolado medieval y monástico, a los que tienen hambre y sed de justicia.

        Que no es por cierto el caso del teniente coronel y presidente de Venezuela, quien pasa sus días en el fausto, el derroche y el lujo extremos, disponiendo a discreción de las reservas y recursos del país, usufructuando de las ventajas de contar con un avión privado pagado por los venezolanos, habitante en hoteles cinco estrellas de 1000 dólares la noche, huésped de emperadores, príncipes, reyes, presidentes y primeros ministros, y vestido, alimentado, y enjoyado por algunas de la firmas más celebradas del ramo.

        Y decidido como cualquier otro dictador a quien la fama y la fortuna sonrió de repente lanzándolo  a la lista de los “ricos y famosos”, a no entregar el poder sino por la fuerza, a violentar la constitución y las leyes, a concusionar y defraudar si la voluntad de una mayoría de venezolanos se activa para poner fin a su mandato.

        Pero sin que la posibilidad de torcer la voluntad de los electores, ponga fin al plan del dictador de convertir a Venezuela en una isla del terror, persecución y muerte, y que al igual que como ya se vio en el Caribe durante los tiempos de Trujillo, Somoza, Duvalier y Castro, cierre para la libertad, la democracia y los derechos humanos  a 26 millones de venezolanos que pasarían a padecer una vida de esclavos.

        Es lo que también se percibe en las palabras propias por lo escueto de un político de los bajos fondos, de los que se forman en las lides del gangsterismo y  las mafias, del ministro de Energía y Petróleo y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, quien tuvo que necesitar  presentarse a un acto rodeado de matones armados hasta los dientes, para hilar las únicas palabras coherentes que ha dicho en su vida.

        Una antología del terror, tanto más peligrosa como que vienen de un burócrata que no se ha distinguido por nada más en la vida, y dicha en el tono del asaltante que temblando por el miedo y el trauma mismo del asalto le dice a su víctima: “Tu voto o la vida”.

        Que no tardará en convertirse, si es que Chávez gana en las elecciones del 3 de diciembre próximo en un:“O me apoyas, o te haré pagar tu desamor, desprecio y rechazo con cárcel, exilio o muerte”.

        Nada desde luego diferente a lo que se ha vivido y sufrido en otros regímenes autocráticos y totalitarios del mundo, pero sin duda que instrumentado por burócratas, agentes represivos,  y matones de oficio que por lo menos tenían la prudencia de callar.

        De modo que Venezuela, no solo está a las puertas de lo que puede ser única y última satrapía totalitaria del siglo XXI, sino perpetrada, además, por mastines escandalosos que se agitan y hacen  ruido como para que su vesania no se olvide.

        Sobre todo durante los 31 días que restan para las votaciones del 3 de diciembre que deben convertirse en la encrucijada para que las mayorías nacionales decidan si quieren vivir en libertad, o convertir al país en los auditorios en que Chávez y Ramírez les gritaron a oficiales de la FAN y a los trabajadores de PDVSA: “Tu voto o la vida”.

 
 
 
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