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Chávez: compitió solo y llegó de último 
por Manuel Malaver
miércoles, 14 diciembre 2005

 

La frase del título no recuerdo si la oí o leí, pero lo cierto es que grafica muy bien la paradoja de quien pasándose de vivo cree que la democracia es un juego de un solo contendor y no advierte que el público, con solo negarse a ir al estadio, puede dejarlo en el más espantoso ridículo.

Lo cual representa una pérdida enorme, incalculable,  mucho más contundente que si se hubiese perdido en buena lid, pues la fortaleza o debilidad de un gobierno, de cualquier gobierno -e independiente que se etiquete de democrático o antidemocrático- siempre se medirá por su capacidad de convocar a los electores para que respalden o rechacen sus políticas.

Sobre todo si se habla de un gobierno que proclama a los cuatro vientos su olor a popularidad, su condición de “democrático, participativo y protagónico”, que debe y tiene en todas las circunstancias que estar rodeado y entre mayorías para sentir que está cumpliendo su misión y destino.

Una condición que también recibe el agregado de “revolucionario”, para terminar de confirmar que en la calle o en las urnas, en el campo o en la ciudad, en Venezuela o en el extranjero, Hugo Chávez y los suyos deben estar rodeados de multitudes que establezcan que por lo menos, para ellas,   cuanto dice es cierto y certificable.

De ahí que haya dos elementos de la política chavista que nos guste o no  están perfectamente explicados.-1) El gasto colosal para montar la maquinaria electoral de voto interferido más eficiente que se conoce en el mundo; y 2)  Los programas sociales  que inducen a los electores a concurrir a las urnas, ya sea para elegir a los candidatos del gobierno, o a los de la oposición, pero suministrando siempre la masa crítica que permite decir que el gobierno ganó y que el sistema electoral es confiable.

Quiere decir que lo que  sucedió de especial en las elecciones del domingo antepasado con la descomunal abstención del 80 por ciento, es que el pueblo no se sintió convocado por el presidente ni su partido y así Chávez no pudo llevar a cabo una jugarreta, ni otra.

O sea, se quedó solo, íngrimo y solo, sin ese olor de pueblo que hasta ahora fue la sal de la “democracia participativa y protagónica”, el condimento de la revolución que “los” había redimido, el impulso del presidente que estaba llevándole las mismas bienaventuranzas a los pobres del mundo.

Una situación para la reflexión y preguntarse si Chávez alguna vez cumplió ese papel, o si prometió cumplirlo y no lo logró y el pueblo, harto de promesas, decidió darle la espalda.

Pero es que en cuanto tal desaire ocurre en un proceso electoral, entonces las preguntas se extienden a inquirir sobre las naturaleza del sistema y proceso electoral venezolanos, de las condiciones en que se realiza y si la ausencia de votantes no está relacionada con la desconfianza en una parafernalia construida solo para el conocimiento, solaz y disfrute de unos pocos.

Y tratando de responder estas preguntas es cuando el especialista,  académico, analista político y el observador nacional y extranjero se encuentra que se trata de un sistema que no admite representación de la oposición, con reglas dictadas por el poder ejecutivo, inserta en un sistema judicial y legislativo de la misma naturaleza y vocación, que siempre actúa para provecho del poder constituido, para quienes dicen que gobernaran en el corto plazo hasta el 2030, y en el largo, hasta por 300 años.

Pero es que, además, viene haciendo todo lo necesario para que quienes compiten por los cargo públicos se retiren, y sean ellos solos, los mandamases, los autoritarios, los que juegan en solitario,   los que convocan las elecciones, dicen cómo se tienen que  hacer, se lleva a cabo el conteo de los votos y quiénes ganaron y quiénes perdieran.

Situación ideal que forma parte del modus operandi de cualquier dictadura que se precie de tal y sin el cual no es posible que cuenta su vida útil en meses, años o decenas de años.

Y para cuya simulación es imprescindible la presencia de más y más electores para que pueda decirse que el gobierno arrasó y la oposición tiene que calárselas porque participo, legalizó y legitimó.

Y aquí es donde pienso que el domingo antepasado le produjo a Chávez un estropicio difícil de reparar, ya que hasta ahora explicó cómo le había ganado elecciones a la oposición, pero tendrá que explicar cómo y por qué la abstención le ganó a él.

*   Artículo publicado en el vespertino El Mundo, 14 diciembre 2005
 
 
 
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