Pasó
desapercibida-o casi desapercibida- la visita a Caracas del
Vicepresidente del Presidium de la
Asamblea Popular Suprema de la República Democrática de Corea,
Yang Hyong
Sop.
Suceso que en
otro momento y en otras circunstancias no podría sino
inscribirse en el marco de la gestualidad
diplomática que es rutina en las relaciones entre países, pero
que después de un año de agria disputa entre el gobierno
norcoreano y los de China, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos
por la negativa de la administración de Kim
Jong Il
a abandonar su programa para la fabricación de una bomba
nuclear, no puede resultar más sorprendente, sugestivo y de
consecuencias perturbadoras.
Está, además,
el detalle de que, conjuntamente con Cuba, Corea del Norte es la
otra sociedad stalinista que
sobrevive en el planeta, con una dictadura totalitaria dirigida
por un superjefe que es
prácticamente el dueño del espacio, del tiempo, de la historia y
de la vida y muerte del 20 millones de norcoreanos, que
sobreviven en medio de injusticias, desigualdades, represión y
sufrimientos sin fin.
Y desde
luego, inmersos en el caos, el colapso económico, la
desesperanza absoluta, de hambrunas reconocidas por las propias
autoridades norcoreanas, de carestías innombrables e
innumerables porque el país carece de divisas para acceder a los
mercados de bienes básicos, y recurriendo con frecuencia crónica
a la caridad internacional para que los países ricos y
desarrollados contribuyan con alimentos, combustibles, medicinas
y otros bienes a la prolongación de la que ya puede calificarse
como una catástrofe humanitaria.
Puede decirse
que la terquedad en persistir en el programa de construcción de
la bomba nuclear, forma parte de la estrategia de Corea del
Norte de vivir de la “caridad pública” que también llaman “ayuda
internacional”, pues no es exagerado calificar de “chantaje” el
hecho de que la condición sine qua non que establece
Kim Jong
Il para renunciar al programa, es
que Estados Unidos, y sus vecinos ricos, Corea del Sur y Japón,
le suministren petróleo, alimentos, medicinas, maquinaria,
tecnología y otros bienes para sobrevivir, tal como se reveló en
el acuerdo que recién se firmó en Beijing.
Eso sí,
invirtiendo lo poco que ingresa al país -y parte de la “caridad
pública” que también llaman “ayuda internacional”- en el
sostenimiento de unas fuerzas armadas que pasan entre las más
numerosas, dotadas y entrenadas del mundo, en unos feroces y
represivos cuerpos policiales que disponen de tecnología de
última generación, cuanto dispositivo existe para controlar,
empuñar y someter a la población y la subvención de los
privilegios y caprichos de un dictador que se cree un cumplido
director de cine, filma películas a granel, y se vanagloria de
tener una colección de títulos fílmicos en todos los formatos,
cine, VHS y DVD que él mismo pregona es “la más completa del
mundo”.
De modo que
desde hace algunos años dos grandes esfuerzos venían haciéndose
en el campo diplomático, de parte de los vecinos y de la
comunidad internacional, para que Corea del Norte dejara de ser
un “peligro nuclear”, y para que suavizara la férrea dictadura
stalinista y el sufrido pueblo
norcoreano dejara de ser una sociedad paria y en los límites de
la sobrevivencia, asolada por
pestes, hambrunas, represión y catástrofes de todo tipo y
empezara su relación e inserción en una región que ya es de las
más ricas, pujantes y promisorias del globo.
Esfuerzos que
ya estaban dando frutos con los acuerdos de Beijing de hace un
mes donde Kim
Jong Il aceptó ante Corea del
Sur, Japón, China y Estados Unidos abandonar “el programa
nuclear” a cambio de ayuda y redoblar la disposición para una
eventual unificación con Corea del Sur que también significara
“suavizar” el modelo stalinista.
Y es en esta
parte del drama cuando aparece el bombero,
oxigenador de dictaduras, campeón del
stalinismo tardío, líder de la
revolución mundial y salvador de la humanidad, teniente coronel,
Hugo Chávez Frías, el héroe que se ha propuesto nada más y nada
menos que regresar de sus cenizas al comunismo, restaurar los
fueros de la utopía marxista, derrotar al imperialismo y el
capitalismo en la personería del poderío político, económico,
militar, científico y tecnológico de los Estados Unidos y
aliados e iniciar otra Edad Histórica que tenga como centro, o
nueva Roma, a Caracas, La Habana, Teherán o Pyongyang, o las
cuatro capitales del neoestalinismo
que también llaman “socialismo del siglo XXI” pro
tempore o a la vez.
Porque es
bueno recordar para los que tienen memoria frágil, o llegaron
tarde, que ya Chávez ha avanzado en esta dirección con la férrea
alianza establecida entre su régimen y la dictadura del
stalinista Fidel Castro, con la
cual comparte incluso el plan de que a más tarde para finales
del próximo año Cuba y Venezuela se unan en un solo haz, un solo
gobierno, un solo ejército y un solo Jefe.
E igualmente
que la alianza con los ayatolas
iraníes que forcejean en este momento por su acceso al poderío
nuclear, también está inscrita en este signo, en este curso, ya
que al igual que Castro y Chávez, padecen por establecer un
reino ecuménico que implante el dominio universal de profetas
cuyo alcance está más allá de los humildes límites humanos.
Debemos
admitir, sin embargo, que la primera vez que estos cruzados del
siglo XXI se unen a un socio que ya es un poder nuclear -puesto
que cuenta con plantas de uranio enriquecido- es ahora, con la
inclusión de Kim
Jong Il
en el club -el cual ya no necesita de energía nuclear para
alumbrar los oscuros campos y tenebrosas ciudades norcoreanas
dado que tendrá petróleo iraní y venezolano de sobra- y podrá
entonces con más solvencia y entusiasmo empeñarse en llevar
adelante el Armagedón o
conflagración que se le quedó en el tintero a
Stalin, Hitler,
Mao y al mismo Castro.
Debemos
señalar que ya de la parte venezolana hay ruido es este sentido,
con el anuncio de Chávez del año pasado de que la “revolución
bolivariana” estaba interesada en el acceso a la tecnología
nuclear, el respaldo al programa nuclear iraní durante la última
visita a Caracas del primer ministro
Mohamed Jatami, y el apoyo
implícito a los planes nucleares norcoreanos con el
restablecimiento de la relaciones entre los dos países, la
visita del vicepresidente del Presidium
de la Asamblea Suprema de la República Popular de Corea,
Yang Hyong
Sop, y la declaración de este último
en Caracas de que “los pueblos de Corea y Venezuela se unen para
rechazar las presiones y el chantaje del gobierno de los Estados
Unidos”.
Hay
igualmente rumores, muchos rumores, del desplazamiento de
funcionarios iraníes y norcoreanos por el territorio nacional, y
muy en especial por Ciudad Guayana y la zona sur del país, los
estados Bolívar y Amazonas, y la existencia de fábricas
camufladas, y materiales que aparecen y desaparecen, en una
danza extraña cuyo misterio es indicio de sucesos impredecibles
e incontrolables.
Pero por
ahora preparémonos para que el “oxigenador
del stalinismo” proceda a una
exportación masiva de petrodólares a Corea del Norte, alimentos,
medicinas, maquinarias, celulares, cintas vírgenes para hacer
cine y de VHS, DVD y la utilización de la dictadura de
Kim Jong
Il como una cabeza de puente para
que una misión con el nombre del “Kim
Il Sung”
distribuya salud, educación, bienestar y revolución entre los
pueblos Asia.
Que para eso
hay mucho petróleo a precios de 67 dólares el barril, y campos y
ciudades sin luz ni agua en Venezuela, presos que mal mueren en
cárceles pavorosas, escuelas sin útiles escolares, hospitales
donde se muere por escasez de insumos mínimos, carreteras y
autopistas que se deshacen por falta de mantenimiento, lluvias
que al primer ventarrón acaban con pueblos enteros y militares
que se permean a cualquier
ilegalidad con tal que les deje algún provecho.
También
vendrán acuerdos entre la Fuerza Armada Nacional y las Fuerzas
Armadas Coreanas, y prácticas y ejercicios e intercambio de
soldados y oficiales, ruedas de negocios, exposiciones de
productos binacionales, construcción de refinerías, celebración
de seminarios para estudiar la obra de Kim
Il Sung
y festivales de cine para que los venezolanos conozcan la
filmografía de Kim
Jong Il
(según la prensa de Pygyangong
“una las más extensas y trascendente de la cultura
cinematográfica mundial”) y los coreanos se informen de las
películas de Román Chalbaud, Carlos
Azpúrua y Luís Correa.
Pero sobre
todo, mucho intercambio para adentrarse en los misterios de
cómo mantener a 20 millones de seres humanos aplastados,
controlados, oprimidos durante 50 años, en medio de hambrunas,
pestes y sufrimientos sin fin, sin ninguna clase de horizontes,
perspectivas ni esperanzas y proclamando en medio de la agonía
que aman al Líder.
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